Una apuesta por la música tradicional castellana

M. Belver
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La asociación Castilla Fiddle, con cerca de un centenar de socios, nació hace dos años en Valladolid con la intención de crear comunidad en torno al violín y al cancionero castellano. Siguen creciendo y ahora buscan una sede fija

Varios integrantes de la asociación Castilla Fiddle durante uno de los ensayos. - Foto: Jonathan Tajes

Brais es gallego. Tiene 9 años y lleva cinco tocando el violín. Este miércoles hay clase. Al aire libre, por exigencias de una foto. Arranca con 'El tío Roque'. A su lado toca Claudia, de 12, que lleva desde los 3 con la música; o Lidia, de 31, que acumula 23. Junto a ellos se sitúa Erika, brasileña de 38 años; y Ambar, dominicana de 30. Las jóvenes Celia (8), Candela (12) y Noa (14) completan la improvisada orquesta en los jardines enfrente de la Facultad de Medicina. Todos bajo la batuta de María San Miguel y Galen Fraser, dos apasionados de la música folk tradicional de Castilla y León que hace tres años idearon, junto a Erika Oliveira y otro puñado de músicos y amantes de esta tradición, 'Castilla Fiddle'.

«Queríamos crear comunidad alrededor de la música tradicional de Castilla y León», señalan María, Galen y Erika. Todo comenzó en 2021 y se plasmó en una asociación sin ánimo de lucro en mayo de 2022, aunque un mes antes ya habían hecho su primer encuentro aprovechando la celebración del Día de Castilla y León en Villalar. El nombre vincula a Castilla con el violín (fiddle) al ser un «instrumento y el símbolo de una comunidad que se mueve por todo el mundo a través de la música tradicional».

Castilla Fiddle cuenta hoy con cerca de un centenar de socios. «No todos son músicos», aseguran. La asociación surgió en Valladolid pero cuenta con miembros de Inglaterra, Estados Unidos, Canadá o Bélgica, que vienen hasta tierras castellanas para compartir esa pasión por la música tradicional. De hecho, Castilla Fiddle está abierta para cualquier persona «interesada en vivir la música en comunidad y tocar un instrumento con repertorio castellano».

No tienen sede fija y están en proceso de buscar una para poder llevar a cabo sus múltiples actividades: las clases semanales de violín folk (en Valladolid todos los miércoles, con diferentes grupos, desde principiantes a avanzado), talleres de cuerda (cada quince días en Burgos de la mano de Blanca Altable), folkestra y bailes sociales (van de la mano, con un repertorio común para aprender temas de Castilla y León); y su campamento anual, que este último año han hecho coincidir con el Mar & Meseta en Pontevedra.

«Nuestra misión es utilizar la música folclórica como una herramienta poderosa para fomentar la integración intercultural, el desarrollo personal y la promoción del patrimonio cultural, mediante la impartición de clases, la organización de conciertos y la realización de actividades innovadoras que fortalezcan la identidad cultural y el entusiasmo por el folclore», añaden.

Además, la asociación apoya otras acciones, como la Arrejuntada Violinera de José Climent, que trata de consolidar y aumentar el repertorio de música tradicional castellana y leonesa, y asegurar la difusión de las versiones originales; y las Rutas Musicales, de Águeda Sastre, recorridos en enclaves de la ciudad con explicaciones histórico-artísticas acompañadas con melodías tocadas al violín.

«Para nosotros la música es un punto de conexión y de estrechar relaciones», añaden desde Castilla Fiddle, poniendo el foco en que sus actividades buscan, además de tocar, entender que la música es inherente al baile (de ahí lo de los bailes sociales): «Como personas nos está aportando el poder entender cómo funciona la sociedad».

Castilla Fiddle busca convertirse en un referente en la promoción del folclore a través de la música, expandiendo sus actividades educativas y culturales a nivel local e internacional. «Todas nuestras actividades tienen que ver una con la otra», y así comenzaron con la folkestra, con los bailes, ahora con las clases, «para tener más repertorio» y «entender que el violín, como la música y los idiomas, tienen acentos y diferentes formas de tocar».

Mientras ahí siguen Erika, que lleva cuatro años tocando y dos en Castilla Fiddle; Ambar, que dejó el piano después de 16 años por el violín; Celia, que empezó porque veía a su profesora en la guardería tocar; Candela, que eligió el violín hace unos años; y Noa, encantada con la música y con el fiddle.