"En Francia se va a otro ritmo, pero somos parecidos"

David Aso
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«La publicidad vende estereotipos, pero tenemos una forma parecida de pensar, de hacer las cosas... Para conocer de verdad un país hay que vivir en él», opina Véronique Rocher, francesa afincada en Valladolid desde hace 18 años

Véronique Rocher, en la biblioteca del IES Ribera de Castilla. - Foto: Jonathan Tajes

Años en Valladolid: 18.
Profesión: Profesora de Secundaria.
Rincón favorito: Campo Grande.

Véronique Mauricette Renée Rocher (Château-Gontier, 1976) conoció Valladolid de Erasmus en 1999, cultivó su relación con la ciudad desde entonces y acabó echando raíces «por amor» a un pucelano en 2006. Pudieron mudarse ambos a su país, pero pensaron que ella lo tendría «más fácil» para lograr trabajo aquí que él allí. Después de todo, de su etapa estudiantil recuerda profesores que le «enseñaron a amar» también «la cultura de España y Latinoamérica», había estudiado por ello Filología Hispánica y así 'sólo' tuvo que invertir su rol de profesora de Español en Francia para ser profesora de Francés en España. «Tuve mucha suerte», valora, pero no le faltaron formación, cintura y arrojo para dejar un empleo estable en su tierra, cuando ya se había sacado incluso unas oposiciones, y cambiarlo por un tour castellano de colegios concertados y públicos antes y después de superar otras oposiciones en España en 2010. Ahora, y ya desde el curso 2022/23, esta vecina del barrio de Girón da clase en el IES Ribera de Castilla.

Lo primero que le sorprendió al llegar a Valladolid, todavía en su etapa de Erasmus, fue ver a sus compañeros pucelanos estudiar de noche; y 25 años después le siguen llamando la atención el ritmo, los horarios y el ruido, diferentes a los que estaba habituada. «La gente aquí se despierta más o menos a la misma hora que allí, pero se acuesta mucho más tarde», señala. «En Francia igual la primera película de la tele acaba a las 22.30, buena hora para dormir, y aquí puede que no haya empezado», o más bien casi seguro. Sigue echando en falta comer más temprano (allí solía hacerlo sobre las 13.00) y aún hoy llega a las 14.30 con la «ansiedad» que da el hambre; y tampoco se acostumbra al ruido, ni «a la música tan alta en los bares» ni al que suele haber en general. 

Sin embargo, lo que no le gusta se queda en casi nada cuando aprecia en su conjunto «una ciudad pequeña pero interesante y con mucha oferta cultural». «Muchas zonas verdes como el Campo Grande, las Contiendas o el Canal de Castilla, la posibilidad de ir en bici a cualquier lado, museos muy bonitos como el de Escultura, eventos como el TAC…». Y pasa lo mismo con las diferencias culturales: «Los franceses somos muy parecidos en realidad», concluye. Rechaza cualquier relación de amor-odio o similar entre España y Francia («aunque me suelan venir con bromas sobre el tema de la fruta», por los ataques a camiones en la frontera); reniega de estereotipos («eso para la publicidad»); tiene claro que «para conocer a la gente de un país hay que vivir en él»; y sin dudar imagina su futuro en Valladolid: «Mi vida está aquí», sentencia.