Una vida complicada que parece tener una plácida parada, tal vez la definitiva, en Medina de Rioseco. El pasado 12 de diciembre llegaron al aeropuerto madrileño de Barajas, procedentes de Costa Rica, 72 refugiados de origen nicaragüense. Acto seguido, en autobús, medio centenar se trasladó hasta Valladolid y otros 20 llegaron a ?la Villa de los Almirantes. Son exiliados que tuvieron que salir de su país por la represión del actual gobierno para salvar la vida y, ahora, están embarcados en un proyecto piloto que les ofrece la posibilidad de una nueva vida.
Llegaron a España gracias a un acuerdo a tres bandas entre Nicaragua, Estados Unidos y España, y están inmersos en un periodo de formación para el puesto de trabajo que desarrollarán a partir de marzo. Han sido contratados por la multinacional Cobra para formar parte de la plantilla que construirá una megaparque fotovoltaico en el municipio de Villalba de los Alcores.
20 personas, entre trabajadores y familias, se encuentran en Medina de Rioseco. Se han adaptado a la perfección y, a pesar del frío de estos días, ya han tenido la oportunidad de pasear por las calles y conocer a sus gentes y costumbres. «Están viviendo como cualquier otra persona. Se han adaptado muy bien y en Rioseco han encontrado otra vida después de todo lo que han pasado», aclara el alcalde, David Esteban.
La Diputación mantuvo una reunión con 22 municipios en un intento de encontrar viviendas en alquiler donde se pudieran alojar estas personas, ya que después de estas primeras 72 llegarán más en el futuro y será necesario contar con una bolsa de alojamientos en la comarca de Villalba de los Alcores para el alquiler durante los dos años que está previsto que dure el proyecto.
De momento, ni tan siquiera en Rioseco ha sido posible encontrar estas casas y los 20 refugiados nicaragüenses están residiendo en el albergue municipal. El responsable de la organización no gubernamental Accem, Daniel Duque, es el encargado de que todo el proceso se desarrolle de forma correcta. Aclara que son 27 las familias que han llegado y, de las 72, más de veinte están formándose como trabajadores.
Asimismo, explica que en Rioseco viven familias con vínculos de parentesco entre ellas. «Son padres e hijos, tíos, primos...». Conviven en el albergue de forma «cómoda» y llevan una vida «de lo más normal». El periodo de formación que realizan es de unas ocho horas diarias. «Es como cualquier otro trabajo», reconoce Duque.
Todas las familias viven en las dos plantas que tiene el albergue. Lo hacen de forma común y mientras unos reciben la formación, otros cuidan de los más pequeños. Buena parte de los refugiados que trabajarán en el futuro parque tienen familias de dos o tres hijos. Ellos han empezado su proceso de escolarización para que puedan ir al instituto o al colegio en Medina de Rioseco.
Cuando no están con el curso online o cuidando de los más pequeños ya han tenido la oportunidad de conocer las calles y plazas del municipio, algunas de sus costumbres y sus gentes. Se han empadronado ya en la localidad e incluso han viajado hasta la ciudad. Engel Torres es uno de los refugiados que está en Rioseco. «Salimos de Nicaragua en julio de 2018 por la represión del Gobierno y estuvimos casi seis años en Costa Rica. Luego nos presentaron el programa y vinimos a Rioseco con asentamiento familiar y propuesta laboral. Estamos encantados con el pueblo. Lo conocemos un poco y hemos ido un par te veces a la ciudad y preferimos quedarnos en el pueblo. Todas las calles..., es espectacular. La formación de los niños sería mejor aquí. Eso es lo que nos dirige a quedarnos aquí».
Su compatriota Marta Rens afirma que el pueblo es «muy agradable». Aclara que la gente ha acogido al grupo «muy bien», lo que ayuda a pasar de mejor forma el drástico cambio de vida. «Yo en mi país era profesora de Educación Primaria en un colegio privado y lo tuvimos que dejar todo. En Costa Rica trabajaba como asistente de pacientes, hasta que llegamos aquí».
Ocho horas.
Asegura que los primeros días fueron de adaptación para conocer el pueblo hasta que el pasado miércoles comenzaron la formación. «Nos conectamos durante ocho horas cada día y vamos a empezar con el curso de instalación de placas fotovoltaicas», aclara.
El conocimiento del idioma es uno de los factores que ha abierto muchas puertas a este grupo de refugiados. Josue Peña tiene 33 años. Llama la atención cómo destaca estar muy contento en Rioseco porque sus hijas pueden pasear por las calles «con seguridad» sin que ocurra nada. «La ciudad es muy bonita, pero sobre todo segura para las niñas». Se centra en el aprendizaje de los cursos, ya que es consciente de que su futuro laboral depende de ello. También tienen su tiempo de ocio. «Hemos ido a obras teatrales con las niñas y estamos muy integrados en el pueblo. Es mucha la hospitalidad».
Clara López destaca «la interesante experiencia» que ha supuesto conocer Medina de Rioseco. «Nos sentimos muy bien porque la gente viene y nos pregunta y nos gusta porque nos hace sentir muy bien y sin ningún tipo de rechazo».