A María del Rosario todo el mundo la conoce como Charo. Lleva 10 años en Valladolid (el 24 de febrero hará once), aunque la primera vez que pisó la capital fue en 2012: «Vine a conocer unas bodegas». Después de esa visita vinieron algunas más, al comenzar a colaborar desde su país con la Compañía de Vinos Miguel Martín, y se enamoró «de la tranquilidad de la ciudad» y de poder desplazarse de un lugar a otro en 10 o 15 minutos. Ella vivía en Ciudad de Panamá, donde nació, aunque había residido en Cali (Colombia) -sus padres son originarios de Colombia-, y en Bangkok (Tailandia).
«La ciudad ha cambiado mucho en estos años que llevo aquí. Ahora la siento moderna y cada vez con más gente dispuesta a visitarla», señala sentada en un banco del jardín del Museo de Cervantes, su lugar de la capital: «Es como mi casa». Lo visita una vez al año y, como mujer que cree en el destino, recuerda que viviendo en Bangkok recibió un 'Don Quijote' traducido al tailandés de manos de los reyes Juan Carlos y Sofía.
Charo cambió su Panamá por Cali para estudiar en la universidad Negocios Internacionales. Allí comenzó a trabajar en la banca, donde continuó al regresar a casa. En 2005 se fue junto a su por entonces marido, David Guardia Varela, a Tailandia, donde residieron cuatro años debido al cargo de embajador plenipotenciario de David. Al poco de regresar a Panamá falleció su marido y Charo entró a trabajar en la empresa de su hermano (como broker inmobiliario). Unos años más tarde conoció a un enólogo español y vino por primera vez a Valladolid.
Comenzó a colaborar ayudando a comercializar los vinos vallisoletanos en Panamá –«me apasiona el mundo de las bodegas, el campo...»– y en 2014 decidió instalarse en una ciudad que empezaba a considerar suya. Lo hizo con su hija mayor, Camila, que por entonces contaba con 9 años: «Para ella fue duro pero ahora se ha enamorado de Valladolid».
«Me encanta todo, la transición que ha hecho. Mantiene el buen gusto por la comida y el vestir. Y me llama la atención que haya gente que diga que los vallisoletanos son secos o distantes. Yo nunca lo he sentido. Al revés, son hospitalarios y te abren las puertas, al menos eso ha pasado conmigo», analiza sobre uno de los mantras que persiguen a la ciudad y la provincia.
Hace dos meses, Charo y su hija Camila –«ella fue la inspiración para hacerlo»– se han lanzado al emprendimiento, abriendo una franquicia de la academia Helen Doron English en la calle Alcaparra, en El Peral, donde se educa en inglés desde los 3 meses a los 19 años. A Panamá intentar ir una vez al año para ver a su familia (padres, hermanos y tíos).