Doce años después, España regresa hoy al escenario de privilegio del fútbol europeo, instalada de nuevo en el elogio por su juego, derribando barreras, como la generación dorada, y convertida en inspiración hasta llegar con pleno de triunfos a la soñada final del Olímpico de Berlín. El último paso al crecimiento iniciado con la conquista de una Liga de Naciones que, ahora, cobra sentido. La Inglaterra de Bellingham, siempre en el alambre pero finalista, será el último escollo en una cita con la historia para ambas selecciones.
La duda que siempre acompañó a Luis de la Fuente desde su llegada se ha enterrado. Es su Eurocopa. Un golpe de entrenador para pasar de la sospecha por un pasado sin grandes proyectos en clubes al elogio por ser la figura perfecta para impulsar al éxito a esos jugadores que ya hizo crecer en la base de la selección española. Reforzados por la herencia de Luis Enrique, que inició una transición, y por la irrupción de Lamine Yamal, que ha roto todos los esquemas.
Un torneo que será recordado por el cambio de estilo. «Faltaba más pegada y saber transitar hacia un juego más rápido», aseguró el técnico riojano. Ha sabido trasladar la evolución del fútbol a la Roja y romper con máximo respeto a lo que impulsó el estilo bautizado como 'tiqui-taca', eliminando el doloroso recuerdo del día en que peor se interpretó, ante Marruecos en octavos de final del último Mundial.
España ha recuperado la ilusión con una escuadra en la que apenas se creía. Aterrizó en la competición sin sentarse en la mesa de las favoritas. Elogiada por el bloque, pero desmerecida por la falta de grandes referentes, salvo Rodri como el jefe de máquinas y Dani Carvajal desde un lateral. Sin una estrella ofensiva deslumbrante. A la final llega instalada en otra realidad, con el triunfo de un grupo unido en el esfuerzo pero con jugadores que han dado el paso al frente hacia el estrellato.
Lamine Yamal ha tumbado récords para el recuerdo eterno, convirtiéndose, aún con 16 años, en el más joven de todo lo posible en la competición. Autor de un tanto descomunal en semifinales a Francia para provocar la reacción, ha situado su nombre a la altura de las leyendas que escribieron la historia más bonita del fútbol: Pelé, Maradona o Messi. Un niño en partidos de mayores con un descaro insólito.
Pero también ha sido el torneo de Nico Williams exhibiendo su potencial. Los dos futbolistas de una España de extremos que cambió su identidad. El salto de Fabián Ruiz como perfecto escudero de Rodri. El de Dani Olmo para ser el referente ofensivo, siendo el primer español que marcó en octavos, cuartos y semifinales. En su mano, ser Bota de Oro, empatado con tres tantos con Harry Kane.
Y así buscará la Roja convertirse en la selección más laureada. A por su cuarto título en su quinta final. Con un once más que definido con apenas una duda por despejar, con más opciones para Robin Le Normand que para Nacho. El regreso de Dani Carvajal en banda derecha, la presencia de la revelación Cucurella en la izquierda. Con galones de jefe de zaga en la solapa de Aymeric Laporte. Al mando, Rodri, para aumentar argumentos que le permitan optar al Balón de Oro, junto a Fabián, Dani Olmo -indiscutible desde la lesión que apartó a Pedri del torneo-, Yama, Nico y Morata.
La amenaza británica
Enfrente, Inglaterra. Pese a todas las dudas que ha generado durante el campeonato, los 'pross', por segunda edición consecutiva, disputarán una final. El dolor de la derrota frente a Italia en Wembley de 2021 puede quedar definitivamente en el olvido para el combinado británico, que se enfrentará a una cita con la historia para terminar con una sequía sin títulos que dura casi 58 años. Exactamente, desde el 30 de julio de 1966, cuando Booby Moore subió los 39 escalones hacia el 'Royal Box' del Estadio de Wembley para coger la Copa Jules Rimet de manos de la Reina Isabel II.
Aquel Mundial es el único trofeo que luce en las vitrinas de los 'Three Lions'. Desde entonces, Inglaterra ha tenido 29 oportunidades para sumar otro trofeo, pero todas, acabaron en fracaso.
La realidad es que el equipo de Southgate, desde el primer minuto de la fase de grupos hasta las semifinales, ha jugado mal. Solo en la primera parte frente a Países Bajos recuperó su mejor versión. Hasta entonces, se mostró como una selección errática, sin identidad, previsible, aburrida y superviviente gracias a individualidades que salieron al rescate en momentos agónicos. Por ejemplo, así lo hizo Bellingham ante Serbia en el estreno y contra Eslovaquia en octavos de final.
El caso es que su técnico ha vencido pero no ha convencido. Sus resultados, dos finales y un tercer puesto en el Mundial de Rusia 2018 en los cuatro torneos que ha disputado, le avalan. Pero su propuesta y sus experimentos han decepcionado. Y sus declaraciones, más de lo mismo. Ahora, está a un solo partido de cumplir con su objetivo mínimo de mantenerse en el banquillo y de cerrar una racha de casi seis décadas en las que Inglaterra ha navegado por el camino sombrío de la indiferencia ante la ausencia de grandes títulos.