El Piraña se ha convertido en sus cinco –dentro de dos meses serán seis– años de vida en un referente para los amantes de la tortilla de patatas. De la normal o la campera, o de alguna de la decena de rellenas que oferta en su carta. Aunque la historia del Piraña, que arrancó oficialmente en enero de 2019, viene de mucho más atrás. De Geli, de Tere y, sobre todo, de la abuela Asunción, la que más creyó en el origen de este proyecto.
«Recuerdo que hace años estaba obsesionado con la tortilla que hacía mi madre en el Café Central, la doble rellena de bonito, tomate y cangrejo con mayonesa», explica Cristian Gómez Villarpriego sobre el manjar que preparaba Mariángeles, más conocida como Geli, allá por los años 90. Por entonces, el proyecto de Cristian y el Piraña no estaba en su cabeza.
Tampoco cuando su tía Tere empezó a ofertar hasta cinco tipos de tortillas diferentes en la Churrería Bruselas en el barrio de La Victoria. A ellas se unieron dos más que llevó Geli. Este local, que recientemente cumplió medio siglo de vida, sí hizo de las 'suyas' para poner la primera piedra del Piraña: «Lo abrió mi abuela Asunción tras volver de Bruselas. Ella fue la que me animó y la única que me dijo que emprendiera en hostelería». La familia de Cristian, su madre, Geli, y su padre, Lici, proceden de este sector pero fue Asunción la que le empujó en largas conversaciones en la churrería. «Vengo del mundo del marketing y de tener una fábrica de morcillas y una empresa de eventos deportivos. Y cuando fui a dar el paso a la hostelería me di cuenta de que tenía en casa el producto. Ya lo hacían mi madre y mi tía, pero yo quería un local más fresco, joven y cerca de la universidad. Y luego darle un toque de ese marketing que conozco. Recuerdo también como en mi etapa universitaria buscábamos los mejores pinchos de tortilla en La Rondilla, y tampoco había ningún sitio con varios tipos diferentes rellenas», añade Cristian.
Así que una vez con el local, en la calle Real de Burgos, 8, y tras un año modelando el proyecto, con análisis de mercado y de la competencia, el Piraña abrió sus puertas el 9 de enero de 2019: «Quería que fuese con mi abuela en vida y, al menos, lo pudo ver, porque falleció el 28 de febrero de ese año».
El negocio primero se iba a llamar el 'Granuja', que era como le llamaba su abuela a él (Cristian), pero la dificultad de encontrar un logotipo le hizo cambiarlo: «Un día viendo la tele, dijeron algo de piraña, añadiendo que se lo come todo. Y ahí encontré el nombre».
Empezaron ofertando once tortillas (y ya tienen trece) además de dos tipos de croquetas. Y en breve añadirán albóndigas e irán aumentando la carta. «Normalmente probamos las tortillas o los nuevos productos como tapa. Y en función de cómo funcione se añade», reconoce.
Con un Solete Repsol –«una cafetería agradable al principio del barrio de La Rondilla. Tienen tortilla de patata de carbonara, barbacoa o cangrejo, y una amplia carta de infusiones», señalaba la guía–, cuentan con tortillas premiadas, como la de cabra, que es la más vendida y que obtuvo el pasado mes de octubre el tercer lugar en la categoría Gourmet en el certamen The Best Tortilla que se celebró en Valencia. Por un precio entre 1,8 y 3,4 el pincho o entre 12,50 y 24 enteras, las hay normales o camperas; de mil quesos, de pollo alioli, de morcilla y desde esta semana de texmex, con jalapeños, carne, reducción de soja y queso curado: «Me inspiro en platos típicos o que he probado, como la gallega, que es con lacón, queso de tetilla y pimentón». Aunque Cristian no puede comer todas, por su intolerancia a la lactosa, el trabajo de todo el equipo remata las cantidades: «Hay mucha prueba error y al final son los clientes los que las validan».
El Piraña también tiene sus secretos, como que las clásicas se cuajan al horno (específico para ello) en diez minutos: «Al principio se hacían todas en la sartén, pero al aumentar la cantidad nos vimos en la necesidad, por el bien de las cocineras (Marta González y Romy Bernardo); y así solo se dan una vuelta». Porque aquí todo es artesanal y los productos de cercanía, «de agricultores y granjeros de la zona», como los 3.500 kilos de patatas que compran al mes.
Aunque este año llegaron a abrir un segundo Piraña en San Miguel, de momento se centran en el de Real de Burgos, que abre de lunes a viernes de 8.00 a 23.00 horas; y los fines de semana solo para llevar (de 10.00 a 15.00 y de 20.00 a 23.00). Con una capacidad para 50 personas en su interior y 40 en la terraza, su clientela procede en un 30% de la Universidad y en un tanto por ciento muy alto del Clínico: «Aunque cada vez hay más gente que viene específicamente a probar alguna».