Ccuando Mariana Dumitru hizo las maletas para venir desde su Jalomita (Rumanía) natal a España, lo hizo pensando en un viaje de ida y vuelta. Corría el año 2008 y su intención era visitar a una amiga que vivía en Santovenia de Pisuerga, aunque primero se quedó en Madrid unos días para conocer la capital. Más tarde, cuando llegó al pueblo, se produjo el flechazo que cambiaría su vida. «Me enamoré del pueblo y de la gente», recuerda. De algún modo, sintió que había llegado al lugar que le correspondía por su forma de ser. «Me llamó mucho la atención cómo la gente mayor se ponía guapa y salía a la calle a pasear, no como en mi país, que se quedaban en casa o solo iban del trabajo al hogar», explica. Tanto le gustó lo que vio en España que decidió quedarse aquí. Rompió la relación de pareja que tenía en Rumanía y habló con su hijo, que ya tenía 19 años, estaba en la Universidad y vivía solo. «Me preguntó, ¿tú estás feliz? Si es así, quédate allí», explica. Y así lo hizo.
Pese a todo, adaptarse a su nueva vida no fue fácil. Por entonces tenía 40 años y no hablaba nada de castellano, así que tuvo que lidiar con muchas confusiones que hoy recuerda entre risas. Como ese día en el que se subió a un autobús para ir a Toledo y acabó en Illescas, o cuando se iba antes o después de las viviendas en las que limpiaba porque no se aclaraba con el horario. Ese fue su primer trabajo, el de limpiar algunas casas en Valladolid y en el pueblo. Después entró en Remolques Alce, donde aprendió a hacer algunas de estas piezas. Pero la empresa cerró y tuvo que volver al sector de la limpieza, donde continúa ahora.
Pasadas todas las dificultades, Mariana está completamente asentada en un pueblo que ya es su hogar, junto a amigos que ya son «familia». Aparte de disfrutar de la tranquilidad de su pueblo, también suele ir a Valladolid, donde pasa horas recorriendo las orillas del Pisuerga. No echa de menos en exceso su país, porque su hijo viene a verla regularmente y cree que su vida está en España. Por muchos motivos. Y uno de ellos también es la comida, que no deja de sorprenderla. «Llevo 16 años aquí y hasta la semana pasada no había probado el cocido, que ha pasado a ser una de mis comidas favoritas», reconoce entre risas. Aunque en ese 'podium' también están la paella y el marisco.
Mariana siente que en 2008 llegó al sitio que le pertenecía. «En España hay una forma de pensar muy similar a la mía», dice. Recién cumplidos los 56 años, tiene claro que quiere envejecer en Santovenia. «Me quiero quedar aquí, aunque no pienso en casarme, porque soy muy independiente y valgo mucho», finaliza entre risas.