«Al mes de llegar a Valladolid ya pensaba en irme, pero no»

David Aso
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«Me costó hacer amigos, pero con el tiempo me he dado cuenta de que los que haces aquí son para toda la vida, y eso no pasa en todas partes», cuenta Mauricio Alexandre de Sousa, angoleño afincado en Valladolid desde hace cinco años

Mauricio Alexandre de Sousa, en la Plaza Mayor de Valladolid. - Foto: Jonathan Tajes

Años en Valladolid: Cinco
Profesión: Operario de fábrica
Comida y bebida favorita: Bacalao a la dorada y zumos naturales
Rincón favorito: Plaza Mayor

Mauricio Alexandre de Sousa Lucas (Luanda, Angola, 1993) acaba de dejar, justo la semana pasada, un trabajo de operario en una fábrica de Valladolid donde ya llevaba dos años. Tenía contrato indefinido y, por iniciativa propia, ha puesto fin a su etapa laboral más estable desde que llegó en 2019; pero, después de haber tanteado varias ofertas, prevé incorporarse en breve a otra fábrica con ilusiones renovadas. «Soy joven, puedo arriesgarme a cambiar para intentar mejorar y aquí hay oportunidades», destaca. Es una de las cosas que más aprecia de «una ciudad multicultural que tiene un poco de todo». También «tranquilidad» cuando la busca y, tras un inicio complicado, amigos cuando los necesita. «Me costó, pero es verdad que los que haces aquí son para toda la vida, y eso no pasa en todas partes», valora, desde la experiencia de su singular trayectoria vital. Aunque no pensaba igual cuando llegó.

Apenas llevaba un mes y ya se planteaba regresar a Extremadura, su nido en España. Se había criado con sus abuelos en Angola mientras sus padres, no sin esfuerzo, hacían camino a una nueva vida en Europa; pusieron rumbo a Francia pero, durante una escala en Madrid, decidieron dar media vuelta al saber de un programa humanitario en Cáceres, donde pudieron asentarse y completar la reagrupación familiar con la llegada de Mauricio, dado que sus dos hermanos, mayores que él, ya estaban allí.

Con 13 años se pudo mudar a Cáceres y con 26, sin haber logrado un empleo estable hasta entonces, tanteó una oferta de Renault en Valladolid, le cogieron y se vino. Fue llegar y ponerse a trabajar, un punto a favor de su integración, aunque «lo veía todo muy raro». «Me costó adaptarme, no me devolvían el saludo ni los compañeros. Entraba en una tienda y me pasaba lo mismo», recuerda. «No estaba acostumbrado a eso y llegué a pensar que era por ser extranjero, pero fui viendo que también les pasaba a compañeros españoles que habían venido de otras provincias, y uno de Valladolid me explicó que aquí es un poco así, que cuesta entrar en los grupos de amigos». Con el tiempo, él también se hizo hueco.

En Renault estuvo año y medio, y después rotó por diversos empleos por ETT hasta que llegó a la fábrica en la que ha permanecido los dos últimos, con contrato indefinido desde hace meses pero con un salario que no le ha dado para vivir bajo un techo que no fuera el de una habitación de alquiler en piso compartido, actualmente en Delicias. «La familia tira mucho» y no descarta regresar a Cáceres más adelante; pero su presente está en Valladolid, el futuro no esta escrito y hoy tiene la ilusión de un nuevo trabajo.