Castilla y León vive un momento dulce, y no sólo por sus famosas torrijas y otros productos típicos de la Semana de Pasión, sino porque los datos siguen ratificando el liderazgo de la Comunidad en turismo de interior. Y lo hace por delante de autonomías punteras en el sector como son Cataluña y Andalucía. Tenemos motivos para el optimismo, aunque los retos no son pocos: digitalización, formación, sostenibilidad e internacionalización de los productos turísticos son la punta de lanza para que el 10,2% del PIB que representa el turismo en la Comunidad supere el 15% en un plazo de ocho o diez años en clara coincidencia con lo que apuntan los expertos para el conjunto de España.
Tenemos la oportunidad para dar ese salto cualitativo y equiparar la marca de Castilla y León a la calidad y la excelencia que, a la postre, serán la clave para diferenciarnos y atraer a un turista internacional que todavía tiende mayoritariamente hacia los destinos de sol y playa. Pero hay deberes que nos corresponde a nosotros cumplimentar y, a ser posible, con buena letra y disposición. Para empezar, una de nuestras principales señas de identidad lo tenemos en la cultura del vino y en el amplio número de bodegas, casi 650. Quizá debamos cambiar conceptos, como el llamado enoturismo, un término que en sí mismo limita la atención de numerosos visitantes y curiosos.
Pensemos que el turista que incluye en su escapada la visita de una o más bodegas no es sólo un comprador de vino. Todo lo contrario. Es un turista ávido de vivir experiencias únicas, que quiere relajarse y disfrutar de la zona a la que viaja. De esas 650 bodegas, solo un pequeño porcentaje promueve este tipo de turismo. Basta con decir que en España existen 4.000 bodegas y apenas 700 ofrecen planes que van más allá de una visita a las instalaciones y una cata de vinos.
¿Qué hacer entonces? Ofrecer experiencias únicas más allá de los tradicionales recorridos plagados de datos y tecnicismos. Se trata de cambiar el relato para convertir realmente la visita en algo emocional e inolvidable. Brindemos, pues, por un estilo de vida y una forma diferente de acercarnos al mundo del vino y, de paso, a todo lo que le rodea, que es mucho.