Sucede casi siempre. En la oposición uno defiende una ejemplaridad y hasta una higiene que, luego, desprecia cuando está en el poder. El presidente Sánchez está en el poder porque acusó a Rajoy de corrupción. Y alguno de los socios de Rajoy, como el PNV, se lo compraron. En estos seis años ya de gobierno de Pedro Sánchez y sus socios ha habido no sólo corrupción económica, como ahora sucede con el mal llamado "caso Ábalos", sino, sobre todo, política, con los indultos a independentistas delincuentes, la rebaja de la malversación y el intento, todavía no consumado pero casi, de aplicar una amnistía inconstitucional a prófugos de la justicia y delincuentes políticos, acabando así con dos principios fundamentales del derecho: la igualdad de todos ante la ley y una ley igual para todos. Sin contar las cesiones y la condonación de deudas a los que tienen el poder en el País Vasco y Cataluña y los escaños precios en el Congreso de los Diputados. Todo por unos cuantos votos para seguir en el poder.
José Luis Ábalos ha ejercido sus cargos, el de ministro y el de secretario de Organización del PSOE con chulería, desprecio al adversario --a veces también al compañero--, y control férreo del partido y de su Ministerio. Y se encargó de los asuntos más feos, como el caso Delsy y las maletas que nunca se supo lo que contenían. Ábalos "mata" si es necesario, eso sí por sus ideas. Es imposible pensar que no sabía lo que estaba haciendo uno de sus asesores, sin competencia conocida para ocupar los cargos que ocupó, incluidos los consejos de Administración. La responsabilidad de Ábalos "in vigilando" es indudable. Pero es que el tal Koldo no sólo fue hombre de confianza de Ábalos, sino también de Santos Cerdán, el negociador con Puigdemont, la mano derecha de Sánchez para dominar aún más férreamente que Ábalos, el partido. El tal Koldo, como se sabe ahora, fue el encargado de guardar con candado y nocturnidad los avales del propio Sánchez. Y hay demasiadas fotos de Sánchez con él. Y hasta una dedicatoria del hoy presidente al que empezó como portero de puticlub y acabó de asesor en un Ministerio y consejero en dos empresas públicas: "Pamplona nos descubrió a uno de los gigantes de la militancia en estas tierras... Este guerrillero de grandes dimensiones físicas y corazón comprometido es un referente político en la lucha contra los efectos de la crisis y las políticas de la derecha. Es el último aizkolari socialista". Sánchez dixit. Para ser "un militante más", no está mal. Así que no hay "caso Ábalos", es otro "caso Sánchez" que, presumiblemente, despidió al entonces ministro, que no se fue voluntariamente, para tapar el asunto. Luego le compensó y con la presidencia de una comisión en el Congreso. ¿Para mantenerlo en silencio? Desacreditarlo por segunda vez para obligarle a dimitir es sólo una manera de protegerse y ganar tiempo. Y no es seguro que Ábalos calle lo mucho que sabe. El "relato" del PSOE apelando a la ejemplaridad y el "caiga quien caiga" de Sánchez es una coartada que apela a principios morales "a medida", incompatibles con las actuaciones reiteradas del propio Sánchez.
El presidente está intentando recauchutar el progresismo como Yolanda Díaz intento recauchutar el comunismo con sonrisas y discursos inconsistentes. Y cargándose a Pablo Iglesias y Podemos, que eso es lo único bueno que ha hecho en este tiempo. Pero, cuando se escarba en la pretendida ejemplaridad, en la honestidad como forma de hacer política, sólo hay un inmenso vacío. Cuando profundizas descubres que no se lavan los principios y la ejemplaridad desde que estaban en la oposición.