Trumpismo, chavismo, populismo son distintas facetas de una misma realidad y son los epítetos que se dirigen entre la mayoría parlamentaria y la oposición, porque ambos grupos utilizan los mismos procedimientos para hacer política, el recurso a la movilización callejera, a los impulsos más primarios, a los intentos de controlar el poder judicial -bien mediante la amenaza ,bien mediante su control por la puerta de atrás-, con la colonización de las instituciones que se denuncia del adversario mientras se hace lo mismo allí donde se gobierna, cuando la regeneración es rechazo de las propuestas del adversario, cuando el insulto mutuo prima en el debate político, cuando se cercena el debate en la vida interna de los partidos políticos, o cuando se intenta controlar a los medios de comunicación discrepantes o se los defiende como garantes de la libertad de expresión cuando difaman y no cumplen los requisitos del periodismo.
A juicio de la oposición quejarse de la acción de jueces independientes, como ha hecho el presidente del Gobierno y como han denunciado sus socios parlamentarios cuando se refieren al lawfare, se convierte en un intento de acabar con la separación de poderes y es un ejemplo típico de actitudes bolivarianas. Y, sin embargo, es difícil negar la existencia de una utilización política de la justicia con los antecedentes habidos con la policía patriótica -que alcanza hasta el propio Pedro Sánchez- como bien han sufrido los partidos de izquierda, Podemos, sobre todo, y los partidos independentistas. Si toda esta perfomance ha estado motivada por la incoación de diligencias previas contra Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez, no es menos cierto que el juez que ha actuado lo ha hecho en sentido contrario a la jurisprudencia del Tribunal Supremo, por abrir la causa basándose en recortes de periódico, mientras que otro juez de la Audiencia Nacional no ha encontrado motivos para citarla como testigo después de haber examinado las investigaciones realizadas por la policía judicial. Una cierta diferencia.
Del insólito periodo de reflexión que se ha concedido el presidente el Gobierno, Pedro Sánchez, se apuntan ya dos líneas para acometer la regeneración de la vida política de la que ha hablado: la primera, proceder a la renovación del Consejo General del Poder Judicial con el concurso o sin él del Partido Popular en el Congreso, tras el fracaso de la mediación de la Comisión Europea instada por el PP y al que no le ha dado la razón. Desde hace más de cinco años el PP tiene secuestrado al órgano de gobierno de los jueces, lo que se parece mucho al trumpismo con el control de los principales órganos jurisdiccionales, pero si se trata de revertir esa situación y hacer cumplir la Constitución quien lo pretenda es un bolivariano irredento que pretende sumar el CGPJ a las instituciones puesta a su servicio.
La segunda, también muy delicada y difícil de aplicar, es actuar sobre los medios de comunicación que se dedican a extender bulos, una delgada línea roja que es muy difícil de trazar sin afectar a la libertad de expresión, pero el trumpismo se maneja muy bien con los hechos alternativos.
Los cinco días de reflexión de Sánchez han acabado en otra muestra de populismo, la reivindicación cesarista de que su sucesión no está en marcha y que seguirá siendo el líder socialista hasta que su cuerpo aguante.