Mientras se cumplían los primeros cien días del gobierno de Sánchez y sus socios, o lo que sean, el presidente se encontraba elaborando el discurso-balance con el objetivo de destacar los logros en estos primeros tres meses, levantar el ánimo e inyectar autoestima a su parroquia, la cual había quedado muy tocada tras la humillante e histórica derrota en las elecciones gallegas. De forma brusca, como ocurren estas cosas, estalló lo que, en un primer momento, se denominó caso Koldo, hombre de total confianza del todo poderoso Ábalos Meco -el segundo apellido no creo que sea presagio de nada- ex secretario de organización del PSOE y, hasta junio de 2021, ministro de Transportes, área con más presupuesto del gobierno de Sánchez. Este asunto está siendo investigado por la Audiencia Nacional y la Fiscalía Europea por una presunta trama de corrupción en la compra de mascarillas en el peor momento de la pandemia, durante aquellos angustiosos y oscuros meses, con el país en estado de alarma, los ciudadanos confinados y muchos muriendo solos por la covid. Justo en esos momentos, cuando nos decían que íbamos a salir más fuertes y todas las tardes aplaudíamos desde los balcones a los sanitarios, algunos miserables, al día siguiente, les enviaban mascarillas defectuosas que no servían para realizar adecuadamente su trabajo y frenar los contagios. No es agradable recordar que tuvimos una de las tasas de mortalidad más altas de Europa (murieron cerca de 130.000 personas) y que España fue el país con más personal sanitario fallecido en el mundo.
Unas líneas más arriba comentaba que al principio se denominó caso Koldo, pero, a medida que han ido pasando los días y conociéndose la investigación, ha ido incorporando nuevos nombres: Ábalos, Armengol (presidenta del Congreso), Santos Cerdán (amigo y responsable de que Koldo se trasladase a Madrid y a su vez, amigo y negociador con Puigdemont), Víctor Aldama (presidente del Zamora), Salvador Illa (exministro de Sanidad), el denominado 'super jefe' al que todavía nadie le ha puesto nombre, la trama del Ministerio de Transportes y alguna mujer cercana a La Moncloa, lo que evidencia que salpica y afecta al círculo más cercano y de confianza del Presidente.
Estos asuntos de corrupción política, en los que las tropelías y mordidas en comisiones son difíciles de conocer y calcular, nos han enseñado que siempre se sabe cómo comienzan y con quién, pero no cómo acaban y con quién terminan. Hasta ahora, la primera víctima -no es la mejor forma de denominarle- es el exministro Ábalos Meco, quien ha sido expulsado del Partido Socialista, pero se ha negado a dejar su escaño para mantener la protección del aforamiento y se ha pasado al Grupo Mixto, perdiendo así el Grupo Socialista un diputado y ganando un jabalí herido, que ha desfilado de plató en plató lanzando indisimuladas amenazas. Alguien debería haberles advertido que en política no se hacen prisioneros. Posiblemente, el Grupo Mixto sea el que más futuro tenga esta legislatura, pues comenzó con tres miembros y en la actualidad cuenta con ocho. A este ritmo acabará presidiéndole el propio Sánchez.
A medida que se van conociendo a los personajes y sus comportamientos, cada vez encajan mejor en una de las películas de 'Torrente' o de 'Mortadelo y Filemón'. Una cuadrilla de golfos vulgares, chuscos, zafios y horteras que manejan con soltura billetes de 500 euros y que siempre en medio de las mordidas están las meretrices, las gambas, las nécoras y los percebes. Van a terminar todos con artritis gotosa y deberían cuidar que las gambas no sean a la gabardina, especialmente si esta es tipo Sherlock Holmes, no vaya a ser que tengan micrófonos. El marisco y las meretrices siempre han tentado mucho al corrupto. El día que los mariscos empiecen a hablar, no quedará títere con cabeza.
En seguida, el departamento creativo de propaganda y argumentarios de La Moncloa puso en marcha el 'y tú más', señalando primero al hermano y luego al novio de la presidenta Ayuso. Al ver que aquello no cuajaba, cambiaron de táctica y comenzaron a esparcir sospechas al estilo tinta de calamar, queriéndonos hacer creer que «en este caso estamos todos salpicados», lo cual tampoco cuajó, aunque demuestra que es difícil tener más cuajo y menos vergüenza.
Es reconocido que el presidente Sánchez, además de intrépido, osado, gustarle jugar al límite, de farol y con las cartas marcadas, tiene suerte. Tiene eso que los burlangas denominan baraka y que en nuestra tierra se conoce como tener una flor en el culo. Los últimos acontecimientos que estamos viviendo; la derrota estrepitosa en las elecciones gallegas; los agricultores tomando calles, plazas y carreteras; el Tribunal Supremo por unanimidad viendo indicios de que Puigdemont pudo cometer delito de terrorismo; los socios del PSOE en Melilla a prisión por la compra de votos; la amnistía que ha colapsado los primeros tres meses de gobierno y ahora con el bla, bla, bla, nos dicen que «seremos más fuertes», pónganse en lo peor; la tercera reprobación del ministro Marlaska; la candidata de Ferraz perdiendo las primarias en Extremadura; el caso Koldo con todas sus derivadas y un proyecto turístico de ocio en Tarragona tumba los presupuestos catalanes y hace que Sánchez se rinda, tire la toalla y no presente los presupuestos del Estado, indican que la baraka le empieza a dar la espalda. La debilidad del Gobierno es manifiesta, no dan abasto achicando agua para evitar el hundimiento. El discurso de la reconciliación y mejorar la convivencia con la amnistía ya no se lo compra nadie. Los independentistas catalanes caminan alegremente hacia la autodeterminación.
Quedan algo menos de cien días para las elecciones europeas del 9 de junio, las cuales serán un buen test para conocer la duración de la legislatura. Antes, algunos de sus socios parlamentarios, PNV o Bildu, quedarán políticamente malheridos en las elecciones vascas del 21 de abril y Junts o ERC en las elecciones catalanas del 12 de mayo. Esto debilitará aún más los apoyos parlamentarios y dificultará la aprobación de cualquier norma en el Congreso.
Las tristes historias de la corrupción política, además de repugnantes, se repiten con cierta periodicidad en todos los partidos políticos y más últimamente, desde que se han convertido en unas oficinas de empleo donde se arriman los listillos del tres al cuarto sin escrúpulos. Deberían vigilar con más seriedad, sobre todo las listas electorales, los nombramientos que realizan y los asesores políticos que nombran, en donde hay inflación.