El maestro de las historietas infinitas

SPC
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Padre de genuinos personajes como Mortadelo y Filemón, el botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio o su 'alter ego' Rompetechos, Francisco Ibáñez se hizo eterno elevando el tebeo español a «casi joya literaria»

Inauguración de un mural en el barrio de Carabanchel de Madrid por el primer Día Oficial de Francisco Ibáñez - Foto: EFE/ Blanca Millez

En la historia del cómic español hay un nombre grabado con letras de oro, el de un autor que enseñó a leer e hizo feliz a varias generaciones. Sus historietas hicieron eternos a sus genuinos personajes, duchos en el arte de entretener y hacer reír. Aunque durante su prolífica trayectoria el legendario dibujante recibió numerosos reconocimientos, quizás el mayor premio sea haber integrado en el imaginario colectivo a Rompetechos, el botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio y, sobre todo, a Mortadelo y Filemón, con unos tebeos que, como él mismo afirmó «son casi una joya literaria».

Si bien el hecho de mantener vivo su legado se presenta como el mejor de los homenajes, coincidiendo con la fecha de su nacimiento, la que fuera su casa editorial ha instaurado el 15 de marzo como Día Oficial de Francisco Ibáñez. Para celebrar esta efeméride, el sello Bruguera ha encargado un mural de 13, Rue del Percebe, que cubre desde este viernes la fachada de un edificio en Carabanchel. A esta iniciativa en Madrid, se suma el tributo de su Barcelona natal a través de la biblioteca Gabriel García Márquez, ubicada en el barrio en el que vivió, y que cuenta con un espacio dedicado al historietista, desde el que se acerca su obra a las nuevas generaciones.

Corría el año 1936, cuando llegó al mundo el maestro que, en lugar de un pan, trajo un lápiz bajo el brazo, del que nunca se separó. Y es que su afición por los tebeos le acompañó desde su infancia y, aunque sus estudios le deparaban una vida alejada de las viñetas, nunca dejó de crear. De hecho, su trabajo como botones del Banco Español de Crédito, le sirvió como fuente de inspiración para crear al popular Sacarino. 

Su pasión por las historietas le llevó a colaborar con revistas como El Chicolino, La Risa o el suplemento dominical de La Prensa, hasta que eligió entregarse a su vocación a tiempo completo. 

En busca de su identidad

Su decisión le condujo a la editorial de cómics más destacada de la época, donde alumbró su serie más icónica, longeva y exitosa: Mortadelo y Filemón, una disparatada pareja de detectives que empezó como una parodia de Sherlock Holmes y el doctor Watson y que pronto construyó una identidad propia.

En los inicios de su trayectoria, las creaciones de Ibáñez bebieron de los influjos de obras emblemáticas del tebeo franco-belga, como Lucky Lucke, Spirou, Gaston Lagaffe o Tintín, y de autores nacionales como Manuel Vázquez, autor de Anacleto, Agente Secreto.

Estas influencias contribuyeron a forjar su identidad en el mundo del tebeo de humor. Pero fueron su habilidad artística, su ingenio y sentido del humor, sumados a su incansable capacidad de trabajo, las  cualidades que le permitieron crear viñetas que se convirtieron en un arma infalible contra el aburrimiento. El autor concibió la historieta como una sucesión de gags (chistes gráficos) unidos a través de una narración común. 

Ibáñez  no se consideraba un gran dibujante y, aunque tenía claro que la historieta es la suma de dibujo y guion, creía que es en este último «donde hay que dar el máximo» con el objetivo de que «el lector no se aburra».

Además del emblemático dúo de detectives que protagonizó cientos de aventuras, Ibáñez tuvo otros famosos hijos, como el despistado botones Sacarino, el pequeño y miope Rompetechos (su personaje favorito y en el que más se reflejó), los reyes de la chapuza Pepe Gotera y Otilio, los alocados vecinos de 13, rue del Percebe o la peculiar Familia Trapisonda. 

Su talento le llevó a erigirse en el Rey Midas del tebeo y, a finales de la década de los 60, sus obras ya gozaban de gran popularidad. Sus aclamados personajes, especialmente Mortadelo y Filemón, se consagraron como iconos de la cultura de masas en España, y también lograron encandilar a miles de lectores más allá de este país.

Impacto cultural

Su salto del tebeo a la televisión, al cine o a los videojuegos sirve como muestra. En este punto, cabe recordar la exitosa adaptación a la gran pantalla de los súper agentes de la T.I.A. en 2003 de la mano de Javier Fesser. La gran aventura de Mortadelo y Filemón, que protagonizaron Benito Pocino y Pepe Viyuela, obtuvo cinco premios Goya y se alzó como la cinta más taquillera del año, con una recaudación 22 millones de euros, superando a Piratas del Caribe.

Aunque no corrió la misma suerte, TVE estrenó en el año 2000 la serie del Botones Sacarino. Pero estos no han sido los únicos títulos que han inspirado producciones televisivas en España, ya que también la serie Manolo y Benito emula a Pepe Gotera y Otilio, mientras que Aquí no hay quién viva y La que se avecina recuerdan a la célebre 13, rue del Percebe. 

Desde finales de los 80, Ibáñez se dedicó en cuerpo y alma a las aventuras de Mortadelo y Filemón, que en 2023, el año de su muerte, alcanzaron la edad de jubilación.

El maestro afirmaba que «un personaje de cómic se crea en cinco minutos; lo difícil de verdad es menearlo cuando llevas miles de páginas», y eso es precisamente lo que consiguió con esta serie que llegó a los 220 álbumes y logró esquivar las barreras temporales para no pasar nunca de moda.

Aunque su deseo era que otro autor tomase su relevo, la complejidad de menear a los personajes ha impedido, hasta la fecha, el regreso de sus queridos detectives, de los que podemos seguir disfrutando con los cómics de siempre y las numerosas reediciones. 

 

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