"Mirar no es un acto pasivo, sino transformador. Lo que sucede ahora en nuestras vidas es que replicamos el hecho de ver, y en su lugar vamos pasando por las imágenes, como si estuviéramos haciendo scroll en una pantalla sin ver nada en realidad". Lo afirma Yeo Siew Hua, el cineasta de Singapur que hoy presentó en Valladolid 'Stranger Eyes', su tercer largometraje, donde nada es lo que parece.
Seis años después de conquistar el premio a la mejor fotografía en Seminci con su anterior trabajo, 'A Land Imagined', el realizador regresa al festival, informa Ical, con un proyecto largamente acariciado, que había escrito incluso antes de filmar aquella obra. El Leopardo de Oro que conquistó en Locarno con 'A Land Imagined' en 2018 le ha permitido, pandemia mediante, sacar ahora adelante una película que juega con el espectador desde el principio hasta el final, con sus múltiples pistas falsas y vueltas de tuerca en el guion.
'Stranger Eyes' arranca en clave de thriller, con dos jóvenes padres veinteañeros sumidos en una profunda crisis de pareja después de que su bebé de apenas dos años haya sido secuestrada en un parque infantil. La situación se complica cuando comienzan a recibir grabaciones que les registran en sus tareas cotidianas, como le sucedía a los protagonistas de 'Cache', de Michael Haneke. Pero el juego no ha hecho más que empezar, y la tensión se desdobla cuando entra en escena un hombre mayor llamado Wu (interpretado por Lee Kang-sheng, el actor fetiche de Tsai Ming-liang), que es quien ha realizado las grabaciones.
En evolución constante y mutante, la película aborda cuestiones delicadas en torno a la pulsión escópica y cómo condiciona nuestros comportamientos sociales el hecho de vivir en una realidad hipervigilada, rodeados de una infinita sobresaturación de imágenes que ni siquiera intentamos descodificar. La confrontación entre lo real y lo percibido y el precio psicológico que podemos estar pagando sin siquiera ser conscientes de ello, son algunos de los temas que aborda el film, que tuvo su estreno mundial en Venecia y ahora ha llegado a España a través del festival de Valladolid.
Según desgranó el realizador en su encuentro con los medios, su país natal es una de las naciones con mayor concentración de cámaras de vigilancia por metro cuadrado en todo el mundo. "Singapur es una isla muy pequeña y muy poblada. Vivimos en grandes bloques compactos de apartamentos, en los que ves a tu vecino por la ventana y él te ve a ti cada día. Es como un ritual diario. Al mismo tiempo sé que el estado me vigila, es algo muy presente. Esa especie de cadena de miradas es en cierto modo la premisa de esta historia", relató.
Una historia en transformación
Hasta en tres ocasiones le preguntaron diversos periodistas por la historia que describe en el film, pidiéndole aclaraciones, y en todas ellas el cineasta rehuyó dar explicaciones concretas para subrayar que "se trata de una película sobre las perspectivas". "En la vida real no es posible comprender siempre todo. Nunca vemos la imagen completa. Nos acercamos a la realidad desde diferentes ángulos y eso es parte del propio tejido de la película. Está construida a partir de sucesivas capas bajo las imágenes, y cómo las interpreta cada espectador se relaciona con quién es cada uno. Nos proyectamos constantemente a través de lo que vemos. Para poder comprender algo o a alguien tenemos que proyectar algo de nuestra propia humanidad hacia el sujeto de nuestra observación", reflexionó.
En su charla, Siew Hua aludió a la relación cotidiana que mantenemos con miles de imágenes, en nuestros teléfonos, ordenadores, televisores… y recalcó cómo ha cambiado incluso la forma de relacionarnos, como sociedad, a partir de esa realidad. "Siento que la imagen que proyectamos puede ser prácticamente es más real que lo que somos de verdad, porque la imagen pública se ha convertido en un lugar prominente en nuestra existencia. Quería mostrar eso en la película, que habla de una joven pareja que sufre en su paternidad, pero también de las relaciones con sus propios padres. Es una historia intergeneracional", deslizó.
El director aseguró que toda su película pivota en torno a la mirada. "De hecho podría ser una película muda, porque si suprimimos todos los diálogos sigue funcionando", apuntó. En ese sentido, un elemento clave del film fue la incorporación del citado Lee Kang-sheng al proyecto: "Es toda una leyenda. Cuando escribía el guion le tenía constantemente en mente. A lo largo de su trayectoria ha desarrollado una maestría absoluta en el manejo del lenguaje corporal. Para mí su mirada era fundamental, porque toda la película gira en torno a la mirada y la capacidad de observación, y cuando él se coloca delante de la cámara todo cambia. Es capaz de aportar toda su humanidad al personaje con solo su mirada. La primera vez que rodamos con él me conmovió y me impresionó hasta el punto de reorganizar el rodaje y cambiar las reglas del juego. Junto a mi director de fotografía decidimos grabarle primero a él para saber cómo mira, y luego poder registrar lo que está mirando en cada momento con otras connotaciones", explicó.