La pandemia que se desató en el año 2020 forzó a muchos sectores a agarrarse al clavo ardiendo del teletrabajo. Cada uno en la medida de sus posibilidades y, en muchos casos, sin estar preparados para ello. Con mera improvisación. En el ámbito sanitario se restringieron las visitas a hospitales y se fomentaron las teleconsultas para evitar el aumento de contagios. Por entonces, quizá de forma involuntaria, se sentaron las bases de una tendencia que poco a poco se va consolidando en el sistema sanitario español.
La telemedicina, es decir, la medicina a distancia, se está fomentando como una solución a la saturación hospitalaria y la falta de médicos en las áreas rurales, entre otras cosas. En teoría, sin que esto suponga una reducción de la calidad asistencial, aunque también hay voces críticas que se basan en este riesgo.
Según los datos del Ministerio de Sanidad, fue en el año 2019 cuando se empezó a utilizar este sistema en Valladolid. De forma tímida, aunque después se disparó en la pandemia. Y así quedó reflejado todavía en el año 2022, últimos datos disponibles, aunque por entonces no se hubiera terminado la emergencia sanitaria. En ese año, de los 5,4 millones de consultas de atención primaria de medicina de familia, pediatría y enfermería registradas en Valladolid, el 37,8% fueron telemáticas, a las que hay que sumar otro 1,7% que se llevaron a cabo en el domicilio del paciente. La tendencia es mucho más pronunciada en consultas de medicina, donde las telemáticas representan poco más de la mitad, que en enfermería (una de cada cinco).
La Consejería de Sanidad lleva unos años impulsando un sistema de trabajo que parece haber llegado para quedarse. Por ejemplo, en noviembre de 2021 presentó el servicio de telepresencia, una fórmula «para prestar servicios de salud en circunstancias en los que la distancia es un factor crítico, usando para ello las nuevas tecnologías para el intercambio de información que facilite el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades y la prevención, la investigación y la educación sanitarias por parte de los proveedores de servicios de salud». Un sistema «que va más allá de meras videoconferencias, ya que se constituye como un modo de atención en línea y a distancia, que permite la asistencia en tiempo real del paciente por parte de más de un profesional sanitario».
Además, la Junta se encuentra inmersa en otros proyectos piloto para avanzar, junto al Ministerio, en la definición de los requisitos mínimos para la implementación de herramientas de telepresencia y para trasladar a Castilla y León buenas prácticas de otras regiones de Europa.
La coordinadora del Grupo de Telemedicina y eSalud de la Universidad de Valladolid (UVa), Isabel de la Torre, asegura que la implantación de la telemedicina en Castilla y León «no es de las más altas de España, pero tampoco de las más bajas». Según ella, «en muchos casos son proyectos pilotos» que dejan a la Comunidad alejada de otros países de referencia. «Todavía hay un largo camino por recorrer para llegar al nivel de Estados Unidos, Canadá, Francia e Italia», señala la catedrática, que pide más implicación a entidades públicas y privadas «para hacer muchas más cosas». Según ella, «a veces hay sistemas en la universidad que no se usan y se quedan ahí».
De la Torre explica que la atención en línea «depende mucho de los especialistas», aunque es más habitual en el análisis de imágenes clínicas. «En áreas rurales es de especial interés», dice, porque entre sus ventajas están que evita desplazamientos, «agiliza el trabajo y mejora la calidad de vida y el sistema sanitario». Entre los inconvenientes, «el coste, si no hay financiación, y que requiere un aprendizaje, aunque sea sencillo». También juega en contra el hecho de depender el buen funcionamiento de la tecnología. Con todo, De la Torre está segura de que este sistema de trabajo irá a más. «Las nuevas tecnologías ayudan en la gran mayoría de los casos, salvan vidas y mejoran la calidad de vida», finaliza.
Unidades móviles
Dentro de esta progresiva implantación de la telemedicina, la empresa Comitas, cuyo principal cliente es el Ejército, presentó un proyecto a la Junta el año pasado para la implantación soluciones de telemedicina que conecten médico y paciente, ya sean maletines, carros o unidades móviles, «que son como autobuses», explica el director de Desarrollo de Negocio, Julián Cesteros. Son herramientas que disponen de «todo tipo de aparatos de diagnóstico». Por ejemplo, monitores de signos vitales, electrocardiogramas, sondas ecográficas, tensiómetros, etcétera. Además, disponen de un sistema «muy intuitivo» que puede ser utilizado por cualquier persona, aunque no sea sanitario, siempre que al otro lado de la línea se conecte con el médico correspondiente para que dé el diagnóstico y las pautas a seguir. En una videoconferencia «segura y encriptada». Una solución, según Cesteros, para la falta de médicos y la dispersión geográfica de la España vaciada. «En el caso de Sacyl, lo que estamos proponiendo son esos maletines para diferentes cabeceras rurales para que sean atendidas por personal de enfermería, de tal modo que lleguen a casa de los pacientes y den posibilidad al médico, desde su consultas, los explore sin tener que desplazarse... eso mejora mucho los tiempos y costes», explica. Según él, Sanidad lo está estudiando de cara a sacar este servicio a licitación pública.
Sin pérdida de calidad
Frente a esta tendencia, impulsada por el desarrollo de las nuevas tecnologías, existen ciertos recelos por el miedo a que estos cambios supongan un menoscabo en la calidad asistencial. La portavoz de la Plataforma por la Sanidad Pública de Valladolid, Susana Simón, ve con bueno ojos todos los avances tecnológico que lleguen al sistema sanitario, «pero siempre que vayan en beneficio de la atención a los pacientes». Así, llama a no dejar de lado el factor humano en la atención, aunque se haga en los domicilios de los pacientes. Y en estos casos, también pide que se asegure que esas personas están en un entorno adecuado. «Desgraciadamente, no todos los hogares tienen unas condiciones óptimas de temperatura o limpieza», señala. Por eso pide que se destinen los recursos económicos que sean necesarios para garantizar que las personas que reciben atención médica a distancia no lo hagan en peores condiciones de los que acuden al hospital o a un centro de salud.