Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Optimismo antropológico

17/09/2024

Se decía, e incluso lo decía él mismo, que el expresidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero, era un "optimista antropológico", que encontraba efectos positivos en todas las adversidades políticas a la que tenía que enfrentarse, en una primera etapa porque tuvo el viento de cara, aunque luego se topó con la realidad de una crisis que tardó en reconocer, que dio paso a una mayoría absoluta del PP, porque solo con buenas palabras no se puede gobernar. El actual jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, va por el camino de convertirse en otro optimista antropológico, en un taumaturgo que con buenas intenciones considera que puede llevar a cabo su proyecto político. Su intervención ante la interparlamentaria de su partido fue eso, un ejercicio de optimismo casi patológico que no se compadece con sus insuficientes apoyos parlamentarios para sacar adelante los proyectos políticos más importantes del Gobierno, que darían sentido a la legislatura.

Por supuesto que la obligación del líder de un partido es insuflar ánimos a sus representantes políticos, que son los que deben negociar, los que sufren las derrotas parlamentarias cada vez más frecuentes y los que deben sustentar la acción de gobierno. Sánchez tiene claros cuáles son los objetivos para los próximos tres años, con unos primeros dieciocho meses sin elecciones a la vista -de momento-, porque en su optimismo antropológico considera que podrá acabar la legislatura –"con o sin el concurso del Legislativo"-, apoyándose también en la falta de una alternativa a su gobierno mediante una moción de censura, impensable mientras los escaños del PP sigan ligados a los de Vox y trate de reunirlos con los de los independentistas de Junts -agua y aceite- y mantengan una oposición que se ha mostrado muy beligerante en la protesta contra la situación en Cataluña -evidentemente pacificada- y poco propositiva, o que en su afán de negar al gobierno toda legitimidad y toda capacidad de actuación adopta decisiones en contra, incluso,  de lo que aprueba en instancias internacionales. Eso es lo que puede pasar cuando el Gobierno apruebe el plan para la regeneración democrática en línea con las medidas aprobadas por el Parlamento Europeo y la Comisión Europea, pero que al PP le suenan a control bolivariano de los medios de comunicación críticos con Pedro Sánchez.

Toda la intervención de Pedro Sánchez ante sus parlamentarios ha sido la de justificar todas sus decisiones, incluida la de financiación singular para Cataluña, que ha ligado a la reforma de la financiación autonómica y a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, poniendo la pelota en el tejado de la oposición y de los grupos independentistas de quienes dependerá que las comunidades autónomas y los ayuntamientos cuenten con 5.000 millones más para blindar el Estado de bienestar y mejorar los servicios sociales.

Un rasgo de optimismo suicida de Sánchez es pensar que el PP puede apoyar las cuentas públicas o que no mantendrá el boicot a la ley de vivienda que no votó en el Congreso pese a ser un problema acuciante para una parte considerable de la ciudadanía. El único motivo en el que Sánchez puede fundamentar su entusiasmo o su esperanza es en la situación económica que, con sus claroscuros, es positiva, y de la que se olvida el PP en su labor de oposición.