Aunque sea una cuestión que, como el Guadiana, va y viene en función de la publicación de nuevos análisis, lo cierto es que hay mucho que hablar aún sobre cómo estrechar la buena preparación académica de los jóvenes de Castilla y León y la falta de oportunidades laborales para nuestros alumnos. El informe PISA, o sea, el Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes, estudio que lleva a cabo la OCDE a escala mundial y que mide el rendimiento académico en matemáticas, ciencia y lectura, no deja lugar a dudas: los alumnos de esta Comunidad obtienen la máxima puntuación en las citadas materias al final de su educación obligatoria. La región no solo es líder en España, sino que está a la altura de países como Finlandia o Japón, considerados desde hace muchos años como ejemplos de la formación académica en el mundo. Sin embargo, y a pesar del importante activo que otorga este indicador internacional a nuestro territorio, lamentablemente no es aval suficiente para encontrar con posterioridad una salida profesional que esté a la altura de esa magnífica preparación académica. Y lo que es peor, que el difícil escenario laboral obliga a muchos de ellos a hacer las maletas hacia otras comunidades o países con más alternativas profesionales.
El simulador empresarial del programa Young Business Talents, en un reciente estudio amparado por Abanca, ESIC Universidad, Herbalife y Praxis MMT, avanza que el 71,8% de los jóvenes de la llamada Generación Z, los nacidos entre finales de la década de 1990 y mediados de la del 2000, cambiará de país para trabajar, a pesar de que seis de cada diez están mejor preparados que sus progenitores. Un trabajo que aborda las actitudes y tendencias de los jóvenes preuniversitarios españoles y de formación profesional.
Y aunque la tendencia apunta a una cierta disminución, son porcentajes escalofriantes que demuestran de forma inexorable que no sólo de formación vive el hombre, por emplear un símil metafórico. Dicho de otra manera, que, por desgracia, una alta cualificación no asegura el ejercicio de la actividad profesional elegida y en el entorno deseado.
Castilla y León es, por distintos motivos, un claro ejemplo de esta incomprensible contradicción que se vislumbra entre la excelencia formativa y la débil capacidad de oportunidades laborales. A la vista está que somos un territorio exportador de jóvenes con estudios superiores y cuyas señas de identidad son la buena cualificación y el talento. Por ello, cabe preguntarse qué se puede hacer para revertir esa ecuación, de tal forma que el mérito y el esfuerzo tengan su recompensa profesional sin necesidad de liarse el petate de la desilusión y el sentimiento de fracaso. Las administraciones, las autoridades educativas, las universidades, los centros de formación, las organizaciones empresariales y los agentes sociales tienen ante sí el reto de superar ese examen final, que no es otro que la inserción laboral y la creación de empleo digno para nuestros jóvenes, los verdaderos sacrificados de un sistema que evidencia un desequilibrio inaudito. Porque el informe PISA nos ratifica que la casa se ha construido con buenos cimientos, pero también sabemos que todavía carece del tejado adecuado.