Javier Carbonell fue el primero en obtener un doctorado con mención Industrial por la Universidad de Valladolid; en su caso, en Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones, en noviembre de 2017, después de haber desarrollado la investigación de su tesis mientras trabajaba en Telefónica. Estaba en el Observatorio Tecnológico del departamento de Innovación y, como reza el título de su tesis, se centró en investigar sobre la 'Detección, conceptualización y comunicación de fenómenos emergentes en entornos tecnológicos'. Salió de la multinacional meses antes de terminar sus estudios, cerrando una etapa de casi 20 años allí, y desde entonces está de freelance, precisamente, como 'experto en detección y comunicación de tendencias tecnológicas', así como en 'análisis de inversiones y despliegue de negocios digitales', labor por la que, sin dejar de residir en Valladolid, trabaja como asesor de empresas de diversos países de la UE y su entorno, de cara sobre todo a la captación de ayudas europeas.
Carbonell ya sabía que fue el primer doctorado industrial de la UVa y le resta importancia por considerar que fue algo «anecdótico», pero no oculta su sorpresa cuando, durante la conversación con El Día de Valladolid, conoce el detalle de que, en los casi siete años que han pasado desde que defendió su tesis, sólo seis personas más han obtenido dicha mención. «¿Sólo? Pues tampoco considero que haya hecho algo tan especial», responde.
«Yo me decidí a hacer la tesis para que me ayudara en mi trabajo, dado que ya me dedicaba a analizar tendencias tecnológicas en Telefónica, así que igual mi caso es un poco atípico por eso, porque la mayoría de la gente la hace para sacarse plaza en la Universidad, y el recorrido más habitual puede ser el del joven que termina la carrera y hace su tesis con ese objetivo», opina. Él se doctoró con 46 años y «alguna vez» él también se ha planteado la alternativa académica, aunque no ha «encontrado tiempo para dar ese salto». Está acreditado por la Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) como profesor ayudante doctor, pero no ha llegado a ejercer.
El caso de Carbonell también se sale de lo habitual por otros motivos, ya que cuenta que cuando empezó el Doctorado ni se planteó la cuestión de la mención industrial, sino que fue el tutor de su tesis quien, en el transcurso de la investigación que ya estaba llevando a cabo, le sugirió la posibilidad de solicitar esta modalidad al ver que se ajustaba a los requisitos necesarios para ello. De hecho, ni siquiera hubo petición de subvención por su contratación.
«No tuve beca, salario de Doctorado ni nada parecido por colaboración con la empresa, lo mío fue algo natural por estar trabajando ya en Telefónica», incide Carbonell, que valora por encima de todo la utilidad del «conocimiento adquirido», independientemente de que no tuviera «ninguna ventaja de contratación». «Me sentí satisfecho por el beneficio personal de haberme desarrollado intelectualmente en una materia en la que ya trabajaba», dado que estaba en un Observatorio Tecnológico de Telefónica y centró su investigación en «cómo detectar y comunicar tendencias tecnológicas». «Me resultó por es muy útil como formación interna, para dotarme de herramientas que, además, ahora que soy autónomo, también me están viniendo muy bien para manejarme».
Lo que no le resultó precisamente fácil es compatibilizar su trabajo en Telefónica con la tesis: «Los fines de semana me dedicaba a esto en lugar de salir a tomar algo, se pasa mucho y fue muy complicado, la verdad, pero sarna con gusto no pica», matiza.
Consejos
Desde su propia experiencia y la perspectiva del tiempo transcurrido desde que obtuvo el Doctorado Industrial hace ya casi siete años, ¿recomendaría Carbonell a un futuro doctorando la posibilidad de desarrollar su tesis en el seno de una empresa para acogerse a la modalidad del Doctorado Industrial? «Pues no sé si tengo una visión completa para opinar porque no he seguido dentro de la Universidad, pero sí le diría que se centre en algo que le guste, y que si es algo aplicable y lo hace en una empresa para aplicarlo, pues mejor», señala. En ese sentido, lo que sí tiene claro es que España tiene potencial y condiciones para contar con más doctores que estén vinculados directamente con el ámbito empresarial, dado que la mayoría están muy centrados en el universitario.
«Ahora que trabajo en innovación con empresas europeas compruebo cómo la mayoría de la gente con la que me manejo está doctorada», expone. «Entiendo que si alguien sólo quiere tener un desarrollo universitario pues bueno, es una opción, pero mis clientes suelen ser doctores que tienen mucha relación con empresas, trabajan en ellas, realizan investigaciones que aplican o montan empresas por su cuenta», insiste. «Así, yo veo por ejemplo universidades con las que trabajo, como la de Copenhague, o el Instituto Tecnológico de Zurich, o el Weizmann en Israel, donde sí están muy habituados a los doctores que después emprenden sus propias empresas; y no digo que en España no los haya, que los habrá, pero se podrían dar más pasos en esa línea», concluye.