Con la universidad siempre en la brecha de la disonancia entre la mano de obra que ofrecen sus estudiantes y la que demanda realmente el mercado laboral, la modalidad del doctorado industrial emergía hace apenas una década como una nueva herramienta para contribuir a reducirla y, además, desde el nivel máximo de formación que puede alcanzar un universitario. Fundamentalmente, por conllevar la contratación de estudiantes, ya con grado, dispuestos a desarrollar el grueso de sus tesis doctorales en el seno de empresas, tanto multinacionales como pymes de cualquier sector, o también mientras trabajan en administraciones públicas, con ayudas estatales que cubren hasta el 70% de sus sueldos. Pero falta cultura. Queda mucho camino por recorrer, y no sólo por la parte educativa o del sector público en general, cuando el porcentaje de personal investigador empleado en las empresas españolas con respecto al total (39%) está a más de 20 puntos, o casi, de la media de los países de la OCDE (66%) o de la UE de los 27 (56%), tal y como se reseña en el plan de acción de doctorados industriales en España, presentado por el Gobierno en octubre de 2023.
En la Universidad de Valladolid, concretamente, los doctorados industriales, aprobados a nivel estatal por un Real Decreto en 2011 (30 años después de Francia o más de 40 después de Dinamarca), empezaron a implementarse en torno a 2014 y todavía siguen siendo una opción muy poco utilizada, hasta el punto de que sólo se han leído siete tesis con esta mención: una en 2017, dos en 2019, dos en 2022 y dos en 2023. No obstante, aunque los resultados cosechados hasta la fecha sigan siendo claramente discretos, ahora ya se perciben algunos brotes verdes que invitan a presumir cierto punto de inflexión. Destaca en tal sentido que los cuatro doctorados industriales acreditados en los dos últimos cursos ya hayan supuesto mejorar el pobre parcial de sólo tres entre todos los años precedentes; o también que se cuente con poder sumar otros dos en pocos meses, por dos doctorandos que ya han solicitado fecha para el acto de defensa de sendas tesis con mención industrial; y sobre todo, que la UVa ha conseguido sembrar futuros incrementos más pronunciados de estas cifras gracias a la firma de una quincena de nuevos convenios con empresas durante el último curso, cuando hace apenas un año no había ni diez.
Entre las empresas con convenios vigentes destaca Telefónica por tener hasta cuatro a través de distintas sociedades del grupo. Hay otras del sector de telecomunicaciones, así como del informático o por supuesto de automoción, con Renault a la cabeza y Horse dispuesta a suscribir uno próximamente. Pero también hay varias firmas farmacéuticas, biotecnológicas, del sector forestal, medioambientales... o fundaciones de actividades muy diversas, desde Cidaut o Cartif hasta Aspaym Castilla y León, pasando incluso por la Katarina Gurska para la Educación y la Cultura, gracias a una tesis sobre el mundo artístico que está realizando un músico. En la actualidad se contabilizan un total de 22, frente a sólo nueve para el desarrollo de 15 tesis con esta mención que se contabilizaban en febrero, mes en el que la Escuela de Doctorado de la UVa (EsDUVa) celebraba una jornada informativa en colaboración con el Consejo Social para dar a conocer el doctorado industrial como «herramienta de transferencia de conocimiento y competitividad para las empresas».
La UVa aumenta los convenios para doctorados en empresasAsí, gracias a los convenios vigentes, hoy son «entre 35 y 40» los estudiantes que están realizando sus tesis con mención industrial, según estima la subdirectora de Másteres y Doctorado Industrial de la Escuela de Doctorado de la UVa (EsDUVa), Cristina García. «Eso no significa que todos la vayan a conseguir», matiza, dado que en su momento deberán defender sus tesis y acreditar el cumplimiento de requisitos; pero, en cualquier caso, apuntan a multiplicar cifras y consolidar por fin una salida académica cuya contribución al acercamiento universidad-empresa va más allá de la inserción directa de unas cuantas decenas de universitarios.
Ventajas del doctorado industrial
«Yo creo que aquí se benefician las tres partes», aprecia García. «La primera ventaja es para el doctorando, claro, ya que si está haciendo su tesis y su investigación sobre una materia de verdadero interés para la empresa en la que la desarrolla, si ésta decide realizar una contratación definitiva relacionada con tal materia (el contrato inicial basta con que sea de un año), lógicamente el primer candidato para el puesto va a ser él». La empresa, mientras, además de la formación de un trabajador a su servicio, con posibilidad de que la parte pública cubra hasta el 70% de su salario sin necesidad de que éste se dedique exclusivamente a la tesis, «se beneficia del hecho de tener doctores (o predoctores en un principio) entre los miembros de su equipo», con la mejora de competitividad que ello implica, al tiempo que «establece un vínculo con la Universidad que puede facilitar que surjan otras colaboraciones». «Y después está el beneficio que supone para la propia Universidad, por supuesto, que siempre estamos hablando de la necesidad de hacer transferencia o intercambio de conocimiento con el ámbito empresarial y no hay una vía más directa que esta para trabajar juntos».
La UVa aumenta los convenios para doctorados en empresas¿Pero por qué está costando tanto entonces que crezca este vínculo entre la Universidad y el sector empresarial? Según la subdirectora de Másteres y Doctorado Industrial de la EsDUVa, «lo que cuesta mucho es llegar a las empresas, sobre todo a las pymes, para dar a conocer esta modalidad y que al menos puedan valorar si les interesa realmente o no»; y el primer escollo considera que está en la propia denominación de esta mención como Doctorado Industrial, que «no es la más acertada». «Todos los que nos dedicamos a esto pensamos que genera confusión porque lleva a creer que sólo se dirige a industrias como Renault y demás, cuando en realidad puede desarrollarse en todo tipo de empresas», sin importar tamaño ni sector, «aparte de administraciones públicas, un museo, un archivo, fundaciones…». Sugiere por ello que un nombre como 'doctorado empresarial' sería más adecuado, o 'doctorado de colaboración universidad-empresa', tal y como se apuntó durante la jornada informativa celebrada el pasado mes de febrero; pero la competencia para decidir cómo se llama esta modalidad es estatal, del Ministerio de Universidades actualmente.
Por otro lado, García recuerda que un doctorado es «el grado más alto de formación que se puede tener a nivel académico»; aunque, en su opinión, «igual las empresas españolas no lo valoran tanto como las de otros países». Por todo ello, «está claro que no se aspira a que esta modalidad sea mayoritaria y se alcancen grandes cifras», reconoce, ni a corto ni a medio ni a largo plazo, «pero algo se está moviendo ya y se notará más en los próximos años».