Este primer mes del año ha comenzado fuerte, bravo, con sorpresas desagradables que se unen a la ya tradicional cuesta de enero. A la anunciada llegada de Trump, que ha entrado en la Casa Blanca como un elefante en una cacharrería, se nos une la sorprendente decisión de Ryanair de abandonar sus vuelos en el aeropuerto de Valladolid o la incapacidad del Gobierno en sacar adelante sus propuestas, entre las que se encuentran las ayudas al transporte público o la subida de las pensiones. Y lo peor es que aún nos queda una semana de este enero, así que, siendo un poco pesimista, la cosa se puede complicar aún más para los ciudadanos, que son siempre los paganos de todas las decisiones políticas y económicas, públicas y privadas.
Empezando por lo último, la política a veces tiene estas cosas y el actual Gobierno socialista nos tiene acostumbrados a la incertidumbre. No tiene mayoría y ni siquiera cuenta con el respaldo de sus socios de investidura para sacar adelante sus iniciativas, pero aún así osa llevar al Congreso un real decreto ómnibus (se denomina así cuando un texto legislativo aborda reformas de ámbitos distintos sin una relación directa entre sí) con la esperanza de que al final alguien pueda salvarle el culo. En este caso no fue así y el pasado miércoles le tumbaron el decreto que recogía, entre otras medidas, las ayudas al transporte público, tanto el ferroviario como el urbano e interurbano, lo que va a ocasionar un grave perjuicio a muchos usuarios que aprovechaban estos 'descuentos' para vivir en Valladolid y trabajar en Madrid o viceversa. Como ha pillado a todos con el pie cambiado, nadie sabe ahora cómo actuar y cuánto va a durar. El mismo Ayuntamiento de la capital continúa sin modificar el precio del billete del bus urbano a la espera de que pueda encontrarse una solución consensuada, aunque de momento no recibirá la parte correspondiente a la Administración estatal. Más pronto que tarde, el equipo de gobierno deberá acordar una subida o asumir el 30 por ciento que hasta ahora llegaba del Gobierno. Habrá que esperar a ver cómo evoluciona, aunque les advierto que tengo poca fe en los políticos.
Otra de las noticias inesperadas fue la salida de Ryanair de Villanubla. Lo hizo por sorpresa, casi con nocturnidad y alevosía, en línea con la actuación de la aerolínea de bajo coste, que busca sacar rédito económico a todas las situaciones. En esta ocasión, se escuda en las tasas aeroportuarias, aunque siempre podría haber repercutido estas en el precio de los billetes. Como cualquier empresa privada, es legítimo buscar un beneficio económico con su actividad, aunque en este caso sus decisiones son un poco erráticas, ya que pocos meses antes había anunciado un fuerte impulso en algunos aeropuertos regionales como el de Valladolid. En realidad, mi impresión es que la compañía irlandesa busca ayudas públicas, bien como descuentos en sus tasas (no solo en Valladolid) o subvenciones de las administraciones autonómicas o locales para financiar los vuelos. Y todo ello a pesar de que los aviones iban y venían de Barcelona con casi todo el pasaje vendido habitualmente. Desde luego, yo creo que no hay que ceder al 'chantaje', el dinero público debe destinarse a otras necesidades más urgentes y que afecte a muchos más ciudadanos. Desde aquí expreso mis dudas sobre lo que puede aportar a la ciudad, desde el punto de vista económico, social e incluso turístico, tener un vuelo regular a Barcelona o cualquier otra provincia. Me temo que no afecta mucho, más allá de la comodidad, el hecho de poder viajar a ciudades europeas o españolas en avión y, por ejemplo, sí que es relevante concluir otras infraestructuras ferroviarias o de autovías.
Y por último, quería comentar la prevista llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos. No ha defraudado en sus primeros días y ya ha levantado un tsunami que había sido anunciado. La 'amenaza' de poner aranceles a los productos procedentes de muchos países, entre ellos España, ha generado inquietud entre el sector empresarial. Aunque aún se desconoce el alcance de estas medidas, así como su concreción sobre los sectores que pueden verse afectados, las empresas temen una caída en las ventas al país norteamericano, que en los últimos años se han disparado y en 2024 sumarán ya cerca de 300 millones de euros. Habrá que esperar a ver el alcance de sus medidas, aunque no es el principal destino exportador de las compañías vallisoletanas.