La edición de 1984 de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) marcó un antes y un después en la historia del festival. Ese año irrumpieron en el cartel los icónicos labios que han sido imagen de este certamen durante las últimas cuatro décadas. Una obra del ilustrador leonés Manuel Sierra, afincado en Simancas, que bien pudiera haber sido otra firmada también por él.
Unos meses antes de esa edición, Sierra recibió el encargo del festival para hacer el cartel con una directriz muy clara: que refleje amor al cine. Además, por entonces ya le trasladaron que la idea era que el cartel de esa edición se convirtiese en la imagen del festival en los años posteriores. En base a esas premisas, Sierra trabajó en tres líneas argumentales diferentes. La primera fue una estrella de cinco puntas de color rojo, con una sombra de color negro y, en su interior, un fotograma con el nombre del festival. «La estrella tenía mucho que ver con la idea del cine como espectáculo», explica. Pero fue una propuesta descartada muy pronto. Él cree que no gustó porque se alejaba del concepto de cine de autor, que es sello de identidad de Seminci. Y también por las connotaciones políticas que podría tener la estrella. Así que el comité tomó la misma decisión con otra propuesta similar: otra estrella que, en esta ocasión, llevaba 'incrustado' un corazón.
Un corazón que, precisamente, fue la base de la segunda propuesta. Sierra todavía conserva los bocetos, que van desde uno atravesado por una flecha, otro por un fotograma y otro con un ojo en su interior, hasta otra propuesta mucho más arriesgada, donde se abandona la imagen icónica del corazón para ir a una más realista, arterias incluidas. Eso sí, en todas ellas incluyó el fotograma. Esta segunda línea argumental tampoco convenció al festival. «La estrella la desecharon inmediatamente y debaterion sobre las otras propuestas, que eran el desarrollo de la idea del beso», recuerda. Pero finalmente Seminci se decantó por la propuesta más directa: los labios «imperfectos, rugosos y sensuales» enmarcados en un fotograma. Amor y cine unidos bajo el título El beso del celuloide.
Manuel Sierra muestra las diferentes propuestas de labios que presentó, con la elegida en primer término. - Foto: J. TajesRevitalizar
En 1984 el festival estaba «de capa caída», y Fernando Lara, que asumió la Dirección ese mismo año, pretendió dar un impulsó y romper con la imagen conservadora que tenía hasta ese momento. Cuando Sierra recibió este encargo, no tardó en plasmar en papel las tres ideas que le vinieron a la cabeza. «Yo, si no lo saco a la primera, no lo saco, porque tengo muy poca disciplina», explica. Su temprana inspiración se demostró acertada con el tiempo. De hecho, los labios se consolidaron y aparecieron en el cartel de Seminci durante las siguientes 15 ediciones del festival. Varios de esos carteles, por cierto, diseñados por él mismo. Hoy esos labios están tan consolidados en el imaginario colectivo que basta con verlos para pensar en el festival, sin el apoyo de ninguna otra referencia. Y quizá ese sea el gran éxito del ilustrador.
El pasado mes de junio Seminci decidió estrenar identidad gráfica, con una renovación de los icónicos labios. En ningún momento se planteó cambiarlos, porque, tal y como reconoció al presentar la nueva imagen, «ese beso al cine (...) ha sido un referente asentado en las cabezas y los corazones, sin el que sería complicado entender el propio significado de Seminci». El nuevo trabajo, de PobrelaVaca Studio, se basa en los conceptos de «simplicidad, modernización y versatilidad». Un beso más uniforme, menos imperfecto. Otro beso. Quizá más sofisticados que el que Sierra propuso a partir de unos labios estampados en una cartulina. ¿De quién era ese beso? Sierra sonríe antes de insinuar que ese secreto se irá con él a la tumba.