Los alérgicos están sufriendo las consecuencias de un mes de mayo muy seco y extraordinariamente caluroso que ha disparado tanto sus síntomas como las visitas al médico en busca de tratamientos que los mitiguen o de un nuevo diagnóstico. Apenas ha llovido una séptima parte de lo habitual (en los últimos 30 años en Valladolid), mientras que el mercurio se ha desbocado en más de la mitad de los días, llegando incluso a anotar la temperatura máxima récord de un mayo vallisoletano (34,5). Un cóctel que ha facilitado la puesta en circulación de distintos tipos de pólenes y, además, con niveles de concentración que son 'altos' en dos grandes familias y con la previsión de que alguna más vaya situándose en ese punto para desgracia de los pacientes con una hipersensibilidad a esas especies.
El polen de gramíneas, que es al que reaccionan tres de cada cuatro alérgicos vallisoletanos, se sitúa en nivel 'alto' de concentración, igual que el de dos árboles de la familia Quercus: el roble y la encina. En los próximos días se espera que esté también ahí el llantén, que todavía aguanta en nivel 'moderado', que es donde se encuentran las oleáceas (olivo y, sobre todo, el aligustre, que es uno de los setos habituales en muchas medianas de la ciudad) y todas las del género de Urticaceae (ortigas y derivados). La acedera se encuentra aún en nivel 'bajo', pero creciendo hacia el 'moderado', mientras que dos de los árboles que suelen generar más problemas en esta zona, el ciprés y el plátano de sombra, resisten en nivel 'bajo'.
El calor de la tercera semana de mayo ha sido el gran causante de este prematuro salto en las ratios de alergias, contribuyendo a un adelanto de los niveles elevados, algo que en el caso concreto de las gramíneas, se está traduciendo en un 'ataque' masivo a la mayoría de alérgicos.
Una situación que se empieza a ver en las propias consultas de los alergólogos: «Sí hemos observado un aumento en los pacientes con cuadros respiratorios de rinitis y asma, y también conjuntivitis y esofagitis eosinofílica, que puede estar causada por la germinación del polen en la mucosa esofágica», según confirma a este periódico la jefa del servicio de Alergología del Hospital Universitario Río Hortega (HURH), Alicia Armentia.
19 DÍAS CON MÁS DE 30
Para la doctora, esta situación de mayo tiene su explicación en el cambio climático y los datos que deja este mes son un buen ejemplo. A falta de lo que registre la Aemet en estos últimos días del mes, la media de las temperaturas máximas está por encima de 24 grados, que son tres más de lo contabilizado durante los últimos 30 años en Valladolid. Es más, en 19 de las jornadas de mayo, el mercurio ha estado por encima de los 21 grados que es la máxima media. En función de lo que pase durante el tramo final, el de 2022 podría ser el mayo con la media de las temperaturas máximas más elevada en caso de superar los 24,9 grados con que concluyó mayo de 2000.
Por lo pronto, el pasado sábado 21 de mayo ya se rebasó el pico de temperatura máxima nunca antes visto en un mayo vallisoletano, al saltar de los 34,4 del 29 de mayo de 2001 a los 34,5 grados del penúltimo sábado de este mes tan anómalo que ha visto a temperatura bajar en casi diez grados en apenas 24 horas e, incluso, llegar a hacerlo a la mitad en apenas tres jornadas, ya que este martes la máxima se plantó en solo 17,2.
No es algo único de mayo, pues ya en abril también se superó la media de las máximas a orillas del Pisuerga, aunque únicamente en unas pocas décimas, desde los 16,9 grados que marca la Aemet a los 17,5 con que se despidió el cuarto mes del año.
Y POCA LLUVIA
A esto se une la sequía de un mayo en que apenas se ha llegado a recoger una séptima parte de la lluvia normal de este mes en la provincia, una cifra que, según la Aemet, viene siendo de 49 litros por metro cuadrado durante las tres últimas décadas. Al cierre de esta edición, la Agencia Estatal de Meteorología había anotado 6,8 litros en Valladolid, cuatro de ellos como colofón de ese cálido sábado. Situación radicalmente opuesta a lo que se produjo en abril, cuando se llegó a la cantidad de 53,6 litros, casi ocho por encima de la media de ese mes.
La doctor Armentia vincula esos repuntes de polinización que han disparado las consultas de los pacientes con alergia ambiental con el cambio climático, con esta sequía, con los elevados picos del mercurio que han dejado ya cuatro días por encima de 30 en un mayo vallisoletano en el que la mínima se ha pasado dos semanas sin bajar de los diez grados: «Las bacterias y virus transportadas por el aire, las esporas de hongos, el polen y otras biopartículas, son esenciales para la reproducción y propagación de los organismos a través de los distintos ecosistemas, y pueden causar o amplificar enfermedades tanto en humanos, como en animales y en vegetales», explica esta experta, que apunta que «su interacción con la sequía, con el aumento anormal de las temperaturas, la contaminación y calimas saharianas o debidas a los incendios aparece implicada en muchas patologías graves, tales como infecciones, enfermedades alérgicas (asma, esofagitis y otras patologías digestivas tipo inmune), ictus, cardiopatía isquémica y cáncer».
CAMBIO CLIMÁTICO
Un cambio climático que, tal y como explica la jefa de Alergología del HURH, ha provocado que la polinización de diversas especies incluso se haya mantenido en el tiempo este año, sin detenerse durante los meses más fríos y acentuando también los problemas de los alérgicos, «debido al invierno templado que ha habido, con medias que casi llegaban a los ocho grados». «La sequía que padecemos, así como otros fenómenos meteorológicos que hemos padecido son todo consecuencias directas del cambio climático. Uno de los fenómenos que definirá con mayor intensidad el siglo XXI será el impacto que los cambios irreversibles del clima tendrá en el bienestar de las poblaciones (y muy en particular de las poblaciones urbanas)», reflexiona la investigadora y profesora de la Universidad de Valladolid.