El primer día que Marta Campo fue a clase en Bachillerato, el profesor preguntó a todos los alumnos a qué se querían dedicar profesionalmente. Cuando le tocó hablar a ella, no dudo: «Quiero ser jueza». Dos años después, cuando se matriculó en Derecho en la UVa, lo seguía teniendo igual de claro, a diferencia de algunos de sus compañeros. Tan decidida estaba, que los viernes, que no tenía clase, se iba a su ciudad natal, Palencia, a ver juicios para familiarizarse con la dinámica.
Después de una carrera académica absolutamente brillante, aprobó las oposiciones a la judicatura en solo dos años, pese a que la media es de casi cinco. Es decir, a los 24 se convirtió en una de las juezas más jóvenes del país. Ahora, con 26, se acaba de hacer cargo del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Medina del Campo como titular después de pasar por el de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Palencia.
Una trayectoria que quizá no sea tan sorprendente para la gente que la conoce. Campo ha estado siempre acostumbrada a la excelencia académica. «Siempre he sido muy 'cerebrito', muy estudiosa y he sacado buenas notas», reconoce antes de definirse a sí misma como una joven muy seria, muy prudente y muy madura. «El oficio me pegaba», dice entre risas. Una 'cerebrito' que obtuvo 27 matrículas de honor en la carrera de Derecho y, obviamente, se convirtió en la número uno de su promoción.
«Me tomé la carrera como una oposición, empecé a estudiar desde el primer día porque no me conformaba con sacar un cinco», recuerda. Todos los días 'hincaba los codos' al menos durante tres horas. De domingo a domingo. Sin descanso. Y eso hizo que llegara con una base muy sólida a la oposición. Con leyes que podía recitar como si fuesen el 'Padre Nuestro'.
Por entonces 'aflojó' un poco el pie del acelerador y se permitió descansar un día y medio a la semana: la tarde del sábado y el domingo. Aunque lo hizo para mejorar su productividad, porque se dio cuenta de que estas pausas eran tan necesarias como las jornadas maratonianas frente a los libros.
Llegada a Medina del Campo
Después de dar sus primeros pasos en Palencia, en una fase de sustitución y refuerzo, Campo llega como titular a Medina, un juzgado mixto en el que también tendrá que abordar casos de violencia de género. Por cercanía a su casa, es una plaza más que aceptable, aunque con «mucho trabajo acumulado», dice mientras mira con recelo, y un poco de agobio, las torres de papeles apiladas en las estanterías. Las primeras semanas han estado marcadas por las jornadas intensivas para «sacar trabajo» y por su primer caso mediático: cinco detenidos por una pelea relacionada con drogas; una de ellas, por homicidio en grado de tentativa.
La jueza es muy consciente de que el hecho de ser una mujer tan joven podría convertirse en un problema a la hora de hacerse respetar. Ya está acostumbrada a que en las vistas muchos se sorprendan al ver a 'su señoría' y que algunos funcionarios le digan: «podrías ser mi hija». «Pero al final la autoridad y el respeto te lo ganas trabajando y con tus resoluciones», añade.
Hija de un minero jubilado y una empleada doméstica y ama de casa, Campo rechaza las voces que dicen que el acceso a la judicatura está reservado a las élites, por el tiempo que hay que estar sin ingresos estudiando y por el coste que hay que asumir en la preparación. «Es verdad que estás muchos años sin generar ingresos, pero el gasto es inferior, por ejemplo, al que tiene el que estudia un máster», explica. El temario ronda los 500 euros y el preparador, entre 140 y 200 euros al mes. «Es algo que una familia media sí que puede asumir y, además, es una inversión de futuro», señala. Con todo, le parecen «muy bien» las becas creadas para estas personas hace dos años.
Recién iniciada su carrera, no renuncia a seguir soñando. Quizá algún día se vea con la toga en el Supremo. «Sé que es muy difícil, pero...». Para recorrer ese camino seguirá fiel a la locución latina que encabeza sus perfiles en redes sociales: Per aspera ad astra. Es decir, a través del esfuerzo, el triunfo.