¿Quién mató a Sara Feraru? ¿Quién fue el autor de la cruel paliza del 2 de agosto de 2017 que acabó con la vida de la niña de 4 años horas más tarde en el Hospital Clínico? ¿Quién la agredió sexualmente esa misma mañana? ¿Quién la maltrató en las semanas previas? ¿Fue Roberto, el novio de su madre justo desde que la niña empezó a presentar lesiones? ¿Cuál fue el papel de Davinia en esas fechas, no sabía nada de lo que pasaba o lo consintió todo? ¿Son culpables o no culpables?
Los nueve miembros del jurado popular del juicio por el crimen de Sara Feraru serán los encargados de dirimir sobre estas y otras muchas cuestiones desde hoy, cuando la memoria de la niña se ponga en las manos de estos cinco hombres y cuatro mujeres. El plan es que Feliciano Trebolle, presidente del tribunal, les entregue el objeto del veredicto a primera hora de la mañana y comience entonces su deliberación, respondiendo a ese listado de cuestiones que deben resolver en función de lo que han visto y escuchado durante las doce sesiones de una mediática vista en la que se pone sobre la mesa la primera petición de una pena de prisión permanente revisable en Valladolid. También unas posibles condenas que se van hasta los 24 años de cárcel para Roberto, como presunto autor material de delitos de lesiones, malos tratos, violación y asesinato; y hasta los 25 en el caso de Davinia, acusada de lo mismo en la modalidad de comisión por omisión (por no hacer nada por evitarlo), así como de un delito de abandono de menores.
CULPABLE O NO CULPABLE
En el objeto del veredicto, los miembros del jurado deben votar primero sobre cada uno de los hechos que se incluyen en el listado y decidir sobre cada acusado si es culpable, para lo cual se necesitan siete de los nueve votos, o no culpable, para lo que basta con cinco. Cuando hay una mayoría necesaria para probar los hechos, se procede a la votación para decidir sobre su culpabilidad o no culpablidad exigiéndose las mismas mayorías.
En la ley española del jurado no se contempla la figura del inocente, aspecto ese que trasciende al papel de los nueve juzgadores populares. Eso sí, se exige que sea un veredicto motivado y que responda a todas las cuestiones, puesto que, en caso contrario, el presidente del tribunal puede devolver el acta al jurado para que subsane esos defectos. No hay un plazo de tiempo máximo para una deliberación, si bien a las 48 horas el magistrado puede hacer una consulta, lo que, en el caso del este juicio, se produciría la mañana del viernes.
Desde que se entregue el objeto del veredicto, el miércoles, el jurado popular quedará incomunicado en la Audiencia de Valladolid y bajo la custodia de la PolicíaNacional, que les acompañará, si es necesario, a pernoctar a un hotel. Cuando haya veredicto, será leído en audiencia pública y las partes deberán ya acomodar sus peticiones de pena al contenido del veredicto sobre el que el presidente del tribunal debe basar la sentencia. El magistrado será el encargado de fijar las penas para Roberto y Davinia.
Junto a la prisión permanente revisable por el asesinato, todas las acusaciones (Fiscalía, el letrado del padre de la niña y las asociaciones de víctimas Adavasymt y Clara Campoamor) coinciden en pedir 24 años de cárcel y 15 de libertad vigilada para el presunto autor material, tal como recoge Europa Press.
En el caso de Davinia, Fiscalía y la asociación Clara Campoamor coinciden en reclamar, además de la prisión permanente revisable, una pena de 25 años de cárcel, mientras que Adavasymt lo deja en 13 años y el padre de Sara solicita su libre absolución, al entender que no tuvo ninguna participación en las agresiones y que tampoco supo de nada de lo que ocurría en casa cuando se quedaba con sus hijas.
Las defensas, por su parte, han sostenido hasta ahora la inocencia de la expareja, por lo que exigen su libre absolución. La de Davinia, en esa tesis de que no sabía nada y no sospechaba nada. Y la de Roberto, negando la mayor, sosteniendo que él jamás pegó a la menor y que se encontró a la niña, ya en estado de inconsciencia la mañana de aquel infausto 2 de agosto.
SÓLO ESTABA ÉL
En su testifical, el exmecánico militar de 38 años, trató de acusar de los malos tratos al padre biológico de la víctima, pero las declaraciones de las cuatro primera semanas de juicio de 45 testigos y 12 peritos no han hecho otra cosa que desvirtuar su débil alegato defensivo. Parece claro que el día de los hechos solo estaba él en la vivienda de la calle Cardenal Torquemada, al cargo de Sara y de la hermana mayor, Andrea, que entonces tenía 12 años. Davinia se había ido a trabajar y cuando llegó ya estaban los médicos de Sacyl Emergencias tratando de reanimar a la niña.
Roberto puso sobre la mesa un golpe en la sien de cinco días antes como causa del grave traumatismo craneoencefálico por el que murió la mañana siguiente, en el Hospital Clínico. Los forenses descartaron en el juicio esa posibilidad y fueron contundentes al declarar que las severas lesiones cerebrales eran del día 2 de agosto y fruto de un brutal zarandeo y golpes contra el suelo o una pared. Lesiones cometidas el día antes del óbito, igual que todas las que presentaba Sara en las uñas (tenía algunas arrancadas) y en la zona vaginal y anal, compatibles con una doble agresión sexual que quedó en una intentona, tal como explicaron los forenses, debido a la «imposibilidad física» de violar a una niña de cuatro años.
Algo menos evidente se antoja la autoría de los seis episodios de malos tratos datados por la Fiscalía y las acusaciones en las semanas previas al crimen. El hermano de Davinia y el padre de Sara Feraru dejaron claro que la niña no tenía hematomas hasta la irrupción de Roberto en la vida de Davinia. El progenitor dejó claro que su ex casi le echó de casa cuando comenzó la relación y que se fue de España el 7 de julio, cuatro días antes de que los médicos del Hospital Campo Grande diesen la voz de alarma cuando vieron a la menor, con una serie de lesiones que no dudaron en interpretar como maltrato.
Y es ahí donde empezarían las supuestas culpas de la progenitora y que el jurado debe decidir hasta dónde llegan y si son de tal calibre como para condenarla por idénticos delitos que el autor material.
NO HABLÓ DE ROBERTO
Lo que sí ha quedado certificado durante las declaraciones de esos médicos, así como de los policías que llevaron inicialmente el caso de maltrato de la niña y del equipo de psicólogos de Servicios Sociales, es que trató en todo momento de ocultar que tenía novio, que vivía con ella y sus hijas y que se quedaba al cargo de las niñas cuando esta militar se iba a trabajar.
Davinia explicó que todas sus maniobras evasivas con policías y psicólogos se debían al miedo que tenía a que le quitasen la custodia, pero, en ningún caso, para ocultar que agrediese a su hija pequeña. «Nunca sospeché nada. Nunca le vi pegar a Sara», declaró en el juicio, y que no creyó nada de la agresión brutal hasta que vio la autopsia.