El Centro Regional de Menores de Zambrana parece una cárcel desde el exterior por las medidas de seguridad, con altos muros, cámaras, vigilantes, control de accesos pero el verdadero corazón del complejo está en su interior porque es en este lugar donde se tiene la difícil responsabilidad de recuperar al individuo para la sociedad. De ahí, que no es de extrañar que el personal veterano del centro se refiera al Zambrana como el colegio. Un colegio muy especial, centrado en la reinserción, que el año pasado acogió a 199 jóvenes, entre el área de reforma para medidas de internamiento y el de la socialización, en régimen semiabierto.
Un pequeño paseo por las instalaciones, que ocupan una finca de 53.000 metros cuadrados, permite comprobar que se trata de un espacio ‘amable’, con numerosos espacios abiertos y zonas verdes de cara a facilitar una mejor reeducación de los jóvenes. No hay la visión de las películas donde los adolescentes están en pandilla u ociosos. Incluso, al principio, parece un lugar fantasma porque no hay rastro de los jóvenes. Es la hora de hacer actividades, acudir a clase o a los talleres.
Los primeros chicos aparecen al entrar al edificio principal, donde nos esperan la directora del Centro de Menores de Zambrana, Clara Cano, y el coordinador de educadores, José Antonio. Allí, a través de un cristal se puede ver al fondo a unos chavales en el gimnasio con algunos aparatos. Los jóvenes siempre están acompañados de un educador, que se convierte en la sombra de los menores y es una pieza clave para lograr esa ansiada reinserción.«Lo que más define al sistema de atención a jóvenes infractores no es tanto el cumplimiento de la medida, que es un deber, sino la reinserción y la prevención para que estos chavales no vuelvan a delinquir y se integren lo mejor posible», explica el director técnico de Atención a la Infancia de la Gerencia regional de Servicios Sociales, Pablo Rodríguez. Difícil tarea al tratar de evitar la reincidencia y que esa persona, cuando tenga mayoría de edad penal, no se convierta en un adulto con delitos.
Instalaciones del Centro de menores Zambrana de Valladolid. Todos los jóvenes del Zambrana son conscientes que su paso por el centro puede ser su última oportunidad porque cometer un delito a partir de los 18 años les llevará a la cárcel, donde la vida es muy diferente. Incluso, algunos de ellos han entrado por unos meses o días en el sistema de responsabilidad penal de los menores en lugar del penitenciario. «Nuestra función es que estos chicos no reincidan y todos los programas diseñados tienen el perfil para recuperar a esa persona», declara Rodríguez. Y para eso están las actividades formativas, educativas y deportivas, acordes a su edad.
Hace años, un estudio de la Universidad de Valladolid determinó que el 8% de los jóvenes que había pasado por el Zambrana reincidió y cometió otro delito en el plazo de tres años, aunque es un parámetro difícil de medir porque llega un momento en que estas personas al cumplir la mayoría de edad están fuera del ámbito de la Junta. El coordinador de las fiscalías de menores de Castilla y León y responsable en León, Avelino Fierro, incide en esa idea al asegurar que «las medidas o sanciones severas pueden atemorizar o intimidar, pero no previenen. La prevención es fundamental en todos los ámbitos».
La mayor parte de los chicos aprovecha su estancia en el Centro de Menores para recibir formación y salir preparados para una actividad que desconocían antes de su entrada. Hablamos de menores con un alto fracaso escolar pero una de las ventajas del sistema es que, a diferencia de la educación reglada, es que aquí todo es muy práctico.
La directora del Zambrana explica que los chicos del área de Socialización o Protección no han cometido un delito pero cuentan con un expediente administrativo por presentar alteraciones de conducta como escaparse de casa, problemas con los padres o no acudir a sus clases de forma regular. Residen en un área de chalés dentro del propio recinto, compuesta por cuatro hogares y con capacidad para 19 jóvenes de edades a partir de 12 años, donde se les aplica medidas de intervención acelerada para aprender nociones básicas de conducta en los dos meses de estancia con un régimen semiabierto, con permisos para salir al exterior pero con la obligación de regresar al centro. Entre enero y mayo, habían pasado 16 chicos, de los que siete continuaban ahora.
Hay una cosa clara: no retornar al Zambrana, después de una salida al colegio o para realizar alguna actividad, supondrá que el juez endurezca la medida que disfrutaba. Pero de las 4.429 salidas que se produjeron el año pasado, solo 24 chavales decidieron escaparse. Y de ese número, la mitad decidió volver de forma voluntaria. «Ellos perciben que aquí se les ayuda y se hace lo posible para lograr su reinserción pese a que sabemos que están en un lugar donde no quieren», precisa el director técnico de Atención a la Infancia.
El otro área diferenciada en el Centro Zambrana es la de Reforma, al que llegan menores infractores que han tenido problemas con la ley y, por tanto, ingresan después de la sentencia de un juez. Cuenta con 69 plazas y los jóvenes están separados por módulos, en función, sobre todo, de la edad, sexo, tipo de régimen pero también por la personalidad. La edad media de los internos que cumple alguna medida en la instalación es de 16,5 años y con mayoría de chicos.
A fecha 31 de mayo, habían pasado por esta unidad 107 menores mientras que en la actualidad hay 55 jóvenes, por lo que casi cubren todas las plazas existentes en esta área. De ellos, solo 8 estaban en régimen cerrado, 34 en semiabierto, 8 en abierto, 2 en el área terapéutica (problemas de salud mental y adicciones) y tres más cumplen medidas los fines de semana.
El nivel de ocupación en el Zambrana ronda entre el 90 y el cien por cien, motivado, sobre todo, porque las medidas impuestas por los jueces de menores son cada vez más largas, con una estancia media que ronda el año. También es cierto que el centro está preparado para acoger, en momentos puntuales, a más jóvenes, al estar equipadas las habitaciones con dos camas.
El ingreso en el Zambrana se reserva para menores que hayan cometido hechos delictivos de entre 14 y 18 años pero es posible que el cumplimiento de la pena se prolongue hasta los 21. En estos momento, hay un joven con 22 años en el centro al considerar el juez que la reinserción se cumple mejor en una instalación de menores que en una prisión.
El tipo de infracción más repetida entre los jóvenes que ingresan en el Centro Zambrana es el robo con violencia o intimidación y daño contra el patrimonio (entre el 40 y el 50% del total), además de lesiones, contra el orden público y libertad sexual. Otro de los mitos acerca del Zambrana es que la mayoría de los internos son extranjeros. La realidad es otra puesto que los jóvenes de otras nacionalidades solo representan el 20% y el grueso son españoles.
Las habitaciones son el único lugar en el que los menores pueden estar solos, donde no existen cámaras. Cuentan con mobiliario y material de obra para evitar autolesiones. El centro se rige por un estatuto y unas normas de funcionamiento, por lo que los menores tienen que cumplir una serie de reglas.
Existe un régimen cerrado para delitos muy graves (homicidios, asesinatos o agresiones sexuales), semiabierto que es la que más se aplica al internar a un menor que le permite salir a la calle aunque regresan todos los días al centro, y otro abierto, con las medidas más permisivas puesto que existe una mayor libertad para desarrollar la vida fuera. También hay ingresos en la unidad terapéutica en caso de trastorno de personalidad, consumo de drogas u otro tipo de estupefacientes de forma ocasional como hachís. Por último, existen internamientos cortos a modo de centro de día, sobre todo durante unas horas los fines de semana.