La sanidad es el asunto más sensible para los ciudadanos, por ello la gestión sanitaria siempre es una 'patata caliente' para cualquier administración. La pandemia de la covid, hace ahora ya casi cuatro años, nos demostró que el sistema de salud, a pesar de ser uno de los mejores del mundo, tiene carencias y límites que no podemos traspasar para no llegar al colapso. En aquel momento se hizo lo que se pudo con los medios que había, no se había conocido nada similar desde hacía más de un siglo y por ello no existía una planificación exigible a las administraciones con competencias sanitarias en nuestro país. De aquello ya se habló mucho y se hicieron propósitos que luego no se cumplieron… y de aquellos polvos, estos lodos.
Ahora, los centros de salud y hospitales de nuestro país están afrontando una gran carga de trabajo en las últimas semanas a causa de la 'tripledemia' de infecciones respiratorias que está afectando a miles de ciudadanos. Y la gestión de este cóctel de gripe, covid y virus respiratorio sincitial nos está demostrando que no hemos aprendido nada de los sucedido hace unos años. En primer lugar, cuando sucede un pico de este calibre, que algunos están exagerando hasta límites insospechados, que puede provocar problemas en la atención sanitaria durante algunas semanas o meses lo más aconsejable es trabajar de forma coordinada. La ministra ha esperado a concluir sus vacaciones navideñas para convocar a las comunidades autónomas, aunque éstas tampoco es que hayan reclamado antes una reunión para coordinar sus actuaciones y caminar todos en el mismo sentido. Al final, el Gobierno ha recurrido ala imposición siguiendo los mismos métodos que utilizaron durante la pandemia, con el consiguiente cabreo y queja de las propias consejerías autonómicas.
La forma de hacer las cosas es importante, pero el fondo lo es aún más. Y tampoco en eso hemos sacado conclusiones. Cada vez que sucede un episodio epidémico o cualquier problema de salud que puede afectar a la atención sanitaria hay que escuchar a los profesionales y a los expertos para encontrar soluciones. Con todos mis respetos, los políticos deben quedar en un segundo plano a la hora de realizar propuestas sobre la gestión en un momento 'crítico' y, sin embargo, toman todo el protagonismo dejando en un segundo plano a los que realmente saben, conocen y viven diariamente la situación. Aún buscamos al comité de expertos que asesoraba sobre las medidas que había que adoptar durante la pandemia y actualmente brilla por su ausencia la voz de los médicos de familia, epidemiólogos y otros especialistas que podrían aportar su experiencia y su conocimiento.
Tras la responsabilidad, abrumadoramente mayoritaria, de los responsables políticos, no quiero soslayar la que tienen también individualmente los ciudadanos. La salud es el bien más preciado de cualquier persona y por ello se utilizan todos los medios cuando está en peligro. Sin embargo, en muchas ocasiones se hace un uso irresponsable de los servicios de urgencia hospitalarios que perjudica en primer lugar a los casos más graves. Todos los pacientes deben saber que existen varios puntos de atención continuada para quienes no puedan esperar a una próxima cita con el personal sanitario de su centro de salud. Los ciudadanos deberían hacer, cosa que no sucede a menudo, una utilización correcta de acuerdo a las necesidades de salud y en función de las disponibilidades del sistema, evitando situaciones de uso poco diligentes, irresponsables o abusivas.
En definitiva, no hemos aprendido nada después de la pandemia ni hemos aplicado las conclusiones o enseñanza de la gestión sanitaria de entonces. No obstante, tampoco hay que caer en el alarmismo ni en exageraciones que a veces nos acercan a la histeria colectiva. La situación de epidemia por gripe o infecciones respiratorias se produce prácticamente todos los años, quizás en esta ocasión ha sido un poco más aguda, pero en ningún caso es una situación excepcional ni requiere mayores precauciones y medidas que en anteriores ocasiones. Lo veremos en las próximas semanas. Lo prudente es mantener la calma, tomar medidas preventivas, especialmente quienes se encuentran dentro de los colectivos vulnerables, y atender todas las recomendaciones sanitarias. Entre ellas, la vacunación anual, algo que muchos toman a broma y cuyo porcentaje de cumplimiento es escaso entre los colectivos afectados, incluidos los profesionales sanitarios. Cada uno debe poner de su parte y también deben hacerlo los propios pacientes.