Valladolid se presentó en 2018 como 'cuna del Estado Moderno' para avalar su candidatura al reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.Un argumentario y un trabajo que no logró pasar los filtros, pero que dejó las bases para un nuevo intento. La Concejalía de Urbanismo y Vivienda ha puesto en marcha un grupo de trabajo para 'repensar las plazas' que ha alumbrado el germen de una nueva propuesta 'Valladolid, el mundo abreviado'.
En esta ocasión se bucea en la historia para recuperar la valoración de un visitante anónimo de principios del siglo XVI, que se hacía eco de la abundancia que confluía en la ciudad. Un conjunto que, recalcaba, no se podía localizar en ninguna otra parte. «Retomamos esta definición porque refleja una opinión emitida precisamente en la misma época sobre la que queremos colocar el foco, la que corresponde a la ciudad en los siglos XVI y XVII», se subraya en el primer borrador. En el mismo se contextualiza que Valladolid era la parte principal de una Castilla y una España dinámica, y protagonista en el mundo, pero a la vez ella misma era «un mundo abreviado».
La condición universal y excepcional de esta etapa, se subraya que constituye una parte primordial del «patrimonio histórico-artístico, material e inmaterial, un conjunto único, con proyección universal, que ha de ser protegido, conservado y difundido en su totalidad». En el documento se recuerda que desde hace tiempo ya existen iniciativas concretas que han permitido la transmisión de ese legado. Un ejemplo es el caso de los fondos documentales del Archivo General de Simancas, que están incluidos en el catálogo de la Memoria de la Humanidad por la Unesco desde 2017.
Unos antecedentes que se utilizan como aval para volver a intentar que se reconozca un conjunto, dentro del cual cada hito material e inmaterial encuentra su verdadero sentido y «lo refuerza en conexión con los otros, tal y como nacieron y dialogan entre sí», se matiza.
La propuesta
El documento que sintetiza la propuesta, que tiene el respaldo del Instituto Universitario de Historia de Simancas, remarca cómo Valladolid y su entorno son el centro de un reino medieval, que pasa a ser, desde mediados del siglo XV al XVII, una urbe moderna que conecta primero Castilla y luego España con Europa, América y Asia. «Es moderna porque se define no tanto por su especialización en una función concreta sino por su multifuncionalidad. La no especialización es precisamente, su rasgo distintivo en el contexto de la primera modernidad europea», se apunta.
El eje del proyecto son cuatro áreas temáticas: el poder, el espíritu, la prosperidad y la creatividad. «Siempre sin perder de vista la idea central de la propuesta: la excepcionalidad y proyección universal de Valladolid reside en su multifuncionalidad, en que reúne como muy pocos en paisajes históricos urbano-naturales tan diversas funciones. Eso hace la ciudad y su entorno un patrimonio de Modernidad digno de ser reconocido y preservado».
El relato que se está armando documenta los testimonio en el patrimonio histórico-artístico material e inmaterial. También se evidencia ese sello particular que se ha impreso en el paisaje urbano. «Estamos en disposición de poner de relieve que estos hitos contienen valor en sí mismos, universalidad y excepcionalidad», apunta el concejal de Urbanismo, Ignacio Zarandona.
La presentación de la propuesta para conseguir el reconocimiento de la Unesco necesita del apoyo ciudadano. Una premisa que ya fue fundamental en el anterior intento, donde la iniciativa se abrió a las aportaciones de colectivos y entidades de todo el espectro social, además de apoyarse en un equipo de técnicos especialistas en arte, historia, cultura, arquitectura, urbanismo y patrimonio cultural, como ahora, para construir una iniciativa con dimensión universal.
Todavía se están dando los primeros pasos en el seno del grupo 'Repensar las plazas', con aportaciones del cronista de la ciudad, José Delfín Val; el director del Archivo Municipal, Eduardo Pedruelo; María Antonio Fernández del Hoyo, historiadora; Eloisa Wattenberg, directora del Museo de Valladolid; Juan Luis de la Rivas Sanz, director de la Escuela de Arquitectura o José Luis Cano De Gardoqui, director de la Cátedra de Historia y Estética de la Cinematografía, entre otros.
Después se buscará que «la ciudadanía tome conciencia de la calidad del patrimonio que ha heredado y de sus posibilidades de futuro». Es decir, se trata que los vallisoletanos se impliquen en este proyecto de preparación de la candidatura.
Escenario urbano
Será fundamental recuperar el esplendor que dejó paso de la Corte, que configuró el paisaje urbano y dejó una profunda huella que aún hoy se percibe con nitidez, a pesar de que parte se ha borrado con nuevas construcciones. «Conservamos la memoria de aquel tiempo recogida en multitud de documentos y manifestaciones que nos ayudan a recuperar, interpretar y comprender aquella ciudad de la Modernidad y a reconciliarla con el Valladolid del siglo XXI», se apunta.
En ese Valladolid coexistieron varias ciudades. Una era la del rey, de la que se conservan varios palacios, pero también lo fue de los cortesanos, algo que se evidenció en la abundancia y magnificencia de sus residencias. Además, fue ciudad de la justicia y conserva parte del conjunto de edificios que ocupó la Chancillería. A la vez fue centro del saber, que evolucionó del Estudio de Valladolid a los colegios de Santa Cruz y San Gregorio, germen de una de las universidades más antiguas. Y finalmente fue ciudad del poder municipal, del comercio y la industria, aunque el grave incendio de 1561 destruyó casi la totalidad del área donde se concentraban estas actividades. Una base en la que se trabajará en los próximos meses para presentar el proyecto definitivo en sociedad.