La prensa deportiva no vive precisamente sus mejores momentos. «Se consume más que nunca», proclaman los del vaso medio lleno. «La credibilidad está bajo mínimos», afirman los que efectivamente ven líquido, pero en un vaso sucio y desconchado. De vez en cuando quienes aún creemos que hay gente buscando reductos para escapar del ruido y el 'clicbait' y la parcialidad y el griterío bufandero necesitamos pequeños períodos de reflexión para ordenar las ideas alrededor de una realidad incómoda que llamaré «exageración fugaz». Es «exageración» porque si el Real Madrid hace debutar a un niño en el minuto 86, un chaval que ha costado unos 45 millones de euros por otra parte, y ese 'crío' marca un gol en el descuento, se desata una tormenta gigantesca e inmediata (por eso es «fugaz») que convierten al chico en poco menos que el heredero del gol, el nuevo Mesías, la gran esperanza negra, la octava maravilla del mundo moderno y quizás la novena del mundo antiguo, un titán, un monstruo, un máquina, capitán general del planeta-fútbol.
Y ojo, no se intente ver en estas líneas un solo gramo de crítica a Endrick, un chaval que tiene una pinta magnífica y, sobre todo, un don para encontrar las redes del rival. Lo que hay es mucha autocrítica, porque sí existe una 'masa borrega' capaz de creerse cualquier cosa si lleva la camiseta de su equipo, pero la mayoría de la afición no compra estos mensajes modernos: sabe que Endrick aún es joven y acaba de llegar, que solo es su primera pincelada, que nadie «alucina» (como leíamos en muchos medios) por un simple gol -hablaremos si van llegando más y lo hacen a buena velocidad-. Pero, vaya, seguro que mantener los pies en el suelo, ser cabal, objetivo y precavido o guardar las formas son conceptos pasados de moda…