«¿Cómo es posible que CyL no sea el cinturón de Madrid?»

M. Rodríguez
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Su última apuesta es pilotar esta organización sin fines de lucro que busca implicar a la sociedad civil en el desarrollo de políticas para responder a los desafíos de futuro y para implantar mecanismos éticos

«¿Cómo es posible que CyL no sea el cinturón de Madrid?» - Foto: Tajes

España Mejor, la fundación que nació a iniciativa de la vallisoletana Miriam González, cumple su primer año de vida.  Este grupo, abierto a todos los ciudadanos, pretende ser una lanzadera de propuestas de políticas públicas e iniciativas sociales. 

¿Qué tal ha funcionado este año?

Hemos avanzado mucho más de lo que pensaba. Me emociona la cantidad de gente que se apunta a los grupos de trabajo. Llevamos desde crecimiento económico y fiscalidad hasta educación, cómo utilizar la tecnología para mejorar las políticas y los servicios públicos, modernización del sistema político... Siempre me pareció que precisamente la modernización del sistema político iba a ser lo más difícil porque es lo que no hemos logrado hacer desde la Transición. Y ahí se nota mucho interés. Estamos muy ilusionados. 

Empezaron con los jóvenes. ¿Qué se puede hacer para implicarlos más?

Desde el principio creamos una pata en España Mejor para ellos. Hicimos una encuesta a 11.000 jóvenes y lo que se ve no es tanto la pasividad como la frustración. Es una generación que quiere contribuir, pero no está contenta con los canales de contribución; quieren ser escuchados y ver qué es lo que se hace cuando ellos hablan. Los resultados de la encuesta me resultaron descorazonadores.

¿Por qué?

El 45% de los jóvenes  quieren ser funcionarios, lo ven como la única vía para un sueldo estable y un trabajo permanente. Pero me desanima más ver que la primera aspiración es irse al extranjero a conseguir experiencia práctica. Es terrible. Todos los políticos, y la sociedad, deberían plantearse cómo es posible que piensen, con el talento que tienen, que deben abandonar el país para conseguir algo tan básico. Estamos intentando pasar al escalón siguiente: cómo podemos crear esos canales de participación y que empiecen ellos a modular cómo creen que se deben de hacer las cosas. 

¿Cómo se puede lograr?

Estamos abriendo ahora, con una gran empresa tecnológica cuyo nombre no puedo anunciar todavía, una vía para crear grupos de trabajo de jóvenes. Les juntamos con expertos para ver qué propuestas se pueden hacer y cómo dar incentivos para facilitar el acceso a la experiencia práctica. También hay que ver cómo se quitan las barreras al emprendimiento juvenil y a la innovación. No podemos desaprovechar ese gran potencial.

¿Cómo se pueden rebajar  las cifras del paro juvenil?

El problema no es solo el paro, tenemos una de las peores cifras de la UE en abandono escolar y en edad de emancipación. Queríamos hacer la encuesta de 18 a 30 años, y tuvimos que ampliar a los 35 para llegar a la edad media de emancipación. Lo cuentas en el extranjero y te miran como que vinieses de Marte. 

Es una gran miopía política pensar que no importan los jóvenes porque son pocos votos. El futuro del país está ahí; yo era una niña de la Transición y cogí ese momento en el que todo el país apostaba por nosotros. Si como sociedad les damos el mensaje de que prácticamente son irrelevantes, al final acaba calando. En este debate hay una sensación de que hay un juego de suma cero: si hacemos algo por los jóvenes van a perder los mayores, y viceversa. Pero, ¿cuándo hemos caído en ese pozo intelectual? El crecimiento del país está en manos de los jóvenes.

¿Hay que dinamizar la sociedad civil frente a ese egocentrismo y la individualidad?

No lo veo tanto como egocentrismo o individualidad, creo que es muy difícil contribuir. Los partidos políticos se han convertido en corsés, en estructuras férreas. Hay mucha gente que quiere contribuir, pero que no quiere ponerse una etiqueta. 

Los partidos son fundamentales para la democracia, pero tiene que haber espacios en los que ser ciudadanos exigentes, y que con esa fuerza de la colectividad podamos modular un poco la agenda política. Es necesario para ser una sociedad políticamente sana. Todo se está flexibilizando, pues la política también: no puede ser que todo tenga que ser idéntico a como era hace 45 años.

¿Ha logrado librarse de etiquetas?

Estoy muy acostumbrada a ellas, y como mujer he luchado contra un montón. España Mejor es un espacio un poco híbrido, con una metodología de think tank y de lobby, pero no los somos; nos ocupamos de las políticas públicas, pero no somos un partido. Actuamos en el interés general. Si hubiera querido crear un partido, lo hubiese creado. Y no sé qué haré en el futuro. Creo que organizaciones como esta son necesarias y tienen que permanecer, sino no me extraña que la gente no quiera participar porque solo hay un canal para hacerlo.

¿Es posible esa regeneración política tras el amago de quiebra del bipartidismo?

A mí no me gusta hablar de regeneración, prefiero dinamizar, modernizar, poner controles y garantías. Son cosas muy concretas las que hay que hacer en España. No hemos podido poner con fuerza sobre la agenda esos controles y garantías en el sistema político español por los casi 50 años que llevamos de clientelismo. Aquí hay unos intereses creados enormes, muy férreos, que están muy cómodos con el sistema actual. 

Efectivamente en el 2016-17 se abrió una ventana de oportunidad, pero hay mucha gente muy decepcionada porque vieron que muchos de los que se acercaban a esa agenda, en el fondo, lo que querían eran puestos para ellos mismos. Y eso, de momento, ha defenestrado un poco esa opción. 

¿No se puede afrontar, entonces?

No creo que el momento ya haya pasado o que en España la única reforma que se puede hacer es la económica. Todos los días son un buen momento para poner controles y garantías. Solo hace falta ver lo que pasa en la calle y la cantidad de discusiones que tenemos sobre ética, controles y garantías. Tenemos que estar al nivel de muchos otros países y de la Comisión Europea. 

La ética no puede ser una cuestión de suerte, tenemos que tener sistemas que la aseguren. En España es imposible hacer la reforma económica si no se hace la política, que es la piedra angular de todo. Se ve muy claramente con los fondos, da igual el dinero que pongas porque como acaba cayendo en esas estructuras clientelares, sin control, eso genera un crecimiento, que es donde estamos ahora, pero cuando se quita esa inyección te tropiezas con la primera piedra y te caes. Eso nos ocurrió ya antes; ahora hay que intentar que no nos ocurra otra vez.

¿Esa imagen negativa de España puede desincentivar inversiones?

Se tiende a mirar las cosas desde fuera mejor que se hace aquí. En todos los países hay cosas. Por ejemplo, yo viví en el Reino Unido una caída de los estándares con Boris Johnson. Aquí no tenemos claridad sobre los conflictos de intereses, se sigue interfiriendo políticamente en los nombramientos de la administración hasta unos niveles que serían impensables en muchos otros países, no tenemos normas sobre que no puedes mentir deliberadamente en el Parlamento,... que sí existen en otros sitios.

¿Ahora no hay controles éticos?

Pedir esos sistemas no quiere decir que los que están ahora sean éticos o no éticos, que la ética es una cosa personal, no se puede dejar al azar. Ahí sí que tenemos un gap enorme con otros países.

¿Y afecta a la inversión?

Si se analiza el crecimiento sin fraccionar, si lo ves en horizontal, tenemos un problema de renta per cápita y de productividad. No hay la suficiente inversión internacional que, además, ahora estará muy ligada a la tecnología. Se nota que no hay una estrategia como país. ¿En qué consideran los líderes políticos que vamos a destacar en los próximos cinco años? Eso no lo tenemos claro y es fundamental para la inversión. Además, hay poca seguridad jurídica. Y eso se une a que el sistema judicial es lento. Aumentar la seguridad jurídica tiene coste cero. No puede ser que cambien las normas de un momento a otro.

Ha participado en un foro de CEOE y en otro de Empresa Familiar. ¿Qué inquietudes le han transmitido?

Lo que transmiten los empresarios es una sensación de que en España todos puntúan por arriba de lo que puntuamos como país. Si nos juntasen uno a uno estamos por arriba de cuando actuamos como país, que se nos cae un poco la ambición. No es solo con los empresarios, también pasa con los agricultores y otras asociaciones profesionales. Siempre tengo la misma sensación: hay una ambición que se nos cae un poquito como país.

Una cosa que me ha llamado la atención en este año de recorrido de España Mejor es el miedo que hay todavía en este país al poder público. Te comentan que si dicen lo que piensan, a lo mejor les quitan el contrato público o no les dan una licencia. ¿Cómo hemos podido normalizar que eso ocurra aquí? Eso es la otra cara de la corrupción. En nuestro caso, la propuesta es de color vainilla porque somos una organización de la sociedad civil, con todo en positivo.  Ese miedo es algo que hay que superar entre todos.

¿Sigue siendo una asignatura pendiente el liderazgo de las mujeres? 

Eso lo he notado más en otros sitios que en España. Hay cosas que nos afectan aquí igual que prácticamente en todo el mundo. En términos generales, en Occidente tenemos la igualdad ante la ley, más o menos  la igualdad laboral, pero falta realmente la de las casas, donde las mujeres prioritariamente se ocupan de los niños y las labores. Eso es un lastre para el liderazgo porque no estamos en igualdad de oportunidades. 

¿Y tiene una penalización exponerse en determinados momentos?

En términos de la exposición pública, en España es mucho más fácil para las mujeres estar en igualdad para afrontar liderazgos empresariales o políticos que en otros países. Yo, en el Reino Unido, tenía comentarios del tipo machista por la prensa ultraconservadora, un conservadurismo que ni siquiera existe en España, ni llegamos a imaginar. 

En toda su trayectoria no ha olvidado su origen vallisoletano. ¿Ese arraigo le ayuda a mantener el equilibrio personal?

Soy muy castellana, pero también muy española y muy europea. Me considero ciudadana del mundo, de mente muy abierta. Siempre he pensado -creo que eso se lo debo a mi pueblo y al momento en el que nací de seguimiento de la transición- que era posible tener unas raíces muy fuertes y tener alas. Es una combinación que realmente es una suerte tener. Es muy importante recordar, no tanto de dónde vienes, sino de quiénes vienes, quiénes estaban ahí. Y eso es lo que te conforma como persona.

¿Existe la posibilidad también de tener Valladolid Mejor, de una Castilla y León Mejor?

Veo falta de estrategia con respecto a la Comunidad. Una de las cosas que más me llama la atención es que Castilla y León no pueda convertirse fácilmente en el cinturón de Madrid. En casi todas las grandes ciudades en las que he vivido había una extensión concéntrica de la riqueza, que abarca muchísimo territorio. Siempre pongo el ejemplo de que cuando trabajaba en el Reino Unido viajaba a 45 minutos todos los días para ir al trabajo, y consideraba que vivía en el centro de Londres. Desde mi pueblo, desde Medina del Campo, tardas 50 minutos en ir a Madrid. ¿Cómo es posible que no logremos convertirnos en cinturón de Madrid? 

Y si eso no es el ámbito en el que nos queremos mover, ¿en qué vamos a seguir destacando? Si apostamos por lo agroalimentario hay que empezar a utilizar tecnología, inteligencia artificial, para ser los que más destacan en ese campo; si es el turismo, igual. No se nota una fuerza que vaya llevada de una estrategia muy clara de crecimiento. Y es una pena porque el talento aquí es enorme. Tenemos buenas universidades, pero no las logramos ligar bien con las empresas. Hay trabajo por hacer.

¿Cuál es su objetivo a un año vista?

Me encantaría haber podido lograr que el Gobierno se comprometa a un código ministerial, que lo tuviésemos firmado para que pudiésemos empezar la labor de caer en cascada hacia las comunidades autónomas. Y conseguir poner el listón de la ética política en España en el nivel que está el listón de la ética personal de los españoles.