Marchando una de bacalao en Las Delicias

M.B.
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Miguel Ángel Pérez y Pilar Cubero nos abren las puertas del bar Jumi, uno de esos locales de toda la vida donde destaca sus diversas formas de presentar este pescado

Miguel Ángel Pérez, preparando el bacalao al tomate en el bar Jumi. - Foto: Jonathan Tajes

Los barrios esconden bares de toda la vida. Locales que mantienen la esencia desde hace décadas y que recogen mil historias y algún que otro secreto –hablamos de lo que pasa entre sus paredes y de lo que sale de su cocina–. En Las Delicias aún siguen abiertos algunos, no muchos ya. Pero los hay. Uno de ellos es el Bar Jumi, en la calle Albacete, una zona en la que en los años 80 cada bajo estaba ocupado, o bien por un local de hostelería o bien por un comercio. Hoy apenas son dos los que se siguen dedicando a lo primero en los alrededores y pocos a lo segundo. 

«Abrimos el 27 de enero de 1988. Yo venía de la hostelería de toda la vida y después de tener el bar Vivar aquí en el barrio, me lancé a este proyecto», señala Miguel Ángel Pérez, siempre detrás de una barra. Natural de Laguna de Contreras (Segovia), se vino a Valladolid tras trabajar ya en el sector en la localidad burgalesa de Aranda de Duero.

Por entonces, este local estaba vacío y a él le tocó 'vestirlo'. Hizo un comedor, con una capacidad para unos 40 comensales, hoy lugar también de reuniones de los miembros de diferentes torneos de fútbol, de la Coordinadora de Peñas y de diversos estamentos; y una barra donde se mantiene ese romanticismo de los bares de barrio, de los pinchos con el chateo del mediodía y de los palillos en el suelo –decía un turista australiano la primera vez que pisó España que solo se fiaba de los bares donde había palillos y servilletas usadas en el suelo–.

Aunque pilló una de las mejores épocas y tuvo unos cuantos empleados, de un tiempo a esta parte son el propio Miguel y su mujer, Pilar Cubero, los que se encargan de la barra, de la cocina y del comedor.

Desde sus inicios dio de comer, casi siempre por encargo, además de las raciones y las tapas del mediodía. «Hacemos lo que nos pidan, siempre cocina tradicional, porque no tengo un título como tal, he ido aprendiendo poco a poco», reconoce Miguel.

Así, es normal que el comedor esté lleno los mediodías –abre todos los días, menos los miércoles, desde las siete de la mañana y hasta las once de la noche– con grupos que demandan un cocido (15 euros por persona), un arroz con bogavante (25 euros), paellas, chuletas o la joya de la corona en el Jumi, el bacalao.

«Lo preparamos como nos lo pidan, o bien con tomate, o bien al pil pil o bien al estilo Valderas», añade Miguel. Empezó con este producto casi al poco de abrir, «porque no lo hacía nadie y casi se sigue sin hacer». En su caso lo ofrece tanto para llevar a casa como para degustar en su local. Lo compra por enteros en Manuel Blanco Gastronomía, lo desala durante tres días y luego lo prepara como se pida. Un ración con una tajada sale por 8 euros. Actualmente gasta unos 30 kilogramos a la semana del pescado que le ha dado fama.

Como buen bar de barrio, el día a día lo vive con los parroquianos, con los clientes de toda la vida, «ya la familia de siempre». Como Jaime González: «Es el mejor bacalao de Valladolid. Muy bueno, muy bueno». Junto a él, los amigos de todos los días. «Aquí no hay música, nuestros clientes son ya mayores, también miembros de peñas de fútbol, gente que viene a jugar a los dardos», añade. En ese día a día no puede faltar nunca la tapa, el lacón, el queso, el chorizo y los torreznillos, que ofrece dos días a la semana, a la plancha: «Si no damos tapa, no viene la gente».

A sus 60 años y cerca de los 61, Miguel ha visto la evolución del barrio, en una zona cercana a la plaza Circular: «Ha cambiado todo, los precios, la gente...». Aunque él sigue ofreciendo su bacalao y la tranquilidad de su local.