Cámara de Contratistas, Cámara de Comercio y CEOE Valladolid coinciden en identificar la falta de personal y los «precios desfasados» que fijan las administraciones como las dos principales causas por las que una importante cantidad de concursos de obras públicas se declaran desiertos, al no encontrarse candidatos dispuestos o en condiciones de asumir el contrato que esté en liza.
Un problema, el de la escasez de obreros, viene de lejos pero va a más. El otro, el económico, empezó poco después de la pandemia por la escalada energética y de materias primas. Y entre ambos han armado un problema adicional con derivadas urbanísticas e incluso sociales, ya que suelen ser las obras pequeñas de los pueblos las que proliferan por el cajón de los proyectos postergados, dado el recelo de las empresas a aventurarse a intentar rentabilizarlos en las condiciones que salen a licitación, cuando les sobran alternativas más fiables por una cuestión de proporciones entre presupuestos, costes generales y logísticos, márgenes de beneficio y riesgos.
Las empresas de construcción arrastran especiales problemas para volver a contratar y crecer después de una larga década de despidos masivos y cierres (la que sucedió al estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008) que ha generado desinterés por su sector. Buena parte de los obreros más solventes que sobrevivieron a los cierres y despidos masivos ya se jubilaron o están cerca de hacerlo, mientras otros muchos que empezaron a coger experiencia en los años de bonanza, pero perdieron sus puestos, se vieron obligados a reciclarse en otros sectores y ya no vuelven. Y los jóvenes de hoy, por su parte, ya no valoran el ladrillo como los de antes, según lamentan las constructoras, que ahora que recuperan actividad, o de unos pocos años a esta parte, pagan las consecuencias de aquel parón.
Aena quiere techar el aparcamiento del Aeropuerto Valladolid, pero su concurso ya se ha quedado desierto dos veces. - Foto: Jonathan TajesPor otro lado va el problema de la escalada de precios de materias primas que se generalizó sobre todo a partir del verano de 2021 y que, pese a haber dado cierta tregua en los últimos meses, ha dejado un poso de incertidumbre que alarga las dudas y sus consecuencias. «Últimamente los precios están más contenidos, pero se sigue viendo que muchos concursos salen desfasados, sin que las empresas tengan asegurado el margen de beneficio que necesitan para mantenerse», advierte Alberto López Soto en representación de CEOE Valladolid, así como presidente de la Asociación Vallisoletana de Empresarios de Construcción (Aveco). A veces afecta la escalada de costes que se produce durante el mismo proceso de tramitación de un concurso, que puede prolongarse más de seis meses desde que empieza hasta que se resuelve; y a veces es la escalada posterior a la adjudicación la que complica todo. «La actualización de precios de las obras públicas debería ser prácticamente automática como en el sector privado, aplicando alguna fórmula que lo permitiera», resume.
«Cuando te has adjudicado una obra a un precio determinado, no sabes cómo van a evolucionar los costes de materias primas y el mecanismo de actualización no es el más adecuado, evidentemente que eso influye», coincide la secretaria general de la Cámara de Comercio, María Robles, quien también advierte que «muchas empresas están muy preocupadas por la falta de personal». Incide por ello en la necesidad de «poner en valor la formación y perfiles como los de FP, que ahora son muy valorados por las empresas, y sin embargo ves que muchas profesiones muy necesarias no se quieren ni estudiar», lamenta. De ahí que la Cámara de Comercio se acreditara como centro homologado para impartir tal formación.
Un problema "fácil de explicar pero muy difícil de solucionar"
Ninguna empresa se ha interesado por repavimentar la plaza de la Biblioteca Pública con menos de 175.000 euros. - Foto: Jonathan TajesLa proliferación de concursos desiertos «es un problema relativamente fácil de explicar pero muy difícil de solucionar», piensa el presidente de la Cámara de Contratistas de Castilla y León, Enrique Pascual, quien pone el foco sobre el origen de la falta de personal y, también en consecuencia, de empresas. «La crisis de 2008, que por los planes de Zapatero tardó más en notarse en la construcción pero llegó sobre todo desde 2010, destruyó la mitad de la capacidad productiva del sector, de su mano de obra y de su industria auxiliar», hasta el punto de que «hubo que desguazar maquinaria y hacerla chatarra», más rentable en esos tiempos que costear su mantenimiento sin opciones de uso.
«Como hemos pasado muchos años de actividad moderada no se ha notado esa falta, pero ahora que vamos recuperando niveles de producción, que estaremos al 70% de los de antes de la crisis que empezó entre 2008 y 2010, se pone de manifiesto que esa industria no existe», continúa Pascual. «Faltan talleres, empresas de oficios como fontanería o carpintería, negocios familiares muchas veces a los que los jóvenes no han dado continuidad. Y por más que lo intente el sector, no se encuentra mano de obra disponible». ¿Soluciones? «Pues tal vez haya que habilitar sistemas para traerla del extranjero», responde.
Con este escenario, «si antes de la crisis de 2008-2010 quedaban desiertas en torno al 1% de las obras que salían a licitación, ahora ese porcentaje está llegando al 12%», dado que las empresas que hay no dan para abarcarlo y hacen selección según los márgenes que dejan unas y otras. «Tristemente, buena parte de ese 12% de licitaciones que quedan desiertas son además de obras muy importantes por el valor social que tienen al estar en núcleos pequeños», apostilla el presidente de la Cámara de Contratistas de Castilla y León. «Así que otra vez se ve ahí ese círculo vicioso que tanto afecta» a la España Vaciada, o en este caso la del medio rural de Valladolid. Aunque los grandes municipios tampoco se libran de sufrir la resaca del cóctel de concursos desiertos que componen la falta de personal y también de certidumbre de las empresas para decidirse a aceptar contratos con garantías relativas de cubrir costes.