El exceso de ruido en al ciudad y la queja de muchos vecinos no es algo reciente, aunque es un 'punto negro' que quiere afrontar el equipo de gobierno municipal. La fina línea que separa el descanso de las personas con el disfrute del tiempo libre hace complicado encontrar soluciones ante uno de los males urbanos del siglo XXI, sin embargo habrá que tomar medidas y evitar las enormes molestias para quienes viven en determinadas zonas, especialmente en el centro de la capital.
La contaminación acústica hace referencia al ruido (entendido como sonido excesivo y molesto) provocado por la actividad humana que produce efectos negativos sobre la salud física y mental de las personas. Y la procedencia de esta contaminación no es únicamente de los locales de ocio, sino que también el tráfico tiene una gran incidencia, aunque existen otros factores desencadenantes. De hecho, la OMS considera que éste es el segundo mayor problema medioambiental de Europa, por delante incluso de la contaminación atmosférica, con perjuicios demostrados científicamente para la salud y el bienestar.
Por ello, hay que tomárselo en serio. Los problemas generados por ruidos tienen cada vez mayor relevancia en el mundo actual y llegan a afectar a la convivencia, provocando incluso el vaciado de vecinos en algunas zonas del centro ante la concentración de locales de ocio nocturno. Como dije antes, las soluciones no son fáciles ni sencillas para el equipo de gobierno, aunque tendrá que adoptar medidas con agilidad para que esto no se les vaya de las manos. Bajo el mandato socialista ya se declararon zonas acústicamente saturadas al entorno de Coca y de la plaza San Miguel y ahora se plantea extender esta situación a Cantarranas. Evidentemente, esto es un primer paso necesario, pero por la experiencia de las dos primeras zonas, ya sabemos que tampoco aporta soluciones para disminuir el ruido de las personas que se concentran en las terrazas y a las puertas de los establecimientos de hostelería. Es más, la llegada de la pandemia empeoró esta contaminación acústica, pues se abrió la mano con las terrazas y ahora cuesta volver a la situación anterior, algo añadido a un cambio cultural que lleva a que muchas personas prefieran mantenerse en el exterior aunque no acompañe la temperatura y a un incremento exponencial de la moda del tardeo, lo que provoca los ruidos desde la sobremesa hasta bien entrada la madrugada, algo insufrible para cualquier vecino.
Visto así el panorama, el Ayuntamiento deberá estudiar medidas más profundas y abordar con los vecinos y los hosteleros un problema cuyas soluciones deben conjugar el derecho al descanso con el disfrute del ocio y tiempo libre. El respeto es algo que tiene que presidir cualquier iniciativa que se ponga en marcha. Una de las que baraja el gobierno municipal es la creación de 'zonas tranquilas', que no son lugares en silencio, sino espacios en que las personas no reciban sonidos molestos emitidos por actividades humanas. Esta es una recomendación de la Agencia Europea del Medio Ambiente y que ya se ha puesto en marcha en diversas ciudades europeas y españolas.
No obstante, no quiero concluir mi carta semanal sin referirme al tráfico, otro de los grandes causantes de un exceso de ruidos en calles y barrios de la ciudad, algo que no afecta solamente a los vecinos del centro. No sirve 'vender' a Valladolid como una ciudad amable y sostenible mientras se potencia el uso de los coches por toda la ciudad, también es necesario abordar restricciones al tráfico, mejorar las condiciones del asfalto, ampliar las zonas peatonales… Personas de Delicias, Canterac o Arco de Ladrillo, entre otros barrios, sufren a diario un ruido excesivo que debe evitarse. Lo mismo que el del ferrocarril atravesando por la ciudad, aunque en este caso las mayores molestias provienen de los trenes de mercancías, algo que ya está en proceso de solución con la construcción de la nueva terminal.
Una sola medida no solucionará el problema, así que esperemos que el plan de acción que anuncia el Ayuntamiento para el mes de julio incluya propuestas eficaces para, al menos, frenar la contaminación acústica. Como bien dije antes, la declaración de zonas acústicamente saturadas, la implantación de 'zonas tranquilas' o la vigilancia del ruido de las motocicletas no parece suficiente para atajar el ruido excesivo, aunque habrá que esperar a conocer el contenido completo.
Como en tantas otras cosas, en este complejo asunto no hace falta inventar nada para poner soluciones, pero hay que ser valientes y adoptar medidas, algunas de ellas impopulares, que a medio y largo plazo conviertan a Valladolid en un ejemplo de convivencia y armonía.