Creo que somos muchos los que nos hemos alegrado de los resultados de las elecciones francesas. Sospecho que otros no tanto. Salvo error u omisión, no he leído ni oído, al menos hasta la mañana de ayer, declaraciones entusiastas de la llamada derecha moderada. De la otra, de la ultra, no esperaba ovaciones, ni siquiera unas palabras para salir del paso. La decepción tiene que haber sido enorme. Abascal y los suyos ya veían a las gentes de Le Pen en el Elíseo como anticipo de lo que, a su juicio y deseo, ocurrirá pronto en España. Así que, tras lo del domingo, silencio. Incluso nuestro Gallardo Matamoros no ha abierto la boca. Quienes sí se han pronunciado han sido los partidos de izquierda. Y han pedido que el ejemplo galo cunda, es decir, que ese "cordón sanitario" que el centro y la izquierda francesa han creado para impedir el triunfo ultra se extienda a otros países. Por su potencia, historia y prestigio, Francia suele ser un referente y su ejemplo, una especie de guía ante situaciones de peligro o de zozobra. Claro que habrá que estar muy atentos ante los grandes desafíos que se le plantean ahora a los vencedores. Llegar a la mayoría absoluta (289 diputados) no será fácil dadas las enormes diferencias ideológicas y estratégicas entre el Nuevo Frente Popular (182) y el partido de Macron, que con sus 168 escaños, fue la segunda fuerza más votada. De hecho, ya han surgido vetos entre los ganadores: el secretario de los socialistas ha dicho que no quiere a Melenchon, líder de la muy izquierdista Francia Insumisa, como primer ministro. Los Verdes, que también están en la coalición triunfadora, opinan lo mismo. Se busca un hombre de consenso procedente de la izquierda moderada. Y que se entienda con Macron, que no piensa abandonar la Presidencia. Esta es otra de las incógnitas: ¿qué hará Macron? Muchos le piden la dimisión, pero nadie cree que vaya a renunciar. Se abre un periodo de apasionante incertidumbre en el que Bruselas tendrá puestas todas sus miradas. Bruselas y el mundo. Francia acaba de dar una lección de cómo frenar a los ultras. Y tiene que rematar la faena con altura de miras y sin partidismos.