La agricultura y la vida rural, en las venas

R.G.R
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La vinculación con el medio rural y apoyo económico de las familias son los dos pilares básicos que sostienen a los agricultores y ganaderos con menos de 40 años. Algunos de ellos han llevado su trabajo a la excelencia

Carlos del Amo, con uno de sus bueyes en Villagarcía de Campos. - Foto: Jonathan Tajes

Se podría decir sin ningún miedo a equivocarse que todos los jóvenes que se incorporan al campo de Valladolid tienen dos características comunes; la primera es la vinculación familiar con la agricultura o la ganadería y, la segunda, se basa en el amor que tienen por el pueblo y la forma de vida rural. 

Si no fuera por esos fuertes lazos  con sus respectivos municipios, no se entendería esa apuesta a ultranza que realizan por sus explotaciones y el hecho de que desechen la idea de trasladarse a residir a la ciudad en busca de un trabajo por cuenta ajena que les dé más descanso y una vida, tal vez, más cómoda, pero, en su opinión, mucho más insatisfactoria. 

Los comienzos «nunca son fáciles». Eso lo tienen perfectamente claro porque lo han vivido en sus propias carnes. Las ayudas llegan, pero no lo hacen en el momento justo y la inversión a realizar en el arranque es «muy elevada». Tanto que el dinero, además de los bancos, por supuesto, sale del bolsillos de padres, madres, tíos... 

Roberto Díez, junto algunos de sus caballos en su finca de Bercero.Roberto Díez, junto algunos de sus caballos en su finca de Bercero. - Foto: Jonathan TajesLas agrupaciones agrarias tienen claro que no es posible arrancar de cero. Sin el apoyo de la familia, tanto económico como didáctico, no es posible arrancar un proyecto dentro del sector primario, al menos en la agricultura. 

Valladolid sí está registrando algún caso de nuevos ganaderos sin vinculación al campo que son capaces de poner en marcha algunas naves de ganado, con pollos o conejos, ya que las inversiones son mucho menores, aunque pueden superar los 300.000 euros dependiendo de las características. No es lo mismo en el caso de la agricultura, donde las tierras y el valor en aumento de la maquinaria imposibilitan cualquier intento. Por eso, las ayudas de las distintas administraciones se hacen fundamentales para esos primeros meses. Algunos de los jóvenes que han puesto en marcha sus proyectos comentan que estas subvenciones «llegan tarde», ya que la burocracia ralentiza  el pago del dinero y eso hace que los nuevos emprendedores del campo no tengan más remedio que buscar esa financiación en otros lados. Evidentemente, aquí las entidades financieras juegan un papel trascendental, pero eso hace que el coste sea cada vez mayor en base a los intereses. 

También es muy relevante esa labor didáctica que hacen aquellos profesionales que llevan muchos años en el campo. Los jóvenes consideran que si no fuera por los consejos sobre los errores más comunes todo se complicaría mucho más. Al empezar, la inmensa mayoría lo hace colgada al 'cuello' de padres o tíos que están a punto de dejar paso al alcanzar la tan ansiada jubilación. 

Estos consejos sirven para ir un paso más allá en sus explotaciones. Para conseguir una nueva 'vuelta de tuerca' al trabajo tradicional en el campo y lograr expandir sus explotaciones en una carrera competitiva con los mercados nacionales e internacionales. Jóvenes que llevan el campo en las venas y que cuentan con la fortuna de tener una visión de futuro acorde a la agricultura y ganadería modernas.

Es el caso de Carlos del Amo ?y Roberto Díez, que trabajan en sus respectivos municipios; Villabrágima y Bercero. Uno gestiona ni más ni menos que 4.000 hectáreas en ocho municipios de la provincia, donde cuenta con ganado bovino. Otro ha conseguido diversificar la producción de secano y regadío a cultivos extraños hasta ahora para su municipio, como pueden ser el pistacho o las almendras. Pero no se detiene ahí, quiere conseguir una nave para hacer él mismo el tratamiento para su venta. Y además ha conseguido hacerse con una importante yeguada con el objetivo de vender caballos desde Valladolid a todo el territorio nacional.

Ambos han ido un poco más lejos de lo que consiguieron sus anteriores generaciones. Y lo han hecho bajo estas dos características; amor al campo y vinculación familiar con las explotaciones agrarias. Están logrando a base de esfuerzo que sus explotaciones se conviertan en una referencia dentro del panorama provincial y eso a pesar de tener 29 y 31 años, respectivamente, y tener por delante una larga carrera profesional.  

 

Carlos del Amo

Ganadero de Villabrágima 

«Gestiono 4.000 hectáreas y empecé por el cariño a un caballo» 

Su familia había tenido vacuno de cebadero, pero nunca en extensivo. Tiene 29 años, es el pequeño. Quería ser veterinario, pero nunca llegó a la Universidad. Su amor por un caballo de nombre Puerta Grande hizo que decidiera quedarse en el pueblo en vez de irse a Madrid a continuar sus estudios. Sí, un solo caballo consiguió que este joven se quedara en su pueblo vinculado a la carnicería que regenta su familia.

Hace cinco años se preguntó cómo sería posible mejorar la calidad de la carne que vendía a sus clientes. Y lo tuvo claro. Contando con las madres de los terneros que luego vende. Compró 40 cabezas de ganado en el año 2020 y ahora ha llegado a las mil en 4.000 hectáreas pertenecientes a ocho municipios. «Cuando te metes en algo que te gusta y te apasiona, te metes de lleno. No he hecho otra cosa en cinco años que trabajar y endeudarme hasta las cejas», relata. 

Tiene 29 años. Se lanzó a la piscina a los 24. Los lunes y los martes está casi siempre en Valladolid, pero el resto de la semana viaja por todo el territorio nacional para abrirse paso en el mercado de algunos de los mejores restaurantes de España, donde comercializa sus chuletones. 

Considera que tiene «la fábrica» de los bueyes de trabajo de Cantabria y País Vasco, que cuentan con tanta fama. Los ganaderos de estas dos comunidades llegan hasta Villabrágima para comprar los terneros con solo unos meses. Después, una vez trascurridos diez u once años Carlos los vuelve a comprar para su venta como carne. 

Llegar hasta donde está no ha sido fácil. No dejó nada al azar. Realizó un exhaustivo análisis de cada una de las razas de vacuno de España hasta llegar a la conclusión de que la Sayaguesa y la Alistana-Sanabresa son las que mejor carne ofrecen. La experiencia ha sido a base de «prueba y error». «Me he arriesgado para conseguir una carne superior».

Ahora, después de cinco años, está viendo la luz al final del túnel. Su carne llega a todo el territorio nacional. Pero tiene claro que no debe conformarse. Y por eso inaugurará a principios del próximo año el primer parque temático del vacuno en su finca de Villagarcía de Campos. Un recorrido figurado por todo el territorio nacional donde los visitantes podrán conocer las 31 razas de bóvidos existentes en España.    

 

Roberto Díez

Agricultor y ganadero en Bercero

«Empecé con la yeguada para aprovechar todo el pasto que tiraba al año»

Con 21 años. Roberto Díez se lanzó a la aventura de la agricultura muy joven y ahora, con 31, sostiene que no se va a detener, que continuará expandiendo las posibilidades que le proporciona su explotación en Bercero, el pueblo que le vio nacer. 

Está inmerso en varios proyectos de envergadura vinculados a la agricultura y la ganadería. Cuando comenzó, lo hizo con las labores que le habían enseñado sus padres. Estudió un grado medio de Agricultura y Ganadería en La Santa Espina y al acabar empezó a sembrar las tierras de sus padres y sus abuelos. Comenzó con secano y con regadío y ha ido diversificando los cultivos. 

«Hemos sembrado alfalfa, cebollas, remolacha, este año cambiamos a ajos...», comenta. Llegó ya con una idea nueva debajo del brazo. El año que se incorporó sembraron pistachos y almendros, algo exótico dentro de su municipio. «No he cogido todavía ni cosecha», bromea. «Entre que se tarda mucho en coger y que hay heladas tardías casi no he probado los pistachos. Y de los almendros este año he cogido 2.000 kilos y tenía que llegar a los 50.000». 

Recuerda que pidió un plan de modernización para recibir las ayudas de la Junta. «Te ponen mil trabas y por un cuarto de hectárea que se te ha olvidado en la PAC ya te retrasan el pago tres años. Si no tienes ayuda de la familia es imposible». Así pasaron los primeros años hasta que se decantó por la compra de unos caballos. «Tenemos mucho forraje y paja y entonces todos los años contaba con desperdicio. Algún paquete que se moja, los que no puedes vender...». Ante esta situación, se propuso comprar cuatro caballos para que pudieran aprovechar el pasto sobrante. «Compré cuatro, pero me ha ido picando y mira... Al final tengo casi 60 caballos».

A partir de la semana que viene, un trabajador contratado empezará a montarlos para hacer una selección y poder comercializarlos en el futuro. «Actualmente, somos tres empleados y con el jinete ya seremos cuatro». Díez no se pone límites. No sabe dónde le va a llevar este proyecto, pero tiene claro que no va cejar en su empeño de intentar sacar una yeguada al mercado. 

Y claro. No se olvida en ningún momento de sus 20 hectáreas de pistacho y almendra. «Quiero cerrar el círculo y tener una nave donde embolsarlos y terminar el círculo», aclara.