Con poco éxito de crítica y público, la semana pasada estuvo el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, en la capital del Estado "represor". Al parecer la bastó con dejarse ver en el Senado. Pero nada nuevo en su reiterativo discurso. Así son los falaces acontecimientos de una política nacional paralizada. Pero el paso de Aragonés por Madrid era un movimiento puntuable en las tres carreras de sacos que hoy por hoy libran los primeros actores de la política catalana:
Una, entre Junts y ERC por ver quién se queda con la primacía del independentismo. Otra, de carácter personal, personal contra el prófugo de Waterloo, Carles Puigdemont, por ver quién rentabiliza más y mejor la presión sobre el Gobierno en funciones (ambos coinciden en declarar "lejano" el acuerdo con el PSOE) a cambio de volver a sentar a Sánchez en la Moncloa. Y la tercera, que está por aflorar, nos remite al pulso entre Aragonés y Junqueras. Aquel por repetir en la Generalitat, Y este, su jefe político, el líder de ERC, porque quiere reemplazarlo como candidato a ese puesto en las próximas elecciones autonómicas, si la "desjudicialización del conflicto" (léase la amnistía que se cocina en secreto) lo hace posible.
Cosas de la política catalana. Aragonés no tiene prisa en convocar elecciones para cortar el paso a su jefe. Primero, porque la rehabilitación de Junqueras para volver a la política institucional sigue pendiente de que la amnistía llegue al BOE. Segundo, porque si las convocase ahora, o inmediatamente después de la muy probable investidura de Sánchez, las ganarían los socialistas de Salvador Illa sin que los independentistas sumasen una mayoría suficiente para impedirlo.
Dicho en otras palabras, que Pere Aragonés necesita tiempo para consolidarse y ha decidido tener agenda propia, sobre todo después de las elecciones municipales del mes de mayo, en las que no puede decirse que a ERC le fuera muy rentable la sobreexposición de su líder, Oriol Junqueras. Eso explica también que Aragonés busque más protagonismo, poco después de que Junqueras, hiciera lo propio, cuando se reunió con los reporteros junto a los leones del Congreso de los Diputados, después de haber impartido doctrina a los diputados y senadores de ERC.
Conviene saber que el índice de conocimiento de Aragonés dentro y fuera de Cataluña está muy por debajo del que adorna a sus dos eventuales competidores. Y no olvidemos que Puigdemont también está pendiente de la "desjudicialización" para volver como Tarradellas y echar a ERC de la Generalitat. En el entorno de Puigdemont se manejan dos fechas para las próximas elecciones autonómicas: la de noviembre de 2024 y la de febrero de 2025.
De todos modos, tanto la política catalana como la nacional sigue yendo a golpe de conjetura en medio del prolongado silencio sobre la marcha de los tratos entre el Gobierno del Estado y los independentistas catalanes. Y la opinión pública sigue demostrando una franciscana paciencia por la falta de certezas sobre esos tratos. Lo único que sabemos es que están orientados a conseguir el apoyo mayoritario del Congreso a Pedro Sánchez en la venidera sesión de investidura, so pena de una repetición de las elecciones generales.