Años en Valladolid: 6.
Profesión: Operario de fábrica.
Comida y bebida favorita: Paella de pescado y pollo y zumo de mango.
Rincón favorito: Parque Ribera de Castilla.
Asiya (nacido en Arabia Saudita en 1996, pero con nacionalidad de Yemen) saltó tres veces la valla de Melilla y las tres fue detenido y devuelto en caliente, pero al final logró entrar andando, por el paso legal desde Nador, desapercibido entre los marroquíes que van y vienen a diario. Después de dos meses malviviendo en los pinares de Nador, en junio de 2018 cruzó así la frontera sin que nadie le parara para comprobar si tenía permiso, y se fue directo a un puesto de la Guardia Civil para pedir asilo. Su idea era llegar a Bélgica o Alemania, pero Accem lo trajo a Valladolid el 5 de julio de ese mismo año, accedió al programa de refugiados y aquí se acabó quedando.
En Yedá vivió hasta los 21 años, pero sin derecho a nacionalidad árabe. Sólo se otorga si los padres cuentan con ella, y como ellos son de Yemen, él también, como sus dos hermanos. Además por entonces debían renovar sus permisos de residencia, pero no podían pagar los trámites de los cinco (unos 1.000 euros por miembro), de ahí que él emprendiera semejante travesía, mientras el resto se quedaba.
En Valladolid no lo ha tenido fácil, pero ahora se le acumulan las buenas noticias. El 28 de diciembre se casó en Arabia y ya está viviendo aquí con su esposa, «vecina» de siempre en Jeddah; hace apenas un mes que empezó a trabajar en una fábrica de metal y, por fin, parece que va a poder estabilizarse con un contrato indefinido con el que poner fin a seis años rotando cada equis meses por empleos de todo tipo a través de ETT; y además esta semana le dieron su primer DNI, tras obtener la nacionalidad española la semana pasada.
Con razón se declara encantado con Valladolid: «A los dos meses de estar aquí ya tuve claro que esta debía ser mi ciudad, y no una de Alemania o Bélgica. Es la mejor de España para vivir y hace tiempo que me siento un vallisoletano más», destaca. Llegó sin saber tres palabras de español, pero tardó «seis meses» en aprender el idioma, «sobre todo hablando con latinos del centro de refugiados de Accem».
Ahora ya lleva cinco años en Pajarillos como un vecino más. «Es verdad que todo está muy caro, pero en esta ciudad menos que en otras, y además hay mucho trabajo, muchas fábricas, gente por conocer y también gente muy buena que he conocido en estos años y me ha ayudado mucho», valora; aunque si algo celebra es «no depender de ayudas económicas de ningún tipo» desde hace tiempo. Aprecia seguir disfrutando de sus «rincones favoritos», desde el parque Ribera de Castilla hasta el Campo Grande, la Plaza Mayor o el centro en general; y sobre todo, la oportunidad de haber echado raíces en «la mejor ciudad de España para vivir».