Poco tuvo que ver la forma en la que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo decidieron ayer afrontar su único cara a cara. El líder de la oposición optó por no aparcar su campaña electoral, mientras que el jefe del Gobierno se puso en modo monje cartujo y se recluyó cuatro días para prepararlo a fondo.
Las diferencias, sin embargo, no alcanzaron al vestuario como se comprobó a la llegada de ambos. Feijóo, que fue el primero en descender del coche sobre las 20,45 horas, con un manojo de papeles en la mano, se decantó por un traje azul oscuro (nobleza obliga por ser el color identificativo de su partido) camisa azul clara y corbata también azul, aunque en un tono más claro que el resto del conjunto.
Pedro Sánchez eligió también un traje de color azul oscuro, camisa blanca y corbata en color vino. Tras descender de otro vehículo negro, que lideró la caravana que le acompañaba pasados unos minutos de las nueve, dijo que llegaba a la cita «con muchas ganas de debatir». Zapatos negros calzaron ambos y en sus muñecas lucieron relojes de diseño clásico. Rotulador rojo el socialista, boli azul el popular.
Medio centenar de periodistas acreditados, nacionales e internacionales, siguieron la discusión.
Hasta cerca de las 10 de la noche, Sánchez y Feijóo se reunieron con sus respectivos equipos para dar un último repaso al guion con el que buscaban salir reforzados.
Pese a los colores neutros con predominio del gris azulado y el blanco, el Estudio 14 de Atresmedia se convirtió ayer durante casi dos horas en un ring televisivo, aunque la mesa blanca elegida para la ocasión se inspiró en las habituales en las partidas de ajedrez. Y todo bajo el atento ojo de 30 cámaras.
Al igual que sucede en los combates de boxeo, ambos contaron con sus asistencias en la esquina del cuadrilátero: sus jefes de gabinete, Óscar López (PSOE) y Marta Varela (PP), que se encargaron de guiarles en la contienda. Las diferencias que marcaron la preparación del debate también alcanzaron a los prolegómenos. En los minutos previos, Feijóo optó por sentarse pacientemente en su silla, mientras que Sánchez, de pie, daba cortos paseos por la zona del estudio. Otra imagen pugilística.
Como se fijó en el pacto previo entre las dos formaciones, abrió Sánchez el fuego y, en primer lugar, agradeció a su rival haber aceptado debatir. Cortesía, que le devolvió el líder de la oposición en su turno.
A los pocos segundos comenzó un duro intercambio a cuenta de las cifras (ganchos al hígado incluidos) con un Feijóo reprochando en varias ocasiones al líder socialista que le interrumpiese constantemente. «No esté tan nervioso, déjeme hablar», le recomendó ante su agresiva salida un jefe de la oposición que fue claramente a más en el cara a cara.
Sentido del humor
«No es verdad», «Eso es falso», fueron frases que se sucedieron repetidamente en la recta inicial. Los temas económicos, de vivienda o leyes como la del sí es sí fueron motivo permanente de bronca. «Le desconocía ese sentido del humor», llegó incluso a decirle en una ocasión a Feijóo, el jefe de filas del PSOE. «Lo tengo y es muy necesario para debatir con usted», le replicó el político gallego. Y añadió retranca gallega también. «¿Ya saca a pasear el Falcon?», le echó en cara el presidente. «Eso ya lo hace usted», le objetó con ironía.
Vicente Vallés y Ana Pastor tuvieron más protagonismo del esperado. Además de instar a ambos a no interrumpirse de forma permanente y llamar al orden, Pastor llegó a vulnerar la neutralidad que se le exige a un moderador. «Las mujeres de España tienen miedo de que Vox llegue al Gobierno porque las dejaría desprotegidas ante las agresiones de sus parejas», espetó a Feijóo antes de comenzar a hablar de igualdad.
Minutos antes de las 23 horas, llegó el descanso con los dos púgiles volviendo a sus esquinas... aunque ahí volvió a repetirse la imagen inicial: Feijóo sentado y Sánchez de pie. Los pactos marcaron el regreso. El tono bronco, con interrupciones continuas y acusaciones mutuas de mentir, marcaron otra vez la hoja de ruta del debate. «No se quejen de las interrupciones porque ustedes dos están interrumpiéndose permanentemente», les recriminó Vallés.
En la reanudación de la pugna, se vio a un Sánchez muy a la defensiva, a pesar de que las expectativas previas auguraban que saldría «a machacar» al presidente popular. «No es verdad, señor Feijóo», repetía machaconamente el inquilino de la Moncloa. «Está grabado», le recordaron desde el otro lado.
Cuando faltaban 12 minutos para la medianoche, el séptimo cara a cara de la democracia se convirtió en historia. «Salgo contento», sostuvo Sánchez. «Ha sido un debate intenso y útil», resumió acto seguido un triunfal Feijóo.