Hay ratos que parece que la pandemia ha terminado, que ya es pasado eso de la covid-19 y que la vida continúa igual tras un paréntesis de 18 meses. Pero no es así, la enfermedad sigue presente en muchos de los pacientes que lo han sufrido desde aquel marzo de 2020 y ellos no pueden volver a su actividad diaria, ni siquiera en muchos casos a su puesto de trabajo. A los contagios diarios, que aún siguen produciéndose aunque de forma contenida, hay que sumar a estos pacientes de covid persistente y a otros que mantienen secuelas una vez que han superado la maldita enfermedad. Este colectivo, que se estima en un 10 por ciento de todos los que han sido contagiados por la covid, es el gran olvidado por la sociedad en estos momentos y está afrontando problemas e intentando superar obstáculos que las administraciones no han previsto ni regulado.
La llegada de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 nos pilló a todos desprevenidos. Los médicos, científicos e investigadores desconocían casi todo de este virus, sus consecuencias, su comportamiento, su forma de expandirse… desde entonces hemos avanzado muchísimo. La ciencia consiguió en un tiempo récord una vacuna contra la covid, su incidencia en la población es ahora infinitamente menor y sus efectos también han sido disminuidos, por lo que ahora hay que afrontar el reto de encontrar un tratamiento contra esta enfermedad, algo que ya casi tienen algunas farmacéuticas, y poner todos los recursos sanitarios para que los pacientes con covid persistente puedan recuperar su salud.
El funcionamiento de las unidades postcovid en los centros hospitalarios de la capital son el punto de partida para centralizar la atención médica a todos los afectados que aún mantienen secuelas que les impide llevar a cabo una vida normal. No es justo ni moral mantener a estas personas dando vueltas por el sistema sanitario, pasando de su médico de familia a otros especialistas sin una referencia que unifique toda su atención y ofrezca una valoración global para estudiar posibles soluciones. En los hospitales Clínico y Río Hortega se han atendido ya a más de un millar de pacientes, pero con seguridad habrá aún miles más que no han llegado aún a estas unidades y Sacyl debe poner todos sus recursos para un rápido seguimiento de todos los que puedan resultar afectados por la covid persistente.
Este colectivo, para más inri, suma a sus problemas de salud y atención sanitaria los derivados de su actividad laboral. Cuando en muchos casos reciben el alta médica tras un año de baja, o 18 meses si consiguen una prórroga, estas personas se incorporan a su puesto de trabajo pero no son capaces de desarrollar la tarea que anteriormente llevaban a cabo. Evidentemente, cualquiera considera normal en estas circunstancias el reconocimiento de una discapacidad, aunque actualmente no está recogida en la legislación ni se contempla, por el momento. Y encima en muchos casos se quedan sin empleo tras ser despedidas por su empresa ante la imposibilidad de acometer las funciones para las que fueron contratadas. Este problema laboral, que hasta ahora los sindicatos han pasado por encima, afecta gravemente a las vidas de estos pacientes, que además de secuelas físicas y psicológicas, se ven privados de poder realizar un trabajo.
En conclusión, la covid-19 nos pilló desprevenidos y su desconocimiento se llevó la vida de muchos miles de ciudadanos. Ahora que ya sabemos cómo frenar su contagio y conocemos sus consecuencias, debemos volcar todos los esfuerzos en atender de forma integral a quienes muchos meses después de haber superado la enfermedad continúan sufriendo sus efectos. No los olvidemos, de momento sufren problemas sanitarios y laborales, pero pueden surgir otros y todos debemos visualizar su realidad y afrontar las soluciones necesarias.