Tres mujeres radicalmente diferentes, enfrentadas a momentos y experiencias vitales contrapuestas, son las protagonistas absolutas de la jornada de hoy en la Sección Oficial de la 68 Semana Internacional de Cine de Valladolid. Por la pantalla del Calderón desfilaron miradas poliédricas al inabarcable universo femenino, desde la niña empujada a la adultez e incapaz de comprender la decisión de sus padres que encarna Lupe Mateo Barredo en 'El amor de Andrea', de Manuel Martín Cuenca; hasta los cielos y los infiernos por los que transita 'Teresa', a la que da vida Blanca Portillo en la película de Paula Ortiz. La jornada se completó con el crudo retrato de las inseguridades y miedos de la adolescencia que plasma la británica Molly Manning Walker en 'How to Have Sex', protagonizada por Mia McKenna-Bruce.
La familia impuesta y la familia elegida son el eje principal de 'El amor de Andrea', la nueva película del almeriense Manuel Martín Cuenca, que hoy tuvo su estreno mundial en la competición. Como hiciera en su debut hace veinte años ('La flaqueza del bolchevique'), el realizador vuelve a presentar niños obligados a asumir roles de adultos y a adultos que parecen niños incapaces de enfrentarse a la realidad, en un drama que, en esta ocasión, que "en el fondo es una huella de la felicidad de la vida". "La película es claramente un canto a la vida, a pesar de que estemos contando cómo es en realidad la vida. El drama nunca gana, siempre ganan las ganas de vivir", resumió.
Martín Cuenca pone en todo momento la cámara a la altura de los ojos de su protagonista, Andrea, encarnada por la debutante Lupe Mateo Barredo. "Nos apetecía contar una historia en que los niños tuvieran un papel preponderante y que les mirara de forma horizontal, que les tenga en cuenta no como futuros ciudadanos sino como actuales personas. ¿Por qué no nos preocupamos por ellos hoy?", se preguntó en la presentación a los medios la coguionista Lola Mayo, que subrayó la "autonomía y belleza que tienen los niños para recordar a los adultos quiénes somos o quiénes deberíamos ser".
La película, según explicaron sus creadores en declaraciones recogidas por Ical, surgió de una conversación entre Martín Cuenca y Mayo hace once años, sobre "una chica que había demandado a sus padres para intentar encontrar su amor y saber qué había pasado entre ellos", en palabras del director. Él tuvo entonces la convicción de que "ahí había una película", y fue diez años después, en la pandemia, cuando decidió abordar el proyecto.
Fue entonces cuando afrontaron la escritura del guion, entendido "no como algo rígido, sino como un faro" de lo que pretenden contar, y siempre con el mantra de que "hay que buscar con libertad para encontrar", una forma de trabajar que no ha seguido solo en este caso con los actores que encarnan a los tres hermanos, que no tenían experiencia ante la cámara, sino con todos los actores que han participado en sus películas anteriores.
Mujer antes que santa.
Doce años después de alzarse en Seminci con el Premio Pilar Miró al mejor nuevo director gracias a su debut, 'De tu ventana a la mía', la cineasta aragonesa Paula Ortiz regresó hoy a Seminci con 'Teresa', su evocadora adaptación a la gran pantalla de 'La lengua en pedazos', el texto teatral de Juan Mayorga. El film ofrece una de las "mil teresas posibles", con Blanca Portillo encarnando con maestría a una mujer llena de dudas, sombras y luces, capaz de alzar el vuelo al cielo o descender a los infiernos, durante su enfrentamiento con su propia conciencia, que cobra vida a través del trampantojo de un severo inquisidor al que presta su voz y rostro Asier Etxeandía.
"Teresa, su palabra, su acción y su pensamiento, son tan poderosos que una y mil veces se podrán recontar desde uno y mil lugares, y tendrá significados que nos alumbrarán de forma distinta". Así resumió la cineasta su aproximación a la mujer tras la santa, en la cual ha necesitado deshacerse de "las cadenas de lo realista" e intentar plasmar el "inabarcable" mundo que ella encierra, a través de "otros elementos". "Ha habido mucho trabajo con la luz y con las pinturas barrocas, porque la película habla de la luz y de las sombras. Y recurrimos a los paisajes y a los abismos de la naturaleza, las nubes o el fuego, para mostrar en pantalla las sensaciones tan innombrables que ella, como creadora de mundos y universos, fue capaz de aglutinar", explicó.
"El cine es una experiencia estética total, donde poder bucear y experimentar la palabra, el sonido, la música en su máxima expresión y conjugar la plasticidad de todos los elementos que conforman la imagen, en un lenguaje que pueda sentirse de la manera más concreta, a través de los sentidos, lo más hermosa e intensamente posible", argumentó.
En declaraciones recogidas por Ical, Blanca Portillo, que en la sesión de esta tarde en el Calderón recibirá la Espiga de Honor del festival, aseguró sentirse "muy emocionada" ante lo que es "un día muy especial". "Tenía mucha ilusión de venir con esta película, y luego con la Espiga de honor te das cuenta de que, en serio, la vida rima. Estoy muy honrada, feliz y orgullosa", señaló sobre el reconocimiento.
Sobre la película, aseguró que acabó el rodaje "realmente agotada", ya que fue "apasionante y duro", si bien la "especial relación" que mantiene con Asier Etxeandía, su némesis en la pantalla, les permitió "poner toda la carne en el asador, sacar cosas guardadas hace años y ponerlas al servicio de ese vínculo", emprendiendo juntos "un viaje emocional muy importante". "Llegamos a lugares en los que sentías que estabas a un palmo del suelo, a espacios de unas temperaturas emocionales muy grandes. Ha sido un viajazo muy gozoso. Acabé diciendo ya por favor quiero quitarme el rostrillo y el hábito, porque es algo que pesa, pero fue apasionante", recordó.
Por su parte, Etxeandía aseguró que "no siempre tienes ante ti en la vida un reto así", y menos al lado de alguien como Blanca, que le ha dirigido y ha sido compañera sobre las tablas antes, además de ser para él "amiga y maestra". La película, además, según explicó, habla de algo que a él "siempre" le ha "preocupado": "La duda o el juez que todos tenemos dentro para saber si el camino que estamos tomando es el adecuado o no".
Deseo y culpa.
Con estruendo irrumpió en la competición de la Sección Oficial de la 68 Semana Internacional de Cine de Valladolid la cineasta británica Molly Manning Walker, que, en su primer largometraje, 'How to Have Sex', pone el foco en cuestiones tan de actualidad como el consentimiento sexual, el deseo femenino y la culpa. El film, galardonado como mejor película de Un Certain Regard en la última edición del Festival de Cannes, sigue el viaje de tres adolescentes británicas a Malia, una suerte de Magaluf griego, un destino de turismo de borrachera donde los jóvenes campan a sus anchas con la desinhibición por bandera.
La cineasta se posiciona a lado de Tara, la única de las tres chicas que todavía permanece virgen y la que menos expectativas de futuro tiene. Para celebrar el cierre de su último curso de instituto, la menor emprende un viaje 'soñado' junto a sus amigas Skye y Em para disfrutar de la madre de todas las vacaciones. Cámara al hombro, la cineasta sigue a su protagonista en un cóctel explosivo de hormonas, alcohol, frustración y miedos, que se desarrolla en un trampantojo festivo tras el cual lo único que queda es soledad.
Manning Walker se obstina en acceder a un mundo tan indescifrable como la adolescencia, retratando con vigor cuestiones tan delicadas como las amistades tóxicas que acechan y lastran (en dos mundos antagónicos, el femenino y el masculino), la fragilidad emocional, la necesidad de pertenencia, la nula educación sexual o el miedo al rechazo. En el notable reparto, sobresale Mia McKenna-Bruce, capaz de dar vida a la protagonista, una joven desbordada por un tsunami emocional, que se zarandea incapaz de procesar las emociones o sentimientos que la arrollan.