Doce años después de alzarse en Seminci con el Premio Pilar Miró al mejor nuevo director gracias a su debut, 'De tu ventana a la mía', la cineasta aragonesa Paula Ortiuz regresó hoy a la Semana Internacional de Cine de Valladolid con 'Teresa', su evocadora adaptación a la gran pantalla de 'La lengua en pedazos', el texto teatral de Juan Mayorga. El film ofrece una de las "mil teresas posibles", con Blanca Portillo encarnando con maestría a una mujer llena de dudas, sombras y luces, capaz de alzar el vuelo al cielo o descender a los infiernos, durante su enfrentamiento con su propia conciencia, que cobra vida a través del trampantojo de un severo inquisidor al que presta su voz y rostro Asier Etxeandía.
"Teresa, su palabra, su acción y su pensamiento, son tan poderosos que una y mil veces se podrán recontar desde uno y mil lugares, y tendrá significados que nos alumbrarán de forma distinta". Así resumió la cineasta su aproximación a la mujer tras la santa, en la cual ha necesitado deshacerse de "las cadenas de lo realista" e intentar plasmar el "inabarcable" mundo que ella encierra, a través de "otros elementos". "Ha habido mucho trabajo con la luz y con las pinturas barrocas, porque la película habla de la luz y de las sombras. Y recurrimos a los paisajes y a los abismos de la naturaleza, las nubes o el fuego, para mostrar en pantalla las sensaciones tan innombrables que ella, como creadora de mundos y universos, fue capaz de aglutinar", explicó.
"El cine es una experiencia estética total, donde poder bucear y experimentar la palabra, el sonido, la música en su máxima expresión y conjugar la plasticidad de todos los elementos que conforman la imagen, en un lenguaje que pueda sentirse de la manera más concreta, a través de los sentidos, lo más hermosa e intensamente posible", argumentó.
En declaraciones recogidas por Ical, Ortiz explicó que descubrió a Santa Teresa "en la universidad", de una manera "un tanto epifánica". "Yo no soy creyente ni he tenido una educación religiosa, pero una mañana de enero me tocaba leerla para un examen del Siglo de Oro y en cuanto entré en sus versos me provocaron una confusión interior enorme, fue un fogonazo poético muy fuerte que consiguió alumbrar en mí algo de lo que estaba en sombra en mi interior y no sabía explicar. Desde entonces es una autora que me ha acompañado mucho, y que siempre me ha provocado una fascinación enorme", resumió.
No fue hasta que vio el montaje de 'La lengua en pedazos', cuando vio el "artefacto narrativo y dramático" que había conjugado Juan Mayorga, "con su sabiduría de orfebre del pensamiento", cuando vio las posibilidades de acercar la vida de esa mujer a la gran pantalla. "Juan mostraba a una Teresa subversiva, que dudaba, que estaba en el centro de su vida y se encontraba con su némeisis, su peor juez, su sombra oscura, su peor rival. Aquello me regaló el andamio que necesitaba, la estructura para poder abordar una película sobre una mujer que me atraía inexplicablemente y que no habría sabido cómo explicar de otra forma", señaló.
La duda es de todos
Blanca Portillo, que en la sesión de esta tarde en el Calderón recibirá la Espiga de honor del festival antes del pase oficial de la película, que hoy vivió su estreno mundial en Valladolid, aseguró sentirse "muy emocionada" ante lo que es "un día muy especial". "Tenía mucha ilusión de venir con esta película, y luego con la Espiga de honor te das cuenta de que, en serio, la vida rima. Estoy muy honrada, feliz y orgullosa, me hace muchísima ilusión", señaló sobre el reconocimiento.
Sobre la película, aseguró que acabó el rodaje "realmente agotada", ya que fue "apasionante y duro", si bien la "especial relación" que mantiene con Asier Etxeandía, su némesis en la pantalla, les permitió "poner toda la carne en el asador, sacar cosas guardadas hace años y ponerlas al servicio de ese vínculo", emprendiendo juntos "un viaje emocional muy importante". "Llegamos a lugares en los que sentías que estabas a un palmo del suelo, a espacios de unas temperaturas emocionales muy grandes. Ha sido un viajazo muy gozoso. Acabé diciendo ya por favor quiero quitarme el rostrillo y el hábito, porque es algo que pesa, pero fue apasionante", recordó.
Por su parte, Etxeandía aseguró que "no siempre tienes ante ti en la vida un reto así", y menos al lado de alguien como Blanca, que le ha dirigido y ha sido compañera sobre las tablas antes, además de ser para él "amiga y maestra". La película además, según explicó, habla de algo que a él "siempre" le ha "preocupado": "La duda o el juez que todos tenemos dentro para saber si el camino que estamos tomando es el adecuado o no". "Todo ha sido una especie de meditación, no un trabajo al uso. No es una película religiosa, Teresa es de todos y la duda es de todos, y la búsqueda de los sublime y de por qué estamos aquí es de todos", afirmó antes de reconocer que ambos estaban "aterrorizados" ya que debían hacer propio "mucho texto en castellano antiguo, y en poco tiempo", pese a lo cual "todo se hizo placentero".
"Lo más bonito es que yo soy Asier y él es Blanca. Mi parte más oscura está en su parte luminosa, y al revés. Así lo hablábamos durante el rodaje", corroboró Portillo, mientras que la directora destacó que era "increíble la corriente eléctrica imparable que se generaba entre los dos". "Consiguen una intimidad abrumadora a veces, cuando no es directamente una fusión, que les hace ser la misma criatura dándose el reflejo", remachó.