El 8 de febrero de 1975, una noticia sacudió Valladolid y resonó en toda España: el Ministerio de Educación y Ciencia decretó el cierre de la Universidad de Valladolid hasta el inicio del siguiente curso académico. Esta medida sin precedentes, que afectó a más de 8.000 estudiantes, marcó un antes y un después en la historia del movimiento estudiantil español durante los últimos meses del franquismo.
Aquel sábado, el ministro Cruz Martínez Esteruelas firmó la orden que clausuraba las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias, Derecho y Medicina. La noticia, difundida en el «parte» del mediodía de Televisión Española, cayó como un mazazo entre los estudiantes, sus familias y toda la sociedad vallisoletana. El comunicado oficial rezaba: «Quedan clausuradas hasta el comienzo del curso 1975-76 las facultades de la Universidad de Valladolid. La presente medida implicará el cese para los alumnos de todas las funciones docentes y examinadoras de sus centros».
La dureza de la medida sorprendió a la mayoría. No tanto el rector José Ramón del Sol, que había enviado un informe al Ministerio detallando, entre otros asuntos, las burlas estudiantiles que sufrió el 29 de enero. Ese día, a la salida de una clase la que no había asistido ningún estudiante, era profesor de Ginecología, le arrojaron huevos.
Archivo Municipal - Foto: Archivo MunicipalLas crónicas de la época y los posteriores análisis, incluidas tesis doctorales y artículos de investigación, coinciden en que el cierre no fue un hecho aislado, sino la culminación de meses de tensión en el campus. Los estudiantes se sumaban a las demandas nacionales de amnistía para compañeros juzgados y más libertad ante un régimen que agonizaba ya. Así, unas semanas antes, el 20 de enero, se había producido una huelga general en solidaridad con siete estudiantes juzgados por el Tribunal de Orden Público. El 23 de enero, 69 representantes estudiantiles se habían encerrado en la capilla del Hospital Provincial, exigiendo la libertad de sus compañeros y la dimisión del rector Del Sol.
El cierre también movilizó a diversos sectores: desde los procuradores familiares por Valladolid, que solicitaron al ministro que reconsiderara la medida, al Ayuntamiento, la Diputación, la Asociación de la Prensa, los colegios profesionales e incluso la Asociación de Amas de Casa. Una solidaridad que se extendió a otros campus como los de Madrid, Bilbao y Barcelona, donde se produjeron manifestaciones de protesta. En la capital, una sentada en la Catedral terminó con la detención de cerca de 300 alumnos.
Las repercusiones fueron mucho más allá del ámbito académico. La propia CIA, según documentos desclasificados hace unos años, siguió con las revueltas, preocupada por el avance de las protestas estudiantiles y obreras en España. En su informe relatan cómo la policía dispersaba manifestantes en varias ciudades que protestaban por el cierre de la UVa. Y se da cuenta de la contundencia policial, que no discriminó entre líderes estudiantiles y asistentes a las manifestaciones. De hecho, algunos líderes fueron acusados de cargos de «subversión».
Archivo Municipal - Foto: Archivo MunicipalUniversidad paralela.
Lejos de amedrentarse, los estudiantes se organizaron y se puso en marcha la llamada 'Universidad Paralela', una iniciativa que ayudó a unos 2.500 alumnos a continuar con su formación.
Esta universidad alternativa se organizó en grupos de trabajo que se reunían en los lugares más diversos: desde las parroquias de los barrios obreros a bares e incluso domicilios particulares. Una experiencia que vivió en primera persona el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, que entonces era estudiante de Derecho. «El cierre fue una decisión injusta y desmedida, pero tuvo una dimensión, que podríamos calificar de positiva para muchos de nosotros, ya que supuso la oportunidad de poner en marcha la Universidad Paralela», detalla. Argüello recuerda que esa experiencia puso en relación alumnos y profesores. «Se daban clases en diversos lugares: desde locales eclesiales a bares y otros centros que se pusieron a disposición de los universitarios», recuerda. «También se elaboraban apuntes, aunque entonces con muchos menos medios para imprimir y capacidad para distribuirlos. Fue una experiencia de trabajo compartido». El arzobispo también apunta la vertiente política: «Supuso la oportunidad de crecer en conciencia política, ver la importancia que iba a tener en los años posteriores el surgimiento de un Estado de Derecho y de una sociedad democrática». Y reconoce que a nivel personal le supuso la posibilidad de plantearse la vida como servicio a los demás: «Como vocación que terminaría concretándose años después en mi vocación al ministerio sacerdotal».
Muchos profesores se sumaron a la iniciativa. Entre los profesores había catedráticos como el de Justino Duque, que luego fue rector, o Pedro Gómez Bosque. Pero también había recién licenciados como Jesús Quijano. «Yo había terminado la carrera en junio del año anterior. Había pedido una beca para hacer la tesis doctoral e iba a empezar en enero las clases, pero cuando me iba a incorporar me encontré la facultad cerrada», recuerda. Quijano considera que se tomó esta medida en la Universidad pensando en la ciudad, donde había un clima de efervescencia social. «Los primeros días fueron de toma de conciencia, pero enseguida los profesores ayudaron a los estudiantes para que pudieran seguir con su formación», recalca. Él mismo dio clases en las dependencias de los jesuitas en la calle Ruiz Hernández. «Dábamos clases incluso de otras asignaturas y examinamos a los alumnos. Guardamos la nota para cuando se habilitaron los oficiales», recuerda.
La 'Universidad Paralela' sirvió para que estudiantes como Carlos Gallego, que en aquel momento estaba en el último curso de Derecho y que gracias a esta iniciativa pudo obtener su título en los exámenes extraordinarios de septiembre. Esta iniciativa no solo intento de paliar los efectos del cierre, sino que se convirtió en un espacio de debate y organización política. Muchos de los líderes estudiantiles forjados en aquellas jornadas se convertirían más tarde en figuras relevantes de la Transición y la democracia española. Y algunos de ellos estarán en las jornadas que ha organizado Carlos Gallego el próximo día 14, que incluyen una conferencia de José Luis Villacañas y tres mesas redondas donde participarán Antonio Gutiérrez (exsecretario general de CCOO), Manuel González (exteniente de alcalde de Valladolid), Isabel del Val (exdecana de Filosofía y Letras) y Antonio Largo, rector de la UVa. Un evento para recuperar la memoria de aquellos días y para reflexionar sobre su significado en el presente.