La vivienda va camino de convertirse en una quimera para la mayor parte de la población y de un artículo de lujo inalcanzable para el bolsillo de los más jóvenes, que, por lo general, son los que menos recursos económicos tienen y más urgencias habitacionales. Los informes que semestralmente publica el Observatorio de la Emancipación del Consejo de la Juventud de Castilla y León revelan un empeoramiento de la situación en Valladolid como consecuencia del alza de los precios de venta y alquiler y unos salarios incapaces de seguir ese ritmo inflacionista.
Por ejemplo, en el año 2019 un joven de Valladolid ya necesitaba tener unos ingresos mínimos al mes de 1.466 euros netos para comprar una vivienda con ciertas garantías económicas, teniendo en cuenta la recomendación de los expertos de no dedicar más de un 30% de los ingresos al pago del alquiler o la hipoteca. Pues bien, en solo cuatro años esa cifra se ha disparado un 34% para situarse en 1.965 euros a finales de 2023. Es decir, 23.581 al año.
Esta es una de las razones por las que Valladolid tiene una tasa de emancipación tan baja. Según el citado documento, solo un 9,1% en la población de entre 16 y 29 años, un porcentaje que contrasta con el 17% de España y con el más del 30% de la Unión Europea, según los últimos informes. De hecho, la provincia también sale mal parada en la comparación con otras de la Comunidad. En Burgos la tasa de emancipación es del 24,8% y en León y Salamanca, del 17,4%. El Observatorio de la Juventud no ofrece datos del resto de provincias «porque puede estar afectados por grandes errores de muestreo». Bien es cierto que en la franja de edad de entre 30 y 34 años la tasa de emancipación en Valladolid aumenta al 77,3%, una de las más altas de la Comunidad.
El informe también demuestra que hay una gran diferencia entre los nacidos en Castilla y León y los extranjeros o los españoles que vienen desde otras comunidades. Si la tasa de emancipación de los primeros es del 9,7%, en los otros dos grupos de población es del 35,6 y del 31,2%, respectivamente, aunque esto tiene mucho que ver con que «muchas de las personas jóvenes que llegan a Castilla y León lo hacen sin sus padres».
El estancamiento de los salarios y el encarecimiento de la vivienda han hecho que el esfuerzo que tienen que hacer los jóvenes para tener una vivienda esté muy por encima de lo recomendado. Los que quieran acceder a un alquiler ya tienen que destinar, de media, el 62,8% de sus ingresos mensuales, frente al 58% de antes de la pandemia. La situación no es muy diferente en la compra. Los que tengan la suerte de pagar una entrada y acceder a financiación, después tienen que destinar el 61% de su sueldo, 14 puntos porcentuales más que en el año 2019.
De hecho, Valladolid se encuentra actualmente con el precio de la vivienda libre más alto desde finales del año 2011. Según los datos del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, en el tercer trimestre del año pasado, últimos datos disponible, el metro cuadrado se pagaba a 1.342 euros, un precio que no se registraba desde los 1.405 de finales de 2011. Aunque todavía sigue lejos de los 1.691 que llegó a alcanzar a principios de 2007, en plena burbuja inmobiliaria.
Muy similar es la evolución del precio del alquiler, que a principios de este año ha batido un nuevo récord al llegar a 8,4 euros por metro cuadrado, según el portal Idealista. En enero del año pasado el precio era de 7,5 euros y hace dos años, 7,1. La alta demanda y la falta de oferta explican una tendencia que es generalizada en toda España.
Unas exigencias que dejan poco margen económico a los jóvenes. En el último Observatorio de la Emancipación con datos de Castilla y León ya se denunciaba que a finales de 2023 un joven que viviera en solitario solo podía disponer de algo más de 350 euros al mes después de pagar el alquiler. Un dinero con el que tenía que afrontar el pago de la luz, gas, teléfono, Internet y el resto de facturas... además de comer. Los que se planteasen comprar una vivienda tenían que destinar 2,8 años de sueldo íntegro solo a pagar la entrada.
Las estrecheces incluso se asoman ya para los hogares ingresos por parte de varios miembros. Un reciente estudio de Idealista revela que el porcentaje que dedican a pagar el alquiler ya llega al 23% y a la hipoteca, un 20%.