"Las crisis de aquí no son nada frente a las de Argentina"

David Aso
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«En Valladolid me sentí muy bien acogido desde el principio, la gente mayor me recordaba mucho lo que Argentina ayudó a España tras la Guerra Civil», cuenta Ángel Camelino, panadero y diácono de Buenos Aires afincado en Tudela

Ángel Camelino, panadero y diácono argentino afincado en Tudela de Duero. - Foto: Jonathan Tajes

Años en Valladolid: 34
Profesión: Panadero y diácono
Comida y bebida favorita: Lechazo y vino Ribera del Duero
Rincón favorito: Zona de la Ribera del Duero de Tordesillas a Peñafiel

Ángel Camelino Diconi (Buenos Aires, 1970) no fue cocinero antes que fraile, pero sí panadero antes que diácono permanente, dos facetas que actualmente ejerce desde Tudela y Herrera de Duero. Mucho antes también sirvió comidas, puso ladrillos… Algo de crisis y cambios ya sabe. 

Su odisea comenzó tras desatarse la llamada crisis de la hiperinflación argentina (1989-1990), con escaladas de precios por encima del 3.000 y del 2.000% anual (sí, subidas de cuatro dígitos) que devoraron salarios y generaron históricas revueltas, saqueos... Estudiaba Medicina, pero abandonó la carrera y se mudó a Valladolid en 1990 siguiendo los pasos de la que entonces era su novia y hoy su mujer y madre de sus tres hijos, Paulina, que había cruzado el charco meses antes con sus padres, de vuelta a la tierra que dejaron sus abuelos por otra crisis no menos dramática, la que sucedió a la Guerra Civil Española. 

Su primer trabajo aquí lo encontró en el antiguo restaurante Lucense, donde estuvo un año; y después varios más en la construcción, hasta que la espalda le dijo basta y decidió con su pareja formarse en panadería (él) y pastelería (ella) para reinventarse de nuevo. En 1999 montaron un pequeño obrador en La Farola, El Artesano, mientras en Argentina se armaba otra gran recesión, la que derivó en el Corralito (2001), que también llevó a Valladolid a buena parte de la familia de Ángel. Les fue tan bien con el primer negocio propio que apostaron por ampliar, aunque para ello tuvieron que irse de la capital a La Pedraja de Portillo, donde se compraron local y casa. Animados por el viento de cola que soplaba en 2005 por la bonanza financiera de entonces, crecieron «mucho en poco tiempo», reconoce. «Demasiado», hasta estrellarse contra la crisis de la burbuja inmobiliaria que estalló entre 2007 y 2008. Habían invertido en nueva maquinaria, hornos, congeladores… «Luego nos sobraba todo», relata. Aun así aguantaron ocho años más, hasta que en 2016 empezaron a remontar: se mudaron a Tudela y allí sigue más vivo que nunca El Artesano, endulzando la vida de quienes se acercan y repartiendo por otros puntos de la provincia, incluidas varias superficies comerciales de referencia. 

Así, desde la perspectiva de su propia experiencia, Ángel ve cómo «las crisis de aquí no son nada si comparas con las de Argentina». «Al menos aquí los recursos sí suelen llegar a la gente que los necesita», argumenta. También relativiza la inflación española al recordar que en su tierra natal los precios llegan a subir en horas más que en este país en un año; y por supuesto, se autodeclara «con nacionalidad vallisoletana» para el resto de sus días.