La parte trasera de un cuadro descubre detalles ocultos de su creación como bocetos de la obra final; la exigua economía del pintor que utiliza los dos lados de la tela como Ernst L. Kirchner o saca a la luz dedicatorias y hasta alguna cesión testamentaria, como se puede comprobar en Reversos. Y es que el Museo del Prado inaugura hoy, y estará abierta hasta el 3 de marzo de 2024, una exposición bajo ese título, una curiosa muestra que comienza con un facsímil inédito de Vik Muniz, idéntico en medidas (320,5 x 281,5 cm), materiales y tejidos a las Meninas de Velázquez.
Una obra icónica «por su proporción y que supone la quinta parte del reverso del lienzo sobre el que trabaja el pintor», señala el director de la pinacoteca, Miguel Falomir. En ella Velázquez, que se pinta a sí mismo retratando a las Meninas, «pretende recordarnos que el arte y la pintura son mucho más que una imagen: una obra de arte es tridimensional», argumenta Falomir que compara la visión de una pintura, su marco y la parte de atrás con situarse frente a un «yacimiento arqueológico, cada detalle nos da información».
Miguel Ángel Blanco, comisario de la exposición, advierte que este compendio «va más allá de la anécdota, es más que darle la vuelta a un cuadro». Entre otras cosas, tiene que ver con los autorretratos de muchos pintores que muestran el caballete mientras aparece su rostro, casi siempre por el lado derecho de la tela, es el caso de Goya (1795) o, casi un siglo después, de José Villegas (1898).
Lienzos que dan información sobre el taller del autor, en lo que el comisario llama El artista tras el lienzo. En el apartado Esto no es una trasera sitúa algunos cuadros con trampantojos que representan reversos de pintura como La máscara vacía, de Magritte.
Un recorrido que descubre que las pinturas también tienen una cara b, como los vinilos, obras bifaces como El Maestro de la Leyenda de la Magdalena y El Maestro de la leyenda de Santa Catalina. Piezas que muestran representaciones con códigos diferentes, lenguajes, inclusos géneros que establecen una relación «a veces enigmática».
«Las traseras descubren el método y la personalidad del artista», subraya Blanco que desvela que el bastidor en cruz interpreta una «especie de vía crucis que simboliza el esfuerzo del trabajo artístico». Es el caso de la obras de Georgia O'Keeffe o Mark Rothko y que queda enfatizada en Asssemblage i graffiti, de Antoni Tàpies, un hecho que se manifiesta en obras protegidas en circunstancias bélicas.
Precisamente, uno de los bastidores más castigados es el que sostenía el Guernica de Picasso, del que se exhibe parte del original, que apareció por casualidad en el Museo de San Francisco, donde se desprendió tras un traslado y que más tarde recuperó el Reina Sofía.
Hay artistas que confiaron a esa cara oculta del lienzo un lugar para la narración en la que trasmitir datos, identificar temas o personajes e incluso comentarios sobre la realización de la obra o algunos bocetos de la misma. También testimonios de amistad como los de Antón Rafael Mengs a Nicolás de Azara o etiquetas y sellos de inventario o de incautación de la Guerra Civil. Remiendos, recortes y dobleces producto de restauraciones o modificaciones para una nueva ubicación dicen mucho igualmente de dónde estuvieron colgadas.
Durante todos los siglos
La colección de esta propuesta expositiva está formada por más de 105 obras, muchas pertenecientes al Prado, y otras que hasta ahora no se habían mostrado en la pinacoteca como un Van Gogh, Lucio Fontana, Sophie Calle o Pablo Palazuelo, entre otros. Una circunstancia de la que se muestra especialmente orgulloso el comisario porque «nos permite ver que el uso del reverso no está limitado al siglo XV sino que abarca hasta el XXI».