La muerte vive en el quinto

A. G. Mozo
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En marzo de 2010, un hombre de 59 años acabó a cuchilladas con su pareja y luego se suicidió con la ingesta de barbitúricos · Los cadáveres fueron descubiertos días mas tarde cuando el hedor alertó a los vecinos

No es común que las paredes de un piso sean capaces de silenciar un cruento crimen. Más en un mega bloque de viviendas de los que inundan el barrio de Parquesol, por mucho que sean unos desconocidos, por mucho que el crimen ocurriese en una de esas comunidades de vecinos en las que hay más ‘alquilados’ que ‘propietarios’. Más aún cuando es uno de esos crímenes en el que el asesino, cuchillo en mano, acaba con su víctima degollándola. Uno de esos crímenes en los que tuvo que haber lucha, gritos, sollozos, violencia... Y todo, en un domicilio de 90 metros cuadrados, en un vis a vis entre una pareja que pone fin a su idilio unilateralmente. Solo una vecina afirmó recordar haber escuchado «lamentaciones» tres semanas antes de que la pareja fuese encontrada muerta en el suelo del piso.

 

El crimen de Parquesol tuvo que producirse en los últimos días del mes de marzo de 2010, hace ahora justo seis años, pero nunca se supo con exactitud, porque la única fecha que consta en acta es la del día en que fueron hallados aquellos dos cadáveres: 3 de abril. En medio de la Semana Santa de 2010, justo cuatro días después de que uno de los hijos de la víctima, afincado en Alemania, alertase a la Policía Nacional de que su madre, una argentina de 53 años afincada en Valladolid, no respondía a sus llamadas y que, por ello, creía que podía estar desaparecido. Aquella investigación estaba naciendo en la Comisaría Provincial, cuando algunos de los vecinos del número 1 de la calle Mariano de los Cobos, dieron la voz de alarma. El hedor que desprendía aquel 5ºI les llevó a alertar al 091.
 

Una argentina y un español. Hasta allí llegaron los agentes de Brigada Provincial de Policía Judicial. Tras forzar la puerta de la vivienda, se toparon con los dos cadáveres, con el doble crimen de Parquesol. El cuerpo de la mujer -de 53 años, de nacionalidad argentina y con las iniciales S.T.Z.- presentaba signos de violencia, en concreto, un par de heridas en la zona de la traquea; el del hombre -de 59 años de edad e identificado como S.P.N.A.- se hallaba rodeado de barbitúricos.

 

Los inspectores resolvieron el caso en cuestión de minutos. Los envases de medicamentos que se encontraron junto al cadáver del hombre, que estaba tendido junto a la mujer, indujeron a pensar a los investigadores en el suicidio.

 

La muerte de la mujer, por lo tanto, (prácticamente) no podía tener otra explicación policial que la que decía que había tenido que perecer a manos de S.P.N.A., que habrían discutido o que perdió la cabeza o que no iba a aceptar la ruptura o quién sabe qué pasó... Solo él. Quizás ella. Por un móvil u otro, por algún motivo espurio con toda probabilidad. Como los que suelen tener los asesinos... Lo único cierto es que S.T.Z. apareció degollada.

 

La Policía Nacional y el que en aquel momento ostentaba el cargo de subdelegado del Gobierno en Valladolid, el socialista Cecilio Vadillo, confirmaron que la mujer no había denunciado jamás a su pareja por maltrato. Pese a lo cual, desde un primer momento, este fue uno de esos crímenes que se encajó en la violencia de género que, precisamente, el Gobierno del PSOE convirtió en un asunto de Estado, promoviendo a finales de 2004 la primera Ley Integral contra la Violencia de Género, una norma que, como ocurrió en otros muchos casos, no evitó la muerte de esta mujer de 53 años.
 

Denunciada como desaparecida. Lo que sí había en la Comisaría Provincial era una denuncia por la desaparición de la víctima, interpuesta el día 31 de marzo 2010 por los hijos de S.T.Z., porque llevaban ya varios días sin tener noticia de ella. Entre que se interpuso esa denuncia y que los vecinos alertaron del hedor que salía de la vivienda, los agentes del Grupo de Homicidios de la UDEV(Unidad contra la Delincuencia Especializada y Violenta) de la Brigada de Policía Judicial -que son los encargados de investigar las desapariciones- se personaron en aquella quinta planta del 1 de la calle Mariano de los Cobos, pero no notaron «nada raro».

 

Tampoco se habían percatado de nada extraño el grueso de los vecinos de la comunidad. Solo los vecinos del piso de arriba, que alertaron a la Policía de un hedor, que nunca imaginaron que sería originado por esos dos cadáveres. «Hace tres semanas -recordaron estos vecinos- sí que se oyeron lamentaciones, pero no sabíamos si salían de allí», admitieron estos testigos que aseguraron que era una pareja que no daba problemas, de esas a las que no se las oye ni gritar ni discutir...
 

Unos desconocidos en el vecindario. Es más, para la mayoría de los inquilinos de aquel bloque, los dos fallecidos eran unos desconocidos. Sí, los del quinto, pero de los que nadie sabía nada más. Ni siquiera generó una expectación fuera de lo común la retirada de los cuerpos, pues aquel día 3 de abril de 2010 era Sábado Santo y casi todos estaban fuera de sus casas por las vacaciones de Semana Santa. Igual que llegaron, se fueron. En silencio.