Pedro Sánchez ha sufrido su primer varapalo. El PSOE se ha plantado ante las exigencias de Junts, pero lo ha hecho demasiado tarde. Tanto, que será difícil que el presidente recupere el prestigio perdido. Y la dignidad.
Pedro Sánchez entra en zona de peligro. Antes incluso de la votación ya estaba en situación delicada, porque si Junts le retiraba su apoyo quedaba en debilidad manifiesta, y a Sánchez no le gusta verse en precario, en una ocasión salió escaldado por la puerta del garaje de Ferraz. Lo suyo es controlar todo, y al menos con Junts ya no está seguro de nada, le ha enseñado las uñas.
A Sánchez le ha dado la puntilla la portavoz de Junts Miriam Nogueras. Con su empecinamiento en salvar a Puigdemont, entró en los ataques desaforados a jueces, con nombres y apellidos, lo que seguramente ha revuelto a muchos socialistas de orden -que los hay- respetuosos con la independencia de la Justicia y a los que no puede gustar que los socios de su gobierno humillen tanto al presidente. Nogueras por otra parte acusó a Sánchez de no cumplir sus compromisos. Debe ser la única ciudadana española que confiaba en su palabra.
No tuve el PSOE buenos defensores, ni siquiera lo hicieron sus socios. El portavoz socialista, catalán, presentó un escenario idílico gracias al sanchismo que provocó risas en la oposición y caras largas en sus propias filas. Acusó a Feijóo de retirar las enmiendas del PP para provocar así que él cerrara el debate. Pues sí, y fue una buena estrategia, porque Feijóo dio a Sánchez hasta en el carnet de identidad, explicando lo que defendía y lo que hoy defiende, insistiendo en la forma en que se deja manejar por sus socios y negando que, como presume, Sánchez negocie y dialogue, sino que solo intenta comprar los votos que necesita para mantenerse en el poder.
Pedro Sánchez se encontraba en el Congreso, en el despacho presidencial, pero no entró en el hemiciclo hasta que finalizó el debate. Pondrá excusas, pero a nadie se le escapa que no quería enfrentarse a Feijóo. Menos aún cuando Junts amenazaba con el "no". Lo que transmitió fue no quería dar pie al presidente del PP para una buena paliza dialéctica. A Feijóo, como a infinidad de españoles, le sobran motivos para poner rojo Sánchez, y lo hizo a conciencia, por su entreguismo a partidos que aseguró que jamás iba a aceptar como socios y su alianza con quienes aseguró que jamás se aliaría.
Entramos en situación de "veremos qué pasa". Los independentistas han anunciado que quieren una ley de amnistía integral, y Sánchez se encontrará entre la espada y la pared. Porque la UE, no solo el juez Aguirre, investiga la relación de Puigdemont con Rusia para apoyar el proceso independentista; y la justicia europea está pendiente de su relación con Tsunami, un grupo que el juez García Castellón considera terrorista.
Palabras mayores. Para Puigdemont… y para Pedro Sánchez.