Pedro Sánchez afirmó el jueves en rueda de prensa que siente vergüenza ante el vídeo del PP en el que presentan a varios miembros del Gobierno como participantes de un reality show decididos a ampliar sus experiencias sexuales en una isla paradisíaca. Tenía razón, la grabación provoca vergüenza, y eso mismo debieron pensar los populares porque lo retiraron mucho antes de la denuncia del presidente. Pero si hay un español que debe callar ante iniciativas irrespetuosas, intolerables y de pésimo gusto de otros partidos o colectivos sociales es Sánchez, porque el grado de degradación al que ha llevado al PSOE y a su Ejecutivo avergüenza, no solo a sus adversarios políticos, sino a la mayoría de españoles.
Pero flaco favor hace Alberto Núñez Feijóo al PP y a sí mismo al no atar en corto a colaboradores que parece que trabajan para el enemigo. En Génova sobra mediocridad y falta talento. Esto último es fundamental, sobre todo, cuando se trata de minar la credibilidad del adversario. Es entonces cuando más falta hace la inteligencia, la ironía y hasta el buen manejo del sentido del humor, porque en caso contrario, como ocurrió el jueves, el trasquilador sale trasquilado.
Sin embargo, Sánchez no es el indicado para dar lecciones a nadie de buen comportamiento y de respeto a los demás. Nunca en la historia reciente de España se ha dado mayor nivel de degradación de la vida pública, con el agravante de que esta tiene su origen nada menos que en el propio Gobierno.
Está comúnmente aceptado que el jefe del Ejecutivo miente, engaña, no cumple su palabra y se deja coaccionar y chantajear por partidos que saben que está dispuesto a pagar el precio que le pidan, por innoble o inconstitucional que sea con tal de seguir en Moncloa. Pero la degradación va mucho más allá de la política y, colocadas las afrentas una al lado de otra, va a ser difícil que la opinión pública más mansa siga mirando hacia otro lado.
Esta degeneración empezó con el caso Begoña Gómez que tanto dolió al presidente, que se tomó cinco días de asueto para reflexionar sobre su futuro. Puro teatro porque ni por un momento pensó en dimitir. Tras la deliberación, salió arremetiendo de mala manera contra quienes dudaban de la honradez de su mujer, que claramente utilizó el hecho de ser su esposa para hacerse con una cátedra para la que no cumplía los requisitos. La empleó además para buscar patrocinadores que incrementaron sus ingresos e incluso le dieron pie a poner a su nombre un software que esos sponsors habían donado a la Complutense. Nada, peanuts, comparado con lo que se supo después. Como fueron peanuts que el hermano de Sánchez también lograra un trabajo en la Diputación de Badajoz sin dar palo al agua y se hiciera residente fiscal en Portugal. Por no mencionar que confesó ante la jueza que no sabía dónde estaba su despacho ni en qué consistía su empleo.
Muy bien colocadas
En este punto, entramos en asuntos más inaceptables, ética y estéticamente, que los tribunales determinarán si además son delictivos.
Cuando era ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos creó una red de contactos a través de su asesor, Koldo García, en la que se movían comisiones a cambio de contratos de obra pública. Será la Justicia la que decidirá si hubo delito, pero esas operaciones son claramente intolerables en un Estado de Derecho y en una sociedad obligada a un comportamiento que no escandalice a sus semejantes.
El extitular socialista no dudó en instalar a su amante, una presunta prostituta, en un piso de lujo que, por intermediación del asesor ministerial, pagaba un conocido comisionista. Koldo se ocupó de contratarla como auxiliar administrativa en una empresa pública dependiente de Transportes a la que nunca acudió y en otra compañía de la misma índole cuando finalizó ese contrato, en la que tampoco se presentó. Es lo que ella declaró ante el juez, aunque ahora, desde el Ministerio, aseguran que fichaba puntualmente y que realizaba informes periódicamente. Fichaba por ella el hermano de Koldo y, en cuanto a los informes, más vale que el magistrado los pida ya, para dar tiempo a que se elaboren, como cuenta humorísticamente un trabajador de esa empresa, que nunca vio por allí a la hoy tan conocida Jéssica Rodríguez. Una mujer que durante su relación con Ábalos le acompañaba a viajes oficiales y recibía por ello 1.500 euros diarios.
No acaban ahí los asuntos del exnúmero 3 del PSOE. Después de Jéssica, una exmiss Asturias también logró trabajo en una empresa pública dependiente de Transportes. Y una tercera, la actual pareja del exministro. Además, The Objective acaba de localizar a una cuarta mujer con sueldo público en otra entidad dependiente del Ministerio, Emlesa. Esta era amiga de Koldo y trabajaba en un club de Navarra.
Hay motivos sobrados para acusar abiertamente a Sánchez de mirar hacia otro lado ante la degradación de su Gobierno, que es imposible no conocer porque hay Cuerpos y Fuerzas que saben que garantizar la seguridad de los altos cargos obliga a investigar en profundidad a las personas que se incorporan a su círculo de amistad. Ocurre en España y en el resto del mundo, y la historia está plagada de casos descubiertos no solo por medios, sino por los propios equipos de seguridad de los Ejecutivos.
La degeneración social provoca siempre mayor escándalo que los asuntos políticos por el morbo y, en este caso, por el uso de dinero público para pagar sueldos a personas cercanas a miembros del Gobierno.
La degradación política se vive desde el momento en que el PSOE no ganó las elecciones y necesitó la colaboración de otros partidos para seguir en Moncloa. Si bien esto es algo perfectamente legal, pero la formación de ese Ejecutivo hizo que Sánchez diera tan excesiva prioridad a ser presidente que no tuvo el menor pudor en romper su palabra, mentir y hacer suyas decisiones que son contrarias a los principios socialistas.
González y García-Page
Estos últimos días, dos asuntos han protagonizado el debate político: la entrada a saco en Telefónica y el Grupo Prisa por negarse uno y otro a poner en marcha el proyecto estrella de José Manuel Contreras, hombre de máxima confianza de Sánchez, consistente en crear un canal de televisión TDT con personas próximas al sanchismo. El presidente de Prisa se negó por cuestiones económicas. El líder del Ejecutivo y Contreras buscaron alternativa a través de Telefónica, donde el nuevo dirigente ha demolido al equipo anterior, nombrando consejeros absolutamente afines al inquilino de Moncloa. Mientras, en El País, el presidente Oughoulian mueve también peones y ha iniciado una limpia de consejeros monclovitas.
La degradación es tan evidente que, por primera vez, personas destacadas del PSOE que se resistían a pronunciarse contra Sánchez han decidido dar un paso adelante y exponer abiertamente su posición. Felipe González, después de decir que el partido «ha abandonado la izquierda y queda en manos de nada», ha añadido que «no me representa».
Emiliano García-Page, el único socialista que preside un Gobierno regional con mayoría absoluta y que lleva varios años denunciando algunas de las decisiones del Ejecutivo, ha levantado definitivamente la voz ante el acuerdo alcanzado entre Moncloa y Junts: «El PSOE ha perdido sus valores y el acuerdo sobre inmigración es racista y propio de la extrema derecha».
Sánchez sigue pensando en mantenerse hasta final de legislatura. Ahora, sin embargo, se enfrenta a un problema que puede ser letal y va más allá de las decisiones políticas: la falta de moral que se vive en su entorno… y que la está dejando pasar sin tomar ninguna decisión.