Un mesón castellano con Solete Repsol

M.B.
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Luis Antonio Vallecillo y Olga Fernández nos abren las puertas del Mesón Villa de Urueña, con 37 años de historia y una gastronomía basada en la tradición

Olga Fernández, en la cocina del Mesón Villa de Urueña. - Foto: Jonathan Tajes

En Urueña hay historia, con una espectacular muralla, un castillo, casonas con siglos de existencia y una iglesia, Santa María del Azogue, de estilo renacentista y cabecera gótica del siglo XVI; hay cultura, con la Fundación Joaquín Díaz, el Centro e-LEA Miguel Delibes o el Museo de la Música Luis Delgado; hay reconocimientos, como el de Conjunto Histórico Artístico y ser la primera Villa del Libro de España; y, por supuesto, hay gastronomía. De la mano de varios establecimientos, entre ellos el que comandan Luis Antonio Vallecillo y Olga Fernández desde hace 37 años, el Mesón Villa de Urueña.

Reconocido con  un Solete de la Guía Repsol, el restaurante está ubicado en un edificio que data del siglo XIX y que pudo ser el primer bar de la localidad, en la plaza Corro de San Andrés, 6. Mantiene una decoración de estilo tradicional, con la piedra y el adobe por bandera, aunque, como señalan sus dueños, su primera intención fue hacer algo más moderno. «Soy de Urueña, con ocho apellidos castellanos. Mis padres y mis cuatro abuelos son de aquí», arranca Luis Antonio explicando su origen. A los 2 años emigró con sus padres a Ermua y allí estuvo hasta los 19: «Me ofrecieron volver al pueblo y cogimos el bar de la plaza. Primero me vine yo y luego mi hermano». Era 1987. El bar era el clásico de las pequeñas localidades de Castilla, con sus vinos y sus partidas.

En esos años llegó Joaquín Díaz a Urueña y, como reconocen desde el mesón, cada vez empezó a ir más gente a hacer turismo o ver actuaciones musicales en la plaza.  Por eso, a los cinco años de abrir se decidieron a hacer una reforma para añadir el restaurante: «Mi idea era ponerlo en plan luces de neón, pero entre Joaquín y alguno más me convencieron por la piedra y el adobe».

Del tema gastronómico se hizo cargo la madre de Luis Antonio, Esperanza, tras la jubilación de su padre y su regreso a casa. «Empezamos los primeros años con huevos fritos, lomo adobado, picadillo...», recuerdan, para pasar luego a la cuchara, a las carrilleras, al bacalao... Y cada vez con más gente en su local, con una capacidad para unos 56 comensales entre el comedor y la zona de barra, más una terraza con diez mesas en el verano.

«Estamos en un mesón castellano de cocina tradicional, de los que ya quedan pocos», explican Luis Antonio y su mujer, Olga, natural de Torrelobatón y ahora a los mandos de la cocina: «Mi suegra me fue enseñando poco a poco». A ella la ayudan Esther y Victoria en los fogones. Con su vivienda en la parte superior, comienzan a cocinar a las siete de la mañana, «siempre a fuego lento».

No tienen carta al uso, aunque sí la tienen. Y para ello se explican: «Tenemos un menú diario con 5-6 primeros y 5-6 segundos. A los cuales se le añaden siempre un entrecot y un cachopo de ternera con queso de cabra y cecina con un suplemento sobre el precio. Además de cambiarlo todos los días, se puede elegir solo un plato en vez del menú completo».Y a ello hay que añadirle las raciones.

En el menú siempre hay una legumbre (alubias blancas o pintas, lentejas, garbanzos con langostinos, además de un cocido que no tiene día fijo); sopa castellana; pisto; revuelto de morcilla con piñones... carrillera de ternera con setas, su plato estrella: «con vino solera de Serrada»; conejo estofado al tomillo o bacalao al ajoarriero. Por 16 euros a diario y 20 el fin de semana. Con postre casero, donde sobresale el dulce de libro, un hojaldre, con crema de avellana y mazapán, que también tiene un suplemento de 2 euros: «Llevamos unos 7 años ofreciéndolo».

Abren todos los días, menos los martes, solo para las comidas: «Desde la pandemia no damos cenas»; y cuentan con una clientela basada en mucho turismo: «Estas navidades han venido muchísimos canarios»; y gente de la zona que llega en verano a sus pueblos de origen. Pueblos de donde se nutre algunos de sus productos: garbanzos de Urueña, lenteja pardina, queso de Villalón, patatas de Torrelobatón o lechazo de Rioseco. Y con ese reconocimiento de la Guía Repsol: «Todo lleva incluido el marchamo de la buena cocina casera, con verdadera tradición y productos de cercanía».