Todos los jueves de noviembre, TCM contará algunas de las biografías más apasionantes que han sido retratadas en el cine, como la del militar, arqueólogo y escritor británico Thomas Edward Lawrence en Lawrence de Arabia, dirigida por David Lean, o la del cineasta Edward Davis Wood, Jr. en Ed Wood, el filme de Tim Burton. Los espectadores también conocerán la vida del cantante, pianista y compositor Ray Charles Robinson, al que dio vida el actor Jamie Foxx en Ray o la de Pu Yi, el último emperador de China que el director italiano Bernardo Bertolucci contó en El último emperador. Y el jueves 30 de noviembre, el canal ofrecerá un gran maratón con aquellas películas que cuentan la vida de un personaje histórico o relevante.

Para los buenos aficionados al séptimo arte, Lawrence de Arabia (1962) tiene el rostro de Peter O'Toole. A Espartaco, el gladiador que puso en jaque a Roma en el siglo I antes de Cristo, es imposible imaginarlo sin la cara de Kirk Douglas. Y todos conocen la fuerte personalidad del general George Patton gracias a la magistral interpretación de George C. Scott en la película Patton (1970). Son tres ejemplos de biopics que cuentan la vida, o parte de ella, de un personaje, normalmente célebre. Porque, prácticamente desde su nacimiento, el cine ha querido reflejar la vida y los hechos de reyes y reinas, como La reina Cristina de Suecia, que interpretó la gran Greta Garbo; Papas y líderes religiosos o militares y artistas, como la del pintor Vincent Van Gogh, que Kirk Douglas encarnó en El loco del pelo rojo.

Pero en otras ocasiones los cineastas se han ocupado de personas menos conocidas, esas que no han llenado grandes páginas en los libros de Historia, pero que, sin embargo, sí que han sido importantes por su significado político o social. En Mi nombre es Harvey Milk (2008), protagonizada por Sean Penn, Gus Van Sant cuenta los últimos años de la vida de este concejal de la ciudad de San Francisco, el primer gay que, reconociendo públicamente su condición de homosexual, fue elegido para un cargo público en Estados Unidos.

‘El último emperador’ (1987), de Bernardo Bertolucci.En la película En el nombre del padre (1993), de Jim Sheridan, Daniel Day-Lewis daba vida a Gerry Conlon, un joven que estuvo 15 años en la cárcel acusado injustamente de ser un terrorista del IRA. Un filme que sirvió para denunciar que no todo era válido ni ético en la lucha contra el terrorismo del IRA por parte de la Policía. En Uno de los nuestros (1990), la cámara de Martin Scorsese retrataba la vida de Henry Hill, un chico que, desde niño, sintió una enorme fascinación por los miembros de la mafia. Ya de mayor entró a formar parte de la organización hasta que el FBI le detuvo y él, a cambio de quedar en libertad, declaró contra sus colegas y entrar en el programa de protección de testigos.

Un buen biopic debe adentrarse en las interioridades psicológicas de los personajes que retrata, en sus complejidades y ambigüedades para que los espectadores consigan así formarse una idea completa de la personalidad del protagonista. Es lo que hizo Andrew Dominick en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), en la que se cuentan los motivos que llevaron a uno de los hombres del bandido más famoso del oeste a traicionarlo y dispararle por la espalda.

En Nacido el 4 de julio (1989), Oliver Stone analiza la personalidad de Ron Kovic, el joven idealista que interpreta Tom Cruise.

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