Juicio Circular: Seis acusados, 40 testigos y dos incógnitas

A. G. Mozo
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La Audiencia juzga desde hoy a los seis procesados por la muerte de María Aguña, la septuagenaria que falleció tras el asalto a su piso de la Circular en 2018. Se desconoce quién informó a los ladrones del botín y quién les dio unas llaves

Salida del cadáver de María Aguña del número 9 de la plaza de la Circular. - Foto: Jonathan Tajes

Seis acusados, dos incógnitas y hasta una petición de prisión permanente revisable sobre la mesa de un juicio que arranca tres años y 16 días después del crimen de María Aguña. La mujer, de 73 años, murió en el transcurso de un asalto a su domicilio en el que los ladrones la maniataron, golpearon y dejaron amordazada de muerte, antes de irse sin los más de 200.000 euros que guardaba en una caja fuerte que protegió hasta el final. El juicio, que se celebrará ante un jurado popular, arranca hoy y se desarrollará hasta el viernes 12 de noviembre en la Audiencia Provincial de Valladolid; hay citados 40 testigos.

El conocido como el crimen de la Circular no es un caso más. Los expertos del Grupo de Homicidios de la UDEV de la Brigada Provincial de Policía Judicial necesitaron 14 meses de tenaz investigación para desenmascarar a una banda que se formó ex profeso para este asalto y que se disolvió horas después sin dejar apenas pistas de su paso por el domicilio de la septuagenaria. Solo el minucioso trabajo de este equipo de policías impidió que la muerte de María Aguña se quedase sin resolver. Nadie había visto nada y las huellas y el ADN encontrado en la casa no tenían dueño en las bases de datos policiales, pero más de un año de trabajo permitió poner cara y nombre a cada uno de los presuntos autores del crimen.

Rubén A.R. es un empresario dental, considerado el cerebro de la banda y el ideólogo del asalto, como ya había hecho unos años antes con otra organización que se dedicaba a robar coches a punta de pistola y revenderlos (y que le costó una condena a casi once años de prisión).  Su lugarteniente era Arso A.I., un búlgaro que ejerció de enlace entre el cabecilla y el resto de la organización a través de Emil A.M., un camionero que ejerció de conductor de la banda y encargó el 'trabajo' a los otros tres acusados, dicen que para saldar una deuda que tenían con él sus compatriotas Antón A.M., Gabriel E.K. y Gabriel M.K., que comparecen en la causa como autores materiales del robo mortal.

Así, el caso llega al juicio con esos seis acusados, todos los teóricos implicados en el truculento asalto, y únicamente con dos incógnitas por resolver en los interrogatorios, la de quién le contó al ideólogo del asalto que la víctima guardaba 200.000 euros en una caja fuerte y la de cómo entraron en el piso.

La Fiscalía y el abogado de una de las hijas de la víctima solicitan una condena de 31 años de cárcel para cada uno de los seis teóricos miembros de la banda, al entender que concurren los delitos de robo en casa habitada, detención ilegal, pertenencia a banda criminal y asesinato. El letrado de la otra hija, en cambio, argumenta que se está ante un homicidio y que no hubo delito de detención ilegal, por lo que rebaja su petición a 21 años. Y, por último, el abogado del hijo es el que eleva el asunto al máximo, hasta los 38 años, sustituibles por prisión permanente revisable.

EL CABECILLA

La declaración del teórico cerebro del asalto se antoja clave en este juicio. Hasta ahora, Rubén A.R. ha negado cualquier vínculo con el caso y ha justificado todos los encuentros que se han documentado con los búlgaros en una supuesta relación profesional en la que les iba a contratar como albañiles para la obra de su clínica dental en Pajarillos. Pero ya en la fase de instrucción ha habido al menos dos de los procesados que le han señalado como cabecilla del asalto. El día del juicio será clave para ver si estos dos mantienen esa tesis, si alguno más se suma o si aparece algo nuevo en la estrategia de defensa.

La investigación desarrollada por la Policía no tiene fisuras, pese a su complejidad. Se tuvieron que analizar vídeos de seguridad del entorno, tiques de la zona azul, el posicionamiento y la actividad de los teléfonos móviles de los seis sospechosos durante las semanas previas y posteriores al crimen... Y una vez se les detuvo, el cotejo de las huellas y el ADN hallado en la vivienda redondeaba la laboriosa recogida de pesquisas. 

Los agentes descubrieron una  sospechosa llegada al número 9 de la Circular de tres hombres sobre la una de la tarde del miércoles 17 de octubre de 2018; quince minutos después, salían de la vivienda. Era el momento de buscar el coche en el que habían llegado e ido de allí, y se descubría un Renault Scénic que había pasado en cinco ocasiones aquella mañana por el portal de la víctima. Fue el hilo que llevó a los investigadores de la UDEV hasta Emil, el conductor, y después a la identificación de los tres presuntos autores materiales. Luego se llegó hasta Arso y Rubén, quienes habían estado aquella mañana también por la Circular, aunque a bordo de un Smart Fortwo alquilado.

La tesis de las acusaciones es que los seis se desplazaron hasta allí tras una reunión en un local de la calle Cardenal Torquemada, 44 –que era propiedad del hermano del teórico líder– en el que se dieron los últimos detalles de un plan que consistía en entrar a la vivienda, amordazar a la única moradora y llevarse los más de 200.000 euros que sabían que había allí. Antón y los dos Gabriel se presentaron en el domicilio de  Aguña con una caja de cartón y la cinta americana con la que iban a maniatarla

¿CON LLAVES?

La Policía no ha podido demostrar por el momento cómo accedieron, pero sí que la puerta no fue forzada, lo que unido a las férreas medidas de seguridad que adoptaba la víctima –que no abría la puerta a ningún extraño– hace pensar que tuvieron que entrar con unas llaves.

Es la gran incógnita del caso, igual que el origen de la información al respecto de la importante cantidad de dinero que guardaba María en la vivienda. Todos los acusados que han declarado coinciden en que era Rubén el que tenía los detalles, aunque no se ha logrado explicar cómo lo supo.

Por tanto, el objetivo del robo era claro. Los ladrones debían ejercer la violencia necesaria sobre Aguña para que confesara la ubicación de la caja fuerte –estaba empotrada en la pared de una habitación, tras una cortina– y la llave –cambiaba el escondite con frecuencia y el día de los hechos estaba en el bolsillo de un abrigo–. Así, se abalanzaron sobre ella, la empujaron y tiraron al suelo, y la dieron varios puñetazos y golpes para que colaborara con ellos. Al parecer, la septuagenaria opuso resistencia y empezó a gritar, por lo que los acusados subieron el volumen del televisor mientras la ataban las manos y la amordazaban con cinta americana, según consta en el escrito de calificación de la Fiscalía.

El asalto se aborta pronto, ante el temor de los tres búlgaros a que les descubrieran, después de que se produjeran dos llamadas al timbre casi consecutivas. Los vídeos de las tiendas de la zona muestran a los tres abandonando el portal sobre la una y cuarto.

MURIÓ ASFIXIADA

Una de las dos hijas encontró el cadáver a las cuatro de la tarde del día siguiente. La septuagenaria estaba tendida en el suelo del pasillo, con la cinta americana cubriendo su boca por completo y las fosas nasales de manera parcial. La Fiscalía señala que murió «escasas horas después» del asalto, a causa de «la suma del estrés, de todos los traumatismos sufridos, así como de la dificultad para respirar que le provocaba la mordaza», falleciendo finalmente por «sofocación» (asfixiada).

La compleja investigación daba sus frutos ya en verano, aunque no desembocaría en arrestos hasta diciembre de 2019, catorce meses después del crimen, cuando la UDEV, que vigilaba los movimientos de los sospechosos para redondear las pesquisas, detectó la huida de uno de ellos. Gabriel E.K. fue citado en el juzgado para otro asunto y optó por dejar Valencia de Don Juan (León), apagar el teléfono y esfumarse. La Policía no se arriesga a una fuga masiva y el 9 de diciembre inicia las detenciones de la denominada Operación Mariya: Antón caía en Campaspero; Arso, en Valladolid; y Gabriel M.K., en Cangas de Onís; y, al día siguiente, Rubén, también en la capital vallisoletana. Emil no apareció hasta el día 20, cuando se entregó en Comisaría junto a su abogado, mientras que Gabriel E.K. aparecía en Holysov (República Checa) el 16 de enero.

Ahora llega la hora de la verdad, la del juicio, la del jurado popular...